6. Uis... No, cariño, no.

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Me despierto con la sensación de no haber dormido una mierda. Siento el cuerpo cansado y los ojos pesados.

Aún así, me desperezo y salgo de la cama para empezar un nuevo día. Hoy es un día largo, duro, y espero que productivo.

Me deslizo cual gusano hasta la planta baja, a la cocina, en busca del delicioso desayuno que llevo oliendo desde que he abierto la puerta de mi habitación.

Ufff... Me siento demasiado dormida aún, así que me froto la cara con ambas manos, a la vez que saludo con mi habitual, "buen día Alise", mientras entro en la cocina. Una risita que no es de Alise, acompaña al saludo de Alise. Me quito las manos de la cara para poder ver a la persona que se ríe de mí, en mi cara, sentado en una silla de mi cocina, y comiéndose mi puto desayuno mientras me saluda aleteando la mano con la que sostiene una tostada.

-¿Derek?- escupo incrédula. Lo cual es bastante estúpido por mi parte, porque ya sabía que estaba en mi casa.

Me sorprende verle tan sumamente bien, después de cómo estaba ayer. Tiene varios rasguños y el ojo izquierdo totalmente morado. Pero por lo demás, sigue siendo el Derek que conocí. Tan guapo... Con su mandíbula bien marcada dándole un toque sensual, su sonrisa pícara y esos ojos azules que serían capaces de volver loco hasta a el ser más cuerdo.

El condenado ríe. Se ríe de mí y de la expresión que seguramente tengo en la cara. Pero me da igual. Su risa es encantadora, contagiosa y sexy.

Conociéndome como me conozco, debería haberme esperado está reacción por mi parte. Lo que no me esperaba era que él ya estuviera tan despierto.

Un momento... ¿He dicho sonrisa contagiosa?

Me muerdo el interior de la mejilla en cuanto percibo que mis labios amenazan con esbozar una sonrisa.

-Caray, Lady pequitas. Una cosa es emborracharse y olvidar que te acostaste con alguien. Pero...- hace una breve pausa mientras me dedica un mohín un tanto pícaro.- Que te olvides de que me rescataste y curaste mis heridas... Eso ya es grave.

Su comentario hace que me quede más clavada de lo que ya estoy, en la puerta de la cocina. A ver cómo coño le explico yo, cómo y por qué, lo saqué de allí sano y salvo.

-Te curó Alise, no yo - es lo único que se me ocurre decir. Me deslizo hasta la mesa y me siento frente a Derek.

Él me sigue con la mirada, repasando mi cuerpo cubierto por un corto camisón negro de seda. No le doy mucha importancia a su mirada de sorpresa y lujuria. La última vez que me vio yo ni siquiera tenía tetas, así que supongo que debe de ser bastante raro para él verme ahora tan... ¿Equipada?

Le miro fijamente y arqueo una ceja a modo de interrogación. Sí, sí, en un claro "¿Y tú qué coño miras?". Dejándole saber que ahora, además de tetas, también tengo carácter. Ya no soy una niña tonta y enamoradiza.

Espero que Derek sea tan listo como lo recuerdo, y capte mi señal a la primera. Pero claro, se me olvidada que Derek no es como los demás, al menos, no como los hombres con los que suelo lidiar yo.

Él siempre tuvo el don de hacerme rabiar, de ponerme nerviosa y, a su vez, hacer que me gustase sentirme tan débil ante él.

Clavo los codos en la mesa y me hago leves círculos en las sienes con los dedos, mientras Derek sigue sometiéndome a su mirada azulona.

-Aquí tiene señora - dice Alise mientras desliza un bol de macedonia, un zumo de naranja y un par de tostadas, entre mis codos.

Agarro una tostada y le doy un mordisco. Me deleito ante el sabor de la mermelada de melocotón impregnando mi boca, y hasta cierro los ojos para que así parezca que se intensifica el sabor.

Norah Fox Where stories live. Discover now