Capítulo 18.

492 23 2
                                    

Lo había conseguido.

Había reducido a su ejército a cenizas mientras dormían, sin embargo, el príncipe no solo los tenía a ellos.

La batalla acababa de comenzar.

Robert había mandado a su amigo Eddard Stark hacia Desembarco del Rey para reclamar el trono en su nombre, mientras él se encargaba en persona de Rhaegar.

Mientras cabalgaba con la pesada armadura de los Baratheon, recordaba las últimas palabras de su fiel amigo.

-Por favor, Robert, no matéis a Rhaegar…

-Le abriré la cabeza con mi mazo –fue lo único que respondió antes de cabalgar con su ejército.

Eddard, resignado, llevó a sus hombres a Desembarco del Rey, donde sabía que se enfrentaría a los fantasmas de su padre y su hermano muertos.

Mientras tanto, Robert ya había llegado al Tridente, donde había cogido desprevenido al mismísimo príncipe, que estaba ante él, con su reluciente armadura con el dragón de tres cabezas de los Targaryen incrustado en rubíes. Con su yelmo alado y su espada dorada.

A Robert le ponía enfermo. Cogió su mazo y le asestó el primer golpe. El golpe que le rompió una de las alas del yelmo, pero que no desequilibró al príncipe.

Este rodó sobre sí mismo para ponerse detrás de él y clavarle la espada en el hombro derecho.

Robert apretó la mandíbula ante el dolor. No gritaría, no mostraría signo alguno de dolor. No le daría ese gusto al hombre que se había llevado a la mujer a la que tanto amaba.

Se deshizo del príncipe e intentó herirle con su mazo, sin llegar a lograrlo. El príncipe era más rápido que él.

Robert aprovechó un descuido del príncipe y le dio con su maza en la pierna derecha.

El príncipe cayó al suelo, con la espada en la mano.

Esa era la oportunidad que Robert estaba esperando.

Levantó el mazo y este impactó contra la armadura del príncipe, derramando sus rubíes por las aguas.

El príncipe quedó tumbado boca abajo, intentado respirar, sin conseguirlo. Cada bocanada de aire, era una bocanada de sangre.

El príncipe pensó que moriría desangrado, pero Robert quería terminar con aquello.

El último pensamiento de Rhaegar fue el rostro de su amada, sonriendo, con un bebé al que no conseguía verle el rostro.

El príncipe pronunció a duras penas el nombre por el de que deseaba llamar a aquel bebé.

-Jon... –se ahogó con su sangre, y Robert volvió a impactar el mazo contra su pecho, matándolo, creyendo recuperar así a su amada.

El Príncipe que Fue Prometido.Where stories live. Discover now