Capítulo 1.

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El sonido de las espadas la reconfortaba más que cualquier otra cosa.

Miró los lejanos muros de Invernalia, deseando poder coger un caballo y marcharse.

Aquel día conocería a su prometido, Robert Baratheon, el señor de Bastión de Tormentas, allá en el sur.

Su padre, Lord Steffon Baratheon, el anterior señor de Bastión de Tormentas, había muerto en un naufragio junto a su esposa, Cassana Estermont, a poca distancia de su fortaleza, después de volver de las Ciudades Libres.

Todos decían que era un hombre muy atractivo, el sueño de toda doncella, decían. Decían y decían, pero Lyanna no estaba tan segura de que aquel hombre pudiera enamorarlo, ni siquiera estaba segura de que algún hombre lo enamoraría alguna vez. Ella quería ser como su hermano pequeño, como Benjen. Quería poder blandir una espada sin que a nadie le resultara tan extraño, quería tirar con arco desde su caballo como los antiguos hijos del bosque, pero era una mujer, y por si fuera poco, una dama, y jamás podría hacer nada de eso.

-Lady Lyanna -la Vieja Tata entró en su habitación como si fuera un fantasma, siempre tan silenciosa.

A Lyanna le agradaba aquella anciana. Sonrió al verla.

-Vuestro padre os manda llamar, quiere hablaros sobre vuestro joven prometido.

Lyanna estuvo tentada de ignorar la llamada de su padre y quedarse en la habitación, pero una dama no debía comportarse como una vulgar campesina.

-Decidle que enseguida iré, antes debo vestirme.

-Como ordenéis -la Vieja Tata hizo una profunda reverencia y se marchó.

Lyanna llevaba un vestido demasiado abrigado, pero en Invernalia hacía demasiado frío, un frío que a Lyanna le encantaba. La hacía sentirse viva, la hacía sentirse bien. Le alegraba sentir el frío en sus mejillas, los copos de nieve enredados en su pelo, el hielo correr por sus venas.

Se puso un sencillo vestido azul con un cinturón plateado. Sobre sus hombros se echó un grueso abrigo de piel de gatosombra. Sin más demora, se marchó para hablar con su padre.

En el salón principal era donde su padre tenía su gran trono de piedra.

Tiempo atrás, los Stark habían sido los Reyes del Norte, antes de que Torrhen Stark se sometiera ante Aegon el Conquistador.

Ahora tan solo eran los Guardianes del Norte y los señores de Invernalia.

Allí, sentado en aquel trono, Lord Rickard Stark, con su rostro hosco y afilado, y aquella larga barba blanca como la nieve, atendía las necesidades de sus vasallos.

-Mi señor, los salvajes han vuelto a atacar nuestras aldeas, han matado a los animales y se han llevado buena parte de nuestras pertenencias.

-Vuestras pertenencias os serán devueltas y os daremos los animales que habéis perdido.

-Gracias, mi señor -el vasallo se inclinó y se marchó.

-Por hoy termina la audiencia -anunció el señor de Invernalia mientras se ponía en pie.

Brandon, el mayor de los cuatro hermanos y heredero de Invernalia, que estaba a su lado, también se levantó de su asiento.

Lord Rickard Stark, llevaba a su heredero a todas las audiciones con nobles, vasallos, grandes señores o incluso con el propio rey.

Brandon Stark era un joven alto, de pelo y ojos negros como una noche sin luna, y fuerte, atractivo para todas las damas de Invernalia.

Brandon y Lyanna eran tan parecidos en el físico como en el carácter, ambos apasionados, ambos rebeldes, ambos serios, ambos soñadores, ambos sumamente atractivos.

El Príncipe que Fue Prometido.Where stories live. Discover now