Capítulo 11.

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Las hermanas silenciosas atravesaron los muros de Invernalia bajo los atentos ojos de los presentes.

Benjen había salido del castillo en cuanto el maestre Wallys le informó de su llegada.

Eddard las miraba impasible, rezando. Rezando porque las hermanas solo estuvieran de paso.

Rezando porque los cuerpos que traían no fueran los de su señor padre y su hermano mayor.

Hacía más de dos meses que los señores Stark se habían marchado hacia Desembarco del Rey y no habían vuelto a tener noticias de ellos.

Las hermanas detuvieron su marcha y miraron a Eddard. Este avanzó hasta uno de los ataúdes.

Lo abrió y las dos lágrimas cayeron por su rostro inexpresivo.

Cerró los ojos con fuerza y se dejó caer de rodillas en el suelo, ante el cuerpo inmóvil de su señor padre, o al menos, de lo que creía él que era su padre.

Aquel cuerpo estaba al rojo vivo, quemado, como si lo hubieran metido en las brasas de un ardiente fuego. Ni siquiera quiso pensar en la posible muerte de su padre.

El corazón de Eddard estalló como el hielo al romperse. De repente se sintió solo, muy solo, solo en una oscuridad que lo envolvía todo.

Tan solo el grito de dolor de su hermano pequeño lo despertó de su trance, pero Eddard no le miró, tan solo siguió mirando el cuerpo de su padre.

-¡RHAEGAR!

Escuchó más gritos y los cascos de un caballo alejarse.

Una voz le habló, pero él no podía escucharlo. Alguien le zarandeó suavemente de los hombros y consiguió escucharlo.

-...ha escapado -Ser Rodrick lo miraba pálido, inexpresivo, preocupado.

-¿Quién? -la voz del nuevo señor de Invernalia era apenas un susurro lejano.

-Vuestro hermano Benjen, mi señor, ha escapado hacia Desembarco del Rey tan solo con una espada para vengar las muertes de vuestro señor padre y vuestro hermano Brandon.

Eddard intentó tragarse todo aquello.

-Id a por él -consiguió decir.

Ser Rodrick dio una orden de la que Eddard no fue consciente.

A duras penas, Eddard se levantó del suelo y fue hasta el cuerpo de su hermano mayor.

Su hermano estaba en mejores condiciones que su padre.

Tenía la cara pálida, propia de un muerto, pero el cuello tenía signos de haber sido estrangulado con una cuerda.

Eddard también se derrumbó ante el cuerpo de su hermano mientras le acariciaba las manos, entrelazadas, portando una espada.

Al menos, el rey había tenido la delicadeza de devolverles a su padre y hermano con ropas y sus espadas.

-Deberíamos encargar a algún escultor que haga las estatuas de vuestro padre y vuestro hermano, mi señor -añadió Ser Rodrick.

-Tenéis razón -susurró-. Traedme a Hielo.

Ser Rodrick se alejó en busca de la espada del difunto Rickard Stark.

Desde tiempos inmemoriales, aquella espada fue portada de Stark en Stark. Los señores de Invernalia se la pasaban a sus herederos para que la pudieran blandir como sus antepasados, y el destino había querido que aquella espada fuera a parar a las manos de Eddard, y no de su hermano Brandon, como cabía esperar.

Ser Rodrick le tendió la espada y Lord Eddard examinó su hoja de acero valyrio.

No estaba quebrada. No estaba oxidada. El tiempo no pasaba para la vieja Hielo.

Lord Eddard se levantó con ayuda de la espada y la envainó en su cinturón.

-Ser Rodrick -llamó Eddard-. Encargáos vos mismo de buscar a un escultor para las criptas de mi padre y mi hermano.

Ser Rodrick asintió y se marchó.

Eddard entró en sus aposentos para descansar mientras seguía la búsqueda de su hermano Benjen.

Ahora, Eddard era el nuevo señor de Invernalia. El heredero de los Stark. El Guardián del Norte. El Rey en el Norte, si Torrhen Stark no se hubiera postrado ante el rey Aegon el Conquistador.

Ahora, sería conocido por el título de Lord Eddard Stark. Y ahora, tendría que zanjar los asuntos que su señor padre y su hermano Brandon tenían pendientes.

El Príncipe que Fue Prometido.Where stories live. Discover now