Capítulo 4.

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Las Justas comenzaron más temprano de lo que le hubiera gustado a Lyanna.

Después de una noche entera de baile, música, comida, vino, y una breve conversación con el mismísimo príncipe, Lyanna no estaba con muchos ánimos de ir a presenciar la inauguración del torneo, sin embargo, su hermano Brandon insistió demasiado, así que tuvo que asistir. Otro de los motivos por el que fue era porque Lord Robert competiría en el torneo cuerpo a cuerpo, y el último motivo, sería la presencia del príncipe en las Justas.

Lyanna no pudo conciliar bien el sueño pensando en el día después de su charla a media noche con el príncipe. Estaba segura que el príncipe no recordaría nada de su conversación, pero a la joven Lyanna se le había quedado grabada con fuego en su memoria.

Aquel día, Lyanna vistió los colores negros y dorados de los Baratheon, a petición de su hermano Eddard. Opinaba que si Robert veía a Lyanna apoyarlo, ganaría por ella las peleas.

Sentada junto a Benjen y Brandon Stark, Lyanna miraba a todos lados con la esperanza de encontrar los cabellos dorados del príncipe, o sus ojos violetas mirarla.

Los únicos ojos violetas que encontró en los asistentes fueron los del rey Aerys y Lady Ashara Dayne, quien había invitado a Eddard a sentarse junto a ella.

Ambos se sentaron varios metros más alejados de los hermanos Stark.

Lyanna agradeció el buen corazón de Eddard al no contar nada de lo ocurrido entre ella y el príncipe la anterior noche.

Cuando el señor de Harrenhal lo ordenó, el torneo quedó oficialmente inaugurado.

Un caballero de extraña armadura fue el primero en pelear contra uno de los cuatro hijos de Lord Whent de Harrenhal, desmontándolo.

Otro caballero igual de misterioso derrotó a un segundo hijo de Lord Whent.

Dos eran las Justas que se hacía en un día. Después, las competiciones cuerpo a cuerpo, el torneo de bardos, una prueba de arquería, una competición de lanzar el hacha y una carerra de caballos sería lo que los mantendrían ocupados el resto del día, además de un gran festín todas las noches hasta que los nobles señores de las nobles casas se marcharan de vuelta a sus castillos.

Después de las Justas, la gente salió de allí tras una larga hora sentados. Algunos fueron a comer, otros a beber, otros a entrenar para la batalla cuerpo a cuerpo y otros se quedaron en sus asientos hablando.

Lyanna se marchó con sus hermanos, excepto Eddard, quien había decidido quedarse para hablar con Lady Ashara.

Mientras caminaba sin rumbo, alguien la tomó delicadamente de la mano.

-Mi joven señora, ansiaba veros -Lyanna sonrió, cortés, ante el distinguido encanto de su prometido Robert-. ¿Puedo saber a dónde os dirigís?

-Hacia el bosque de dioses, mi señor. Quería rezar antes de la pelea por vos y vuestra incuestionable victoria.

-Os estoy enormemente agradecido, mi señora. Hoy, mi victoria os la dedicaré a vos, como el resto de ellas.

-Lord Baratheon -un joven chico, de la misma edad que Lyanna, de cabellos rubios y ojos esmeraldas se plantó frente a Robert. Lyanna conocía a aquel chico, o al menos, conocía los rasgos característicos de su casa, y también aquel león dorado que rugía orgulloso en su armadura. Jaime Lannister-. El rey quiere veros para hablar con vos sobre el torneo cuerpo a cuerpo.

-En seguida iré, Ser Jaime, antes quiero despedirme de mi prometida.

-Como deseéis, señor -Jaime Lannister le hizo una profunda reverencia al señor de Bastión de Tormentas y luego se volvió hacia Lyanna-. Lady Stark -otra reverencia más y Jaime Lannister desapareció, y con él el brillo dorado de sus cabellos. Sin duda, Ser Jaime Lannister era muy atractivo, otro de los delirios de las damas de Roca Casterley. A pesar de que aun no merecía llamarse Ser, ya que el rey todavía no lo había nombrado Guardia Real, aquel título estaba en la boca de cualquier persona que quisiera referirse a él.

El Príncipe que Fue Prometido.Where stories live. Discover now