Capítulo 9.

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-¡Iremos contigo!

-¡Os he dicho que no! -gritó el señor de Invernalia.

Benjen y Eddard se quedaron en silencio.

No había pasado ni una semana que su hijo Brandon se había marchado a Aguasdulces para casarse con Lady Catelyn Tully y lo habían arrestado por conspirar para asesinar al príncipe Rhaegar.

El rey le había mandado un cuervo donde se lo obligaba a asistir para responder ante los crímenes de su heredero.

Por supuesto, sus hijos menores querían ir con él para aclarar las cosas y poder luchar si la cosa se torcía.

Lord Rickard había intentado que sus hijos no se enterasen de la muerte de sus vasallos, sin embargo en Invernalia las noticias se extendían rápidamente, y no tardaron en llegar a oídos de sus hijos las muertes de los caballeros. Eddard montó en cólera y Benjen trató de escaparse varias veces, por lo que Lord Rickard tenía muy controlados a sus hijos.

Lord Rickard miró a sus hijos, echando de menos a aquellos bebés llorones. Ahora eran hombres, hombres que manejaban la espada mejor que cualquier otra cosa, hombres que deseaban yacer con mujeres, y hombres con sed de venganza.

-Escuchadme, ahora sois lo único que me queda. Vuestro hermano está encerrado en las mazmorras de Desembarco del Rey y no quiero ni pensar cómo ni dónde estará vuestra hermana -Lord Rickard cerró los ojos al imaginarse el peor destino reservado para la joven Lyanna-. Siempre ha de haber un Stark en Invernalia.

-Pues quedad aquí a Benjen y dejad que os acompañe -rogó Eddard-. Por favor, padre. Os lo suplico.

Lord Rickard miró por última vez a sus hijos antes de montarse a lomos de su joven caballo.

-Ser Rodrick, os nombro castellano de Invernalia hasta que mi hijo y yo volvamos. Cuidad de que ninguno de mis hijos salga de aquí. Pedid consejo al maestre Wallys cuando necesitéis ayuda con los asuntos de Invernalia.

Eddard y Benjen miraban a su señor padre enfadados, indignados, deseosos de acompañarlos.

-Cuando vuelva, me acompañaréis a por vuestra hermana. Os lo prometo.

Y así se marchó el señor de Invernalia.

Sus hijos maldijeron al rey Aerys por haber encarcelado a su hermano, y al príncipe por haber secuestrado a su hermana.

"Me las pagarás, príncipe" pensó Eddard mientras veía a su padre marcharse. "Lo juro por los dioses"

Mientras, Lord Rickard tan solo podía pensar. Pensar en el destino de su hijo, en el destino de su hija, en el destino de sus hijos menores, y en su propio destino. Sabía que algo horrible le esperaba en Desembarco del Rey.

Tras cuatro días y tres noches de camino, al fin llegaron a la Fortaleza Roja.

Lord Rickard se presentó ante los vigilantes, que le dejaron pasar, a él y a su caballería.

En el Salón del Trono, el rey estaba sentado en su trono, rodeado por sus vasallos y su Guardia Real.

Lord Rickard hincó la rodilla en tierra para reverenciar a su rey.

-¡Dejaos de tonterías, Lord Stark, estáis aquí para responder ante los crímenes de vuestro traidor hijo!

-Con su debido respeto, Alteza, mi hijo no es ningún traidor.

-Traspasó los muros de mi castillo gritando la sangre de mi hijo, ¿¡acaso eso no es de traidores!? -rugió.

-Tan solo quería...

El Príncipe que Fue Prometido.Where stories live. Discover now