Cuarenta y cuatro días después

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Pedaleé sin hacerle caso al dolor de piernas que me consumía de a poco por mi bicicleta que tenía hacía años. Empecé a tirar folletos por donde sea. Tenía la esperanza de que alguien daría una pista sobre el paradero de Logan. Sin embargo, algo en mi interior se rompía mientras pasaba las horas sin saber nada de él. Estaba tan acostumbrada a verlo a menudo. Siendo así, que su partida me dolió como nunca imaginé.

Volví a casa cansada, sin ganas de nada. Mis papás aún estaban en el trabajo, por lo que tenía la casa sola. ¿Qué podría hacer sin el inexpresivo de mi amigo? Absolutamente nada.

Me dejé caer sobre mi cama, mi vista cayó al techo. Permanecí en ese estado de inmovilidad hasta que tocaron la puerta. Una fuerza sobrehumana hizo que me levantara al primer toque, seguido de una carrera de mi habitación hasta la puerta.

La abrí sin preguntar quién era.

—Hola— Dijo con una pequeña sonrisa.

—Hayes...— Respondí, fijandome en su semblante tierno. —Pasa.

Él negó.

—Supe lo de tu amigo— Espetó. —Lo lamento mucho, Lindsey. Mis amigos y yo salimos cada tarde para buscarlo.

Lo observé detenidamente, buscando algo que delatara si era una broma. Pero no. Él lo decía en serio.

Suspiré, bajando la vista.

Todos en Bolívar se disculpaban conmigo o cosas por el estilo. Un «mis más sentidos pésame» No encontraría a Logan. Esas palabras sólo agrandaban el vacío que yacía en mi interior.

No dije nada, sin duda ya no tenía fuerzas para agradecer a alguien por sus disculpas. Hayes no era la excepción. Pero me alegraba que ayudara a encontrar a Logan.

—Gracias— Musité.

Sin previo aviso, Hayes me abrazó con fuerza. Tuve que parpadear varias veces para asimilar su movimiento hacia mí. Pero yo no lo abracé. No podía.

—Él aparecerá- Dijo Hayes. —Te lo prometo.

Y se fue.

Cada noche me preparaba un café y hablaba en mi balcón como si Logan estuviese ahí. Nadie respondía, pero me sentía bien. Algunos pensarán que me volví loca, pero no, la locura estaba muy fuera de mi alcance.

Al día siguiente, el desenlace de mi día no fue muy bueno que digamos. Pues, para empezar, mis notas en la escuela no fueron de todas excelente, para continuar, recibí el sermón más grande de mi vida, pues la maestra de filosofía se enojó porque me dormí en su clase. No tenía ánimos para nada, siendo así, que el cansancio siempre se mantenía en mi sistema. Y para finalizar mi mala suerte: aún no tenía rastros de Logan. Ni una sola pista.

Por las siguientes noches siempre me preguntaba si lo volvería a ver, o dónde estaba. Pues el tema del secustro estaba descartado, la policía decía que no fue secuestrado, sino por voluntad propia decidió desaparecer.

¿Por qué? ¿Por qué se fue sin decir nada?

Él era mi único amigo en esta ciudad. Extrañaba sus palabras frías y el olor de sus cigarrillos. Extrañaba todo de Logan.

Lo que nos uníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora