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Desde donde estoy sentada escucho el sonido de las llantas chirriando contra el pavimento, frenan con brusquedad, y después solo se oyen unos pasos acercándose con rapidez. Se agacha sin importar lo mucho que se ensucie el carísimo pantalón que está usando, se ve agitado.

—Phoebe, ¿Qué pasa? —Es su voz, al verle no puedo hacer más que llorar. No puedo controlarme, me tiemblan las manos. —Háblame por favor.

Intento atender su súplica, pero mi lengua está pegada a mi paladar, soy solo lágrimas. Llena de tristeza y embargada por la decepción que de poco a poco me están matando, siento mi corazón estrujando, deseosa de poder gritar a los cuatro vientos lo que me ocurre, pero me da una terrible vergüenza que no me deja hacerlo.

—Me preocupas, cariño. ¿Qué haces aquí? Y sola... Ven, voy a llevarte a tu casa. —No, por favor.

—No, allí no. —Consigo decir con la voz entrecortada. —No. No quiero.

—Siento que debemos hablar, si no quieres ir a tu casa, vamos a la mía. —Me ayuda a estar en pie. — ¿Qué te han hecho? —Susurra, no puedo verle, mi mirada se dirige al suelo. ¿Qué pensará al saber que mi padre pasó lo que él? Con la diferencia de que lo disfrutaba.

Ya dentro del auto apago el móvil, no necesito de nadie más. Conduce por la ciudad con tranquilidad, en ocasiones puedo sentir su mirada en mí. Gruñe un par de veces al escuchar que su móvil suena, sin embargo; no se preocupa en cogerlo, me abrazo y apoyo la cabeza en la ventana, cierro los ojos con la esperanza de que al abrirlos todo sea una mentira, no funciona, los abro y el dolor continúa ahí, viviendo en mi interior.

Siempre le miré como un ser digno de admiración, lo tenía en un pedestal, que razón tenía Ava al decir que esa verdad me abriría los ojos, me quería ver sufrir, alguien debería informarle que lo consiguió. Toda una vida complaciendo a dos personas falsas, tantas veces que pidieron hacer sus porquerías en mis narices, me duele, me destruye saber que intenté ser la hija perfecta, seguí sus reglas, traté de no desafiarlos demasiado y todo para nada. No puedo dejar de recordar las imágenes, golpean una a una hasta convertirse en una presentación de todas y cada una de ellas. Su cuarto, tienen una habitación dedicada a eso. La sensación de asco de forma en mi interior, de pronto unas terribles ganas de vomitar brotan.

—Detente Paul. —Le suplico llevando la mano a mi boca. Lo hace, y dos segundos después estoy afuera, liberándome de la opresión que conlleva contener las ganas de vomitar.

De pronto sus manos sostienen mi cabeza, escupo y me limpio la boca con la manga de mi chaqueta. Nos encontramos frente a frente, no tengo fuerzas para estar en pie.

—Phoebe. —Le escucho decir antes de que todo se vuelva negro.

Oscuridad.

***

Despierto en un lugar que no conozco. Estoy en la cama con un edredón cubriéndome, que mal me siento. Tengo un dolor insoportable de cabeza, me siento en la cama para buscar alguna señal que me indique dónde estoy, no tardo mucho en hacerlo, en el buró está la mejor pista, una foto de la familia Zimmerman. La observo durante un breve instante, para luego levantarme, mis zapatos no están, por lo cual camino descalza por la habitación en busca de ellos, pero no los encuentro. Escucho voces que van acercándose poco a poco, volteo hacia atrás para encontrarme a la abuela Grace con Paul a su lado.

—Lo siento, pero me asusté y le he llamado. —Se disculpa él. —No sabía que otra cosa hacer.

—Y has hecho bien, muchacho. —Da toques pequeños en su hombro. — ¿Podrías dejarnos a solas, Paul? Por favor.

—Por supuesto, si necesitan algo estaré abajo.

Gira sobre sus talones y cerrando la puerta, desaparece. No digo nada, si ella no lo sabe... ¿Y si está enterada?

LA HIJA DE GREY (ONE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora