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Es un día más, pero no uno cualquiera. Este día está marcado para que mi libro al fin salga a la luz. ¿Emocionada? No, eso es muy poco para describir todo lo que estoy sintiendo ahora mismo. Termino de amarrar mi pelo rebelde, lo he heredado de mamá, cien por ciento segura de ello. Bajo para intentar hacer algo productivo con mis horas, hoy me he levantado demasiado temprano para tomar el desayuno con mis padres y Ted, después de eso no me pude dormir, suma un poco más del medio día. Gail ha preparado un exquisito plato de macarrones para las dos, no me agrada comer sola cuando estoy en casa. Sé que en algún punto del día voy a morir de sueño. De espaldas en el sillón está una mujer sentada, trae cabello oscuro.

— ¿Tía Mía? —Nadie me dijo que vendría hoy, se ha cambiado el color de cabello, otra vez. En mis años de vida le he visto ir del rubio al negro unas diez veces. — ¿Cómo estás?

—A ver, Phoebe. Vamos a dejar algo muy en claro: Dime Mía, solamente Mía y ya, con eso de llamarme tía, sólo provocas que envejezca veinte años.

—Joven no estás. —Le digo dejándole un beso en la mejilla.

—Para mi espíritu, aún lo soy. Lo importante está en tu mente, cariño.

— ¿Se te ha pegado lo del tío Ethan?

—Ese hombre está muy loco. —Hace círculos con su índice sobre la cien, río, ya sé lo que se viene. —Me dijo que debería pensar en sentar cabeza, y yo le respondí que él debía analizarse. Dime tú.

Suelto una risotada, desde que tengo mis sentidos activos, es su canción. No piensa casarse, ni tener hijos y menos unirse a alguien para siempre.

—Ya dile que sí, mujer. El pobre hombre lleva esperando mucho tiempo

— ¿Te imaginas el resto de mi vida con un jodido loco? Ethan es guapo, un médico realmente bueno, una maravillosa persona y puede que me guste, pero de eso a tomar las riendas y empezar algo más serio, déjame pensar... No.

—Llevas con él muchos años, es el momento para darle el sí. Vamos, que eres la única de la familia Grey que no presenta un nieto, así medio... Explosivo, alocado pero hermoso.

—Ni loca. —Dice moviendo sus manos al aire. — ¿Para qué papeles y ataduras si la libertad es buena?

—A esta edad ya no te haces nueva. —Me siento en el sofá con una enorme sonrisa.

— ¿Qué usarás hoy? —Cambia la conversación, Grey tenía que ser. — ¿Algún diseño especial?

—No. Bueno, no mucho; pero sí he copiado el vestido que tiene mamá en la foto de su graduación, ya sabes, ni tan serio ni tan pomposo. Claro, le he cambiado algunos detalles como el color, es rojo, lindo color ¿No?

— ¿Te preparas para cuando te llamen del infierno? —Increpa burlona, aunque me causa gracia, llevo mis manos al pecho. —Mira ya, no pongas esa cara, fue un bromita cariño.

—Para bromas las mías. —Le lanzo un cojín a las piernas.

—Más respeto jovencita. —Toma su bolso, como buscando algo extraviado. —Te he traído un pequeño obsequio.

Saca una caja pequeña, envuelta en papel dorado y me lo entrega, me indica que lo abra. Quito con cuidado la envoltura dejando la caja expuesta. La destapo encontrándome una cadena con un dice en forma de P.

—La P de Phoebe. —Sonríe. —Gírala.

Hago lo que me indica, delicadamente tiene inscrito:

«Si lo puedes soñar, lo puedes hacer»
Walt Disney.

—Una frase apropiada. Tu vida recién empieza Phoebe, y debes saber que nada será fácil, por más que mi hermano se empeñe en planear todo, en ocasiones deberás hacerlo sola. Lo conseguirás, pero depende de ti y el empeño que le pongas a lo que haces. —Mis ojos pican. —Hoy das tu primer paso y luego aprenderás a correr, pero hay algo importante: Nunca olvides de dónde vienes, ni quienes estuvieron contigo siempre. Quiero que la uses y cada vez que sientas que no puedes, recuerdes que muchos confiamos en que lo lograrás.

LA HIJA DE GREY (ONE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora