-¿Cuándo ensayaremos?

-En hora de clase supongo y quizás algunas horas extra.

-Lo estaba extrañando –confesé.

-¿Sabes qué extrañaba yo? –dijo aguantándose una sonrisa.

Le pregunté con la mirada.

-Tú, en mallas –dejó escapar y empezó a reír a carcajadas.

-¡Oye! –protesté.

Ella sonrió tratando de aguantar la risa y me dio un beso en la mejilla.

-Te veías tan...

-¿Poco varonil? –inquirí.

-Estaba recordando algo que les dije a mis amigas una vez...

-¿Gay? –reí –esto tiene que ser broma.

-Claro, los gay no usan mallas, pero tú sí llegabas a ese punto.

Miranda reía cómo nunca.

-Eres cruel –sonreí y comencé a atacarla con cosquillas.

-¡No! –soltó un chillido entre risas tratando de zafarse.

Le comencé a dar como besitos en el cuello sabiendo que eso le daba aún más cosquillas. Ella seguía riendo y tratando de liberarse y en todo eso no sé cómo caímos a mi cama.

-Para –pidió entre risas –Chris, para.

También riendo le hice caso. Ella se incorporó intentando calmarse.

-Sonso –dijo riéndose y tirándome una almohada.

-¿Tienes el segundo libro? –cambié sin querer de tema al acordarme de la nada del libro.

-¿Ya acabaste? ¿Tan rápido?

-Cada vez más rápido –comenté ligeramente orgulloso.

-Ven a buscarlo mañana –dijo pasándose a su cuarto.

-Pero... pero me lo puedes dar ahora –protesté algo suplicante.

Miranda me dio un rápido beso en los labios antes de cerrarme el bloque en la cara.

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-Jade –saludé sorprendido a la chica.

-Miri, no sabía que tenías visita –dijo ella saludándome con una sonrisa, aunque no parecía muy sorprendida.

-No te preocupes, yo tampoco me la esperaba –me lanzó una miradita.

-Si quieren me voy.

-No hay problema –dijo Jade luego añadió –miren, aprovechando que hay sol... ¿No quieren ir afuera?

Miranda y yo nos miramos desconfiados.

-Pensé que me querías contar algo... –comenzó a decir ella.

-Vamos... -pidió nuevamente Jade.

-Creí que odiabas el sol –le dije.

-Jamás –rió.

-Bueno, salgamos –aceptó Miri.

-No entiendo por qué tanto afán en venir al jardín –dije sin darme cuenta que me había adelantado solo.

Me volteé lentamente y al hacerlo dos globos de agua enormes me reventaron encima.

-Las voy a... –susurré.

-Chris ¿qué pasó? –junto a la reja, matándose de risa, estaba Michael.

Otros globos de agua volaron y le cayeron entre las carcajadas de las chicas.

-¿Chris? –dijo mi amigo quitándose un trozo de globo del pelo con supuesta calma.

-¿Sí? –pregunté tratando de quitarme el agua de la cara.

-¿Las matamos?

-Estate seguro.

Fue toda una pelea. Les robamos los globos (luego supuse que Miri y Jade habían planeado mi ataque), las atacamos, perseguimos. En un momento Miranda se distrajo y acercándome cuidadosamente por detrás la apunté con la manguera.

-¡Ahora! –exclamé mientras que Jade gritaba "¡Miri, cuidado!"

Demasiado tarde. Michael abrió la llave del agua y ella quedó totalmente empapada.

-Chris... -dijo Miranda en un tono suave, firme y calmado más peligroso que un grito.

Yo con las justas podía respirar de la risa.

-¡Te voy a matar! –chilló y riendo me saltó encima.

No sé cómo la tomé en mis brazos y aún cargada la besé. Jade y Michael nos tiraron agua y nos empaparon con la manguera pero los ignoramos. Tras esto hubo una especie de cambio e equipos y fuimos nosotros contra ellos. Michael se sacó de pronto el polo y lo dejó a un lado. Jade le lanzó una mirada rápida lo que me dio risa hasta que vi que Miri hacía lo mismo y tengo que reconocer que me puse algo celoso.

-Vamos, hombre –se dirigió a mí mi amigo –haz lo mismo, es mejor. Y ustedes también chicas.

Como respuesta le cayó un baldazo de agua. Encogiéndome de hombros y porque en realidad era una buena idea, lo imité. Ahora me cayeron las miraditas a mí causándome entre risa y que me sentí algo incómodo. Dejé mi polo junto al de Michael para que se seque. Luego, con Miri, los seguimos atacando con los globos hasta que los acorralamos contra la casa. Michael le susurró algo a Jade y ella asintió. De la nada salieron corriendo contra nosotros gritando como locos y ahogándose de la risa. No sé cuánto rato estuvimos ahí antes de que la mamá de Miri nos interrumpiera trayéndonos toallas e invitándonos a tomar un aperitivo.

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-Miri ¿qué significa esto? –pregunté tratando de ocultar cualquier emoción al mostrarle el dibujo.

Era muy parecido a uno que había visto hacía bastante tiempo, uno de una mano saliendo de las sombras.

-¿Estás teniendo pesadillas de nuevo? –insistí poniéndole el dibujo enfrente.

Ella pasó rápido a mi lado ocultando el rostro y me arranchó el papel de las manos.

-Creí que habían parado –dije suavemente aunque estaba preocupado y quizás algo ofendido porque no me había contado.

-Solo las tuve un par de veces antes –protestó sin voltearse –ahora último solo han sido dos veces. No me pareció tan importante.

-¿Miranda? –su mamá tocó la puerta justo cuando estaba abriendo la boca para contestar.

Nos miramos alarmados y Miri me empujó rápidamente al ropero para luego correr a colgar el cuadro y tapar el hueco en la pared.

-Pasa, ma.

Terminé de cerrar la puerta del armario y me pegué a la pared del fondo hasta chocar con la puerta del baño. Escuché un ruido extraño que venía de ahí y por lógica solo podía ser producido por el papá de Miranda. ¿Qué estaría haciendo? Abrí ligeramente la puerta al baño intentando formar una pequeña rendija para ver. Justo cuando comencé a distinguir algo oí como se abría la puerta del armario a mis espaldas. Cerré la puerta del baño y me escondí en la parte más oscura del armario.

-¿Chris? Ya puedes salir –susurró Miri.

-Me he sentido muy raro ahí escondido –le dije con una sonrisa.

-Eso por entrar por la ventana y no por la puerta –se rió.

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Tras las pequeñas vacaciones de mayo el calor siguió aumentando. No podía dejar de pensar que ya casi había pasado un año de mi llegada. Aún recordaba cuando había llegado intentando odiar todo, especialmente la casa y ahora sentía que había vivido ahí desde que nací.

La Ventana de CementoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora