Capítulo 14

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-No puedo creerlo –mi voz sonó vacía –acabé –dije cerrando el libro lentamente –se acabó.

Miré hacia la ventana que estaba abierta. Me asomé. Miranda estaba con los audífonos puestos dibujando. Levantó la vista con una sonrisa.

-¿Qué pasa? –preguntó quitándose los audífonos.

-Ya... ya no hay más...

-Oh Dios ¿acabaste? –exclamó emocionada y se apuró a entrar a mi cuarto.

-No sé qué hacer...

Ella soltó una carcajada.

-Sobrevivirás. Todos lo hacemos.

Lentamente me paré y sintiéndome en semi-shock guardé el último libro junto a los otros seis. Mi pequeña repisa, que pensé que serviría solo para acumular polvo, tenía ahora varios libros.

-Esto es tan raro –comenté.

Miri sonrió.

-Es que...  -la miré –no entiendo ¿por qué me afecta tanto? –pregunté.

Ella se encogió de hombros.

-Te voy a pasar Percy Jackson.

-¿Qué? Pero... –empecé a protestar con flojera.

-Shhh –me calló –lo leerás.

Dejé soltar un resoplido.


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Cogí la manguera y la arrastré unos metros.

-Hola, chico –una voz me sobresaltó a mis espaldas.

Me volteé lentamente. Me sorprendí al encontrarme, al otro lado de la reja, sonriente, al papá de Miranda con una parrilla.

-Bueno días, señor –lo saludé dándole la mano.

-¿Regando?

-"Algo debo hacer por la casa" –cité a mi mamá tratando de no poner los ojos en blanco o sonar muy burlón.

Él rió y dijo que estaba bien. Acompañó su comentario con una sonrisa que me recordó un poco a la de Miranda. Al sonreír se le formaron unas pequeñas arruguitas junto a los ojos que daban un aspecto muy simpático.

-¿Van a tener una parrillada? –pregunté aunque la respuesta fuera bastante obvia.

-Sí, van a venir unos primos chiquitos de Miranda... ¿Quieres venir?

-¿Yo? –lo miré sorprendido.

-Sí claro, totalmente invitado –sonrió de nuevo de manera despreocupada.

-Bueno –le devolví la sonrisa –muchas gracias ¿puedo ayudarlo en algo?

Rió y asintió.

-¿Ves ese saco? –señaló un punto en su jardín. Cuando dije que sí añadió –es el carbón ¿me lo puedes alcanzar por favor?

-Por supuesto ¿Le molesta si paso sobre la reja?

-Para nada.

Pasé con facilidad sobre la pequeña reja blanca de un brinco y fui a traer el saco. Estuvimos como una hora prendiendo la parrilla y preparando la comida. Todo ese tiempo estuvimos hablando.  Resultó ser muy entretenido, una de esas personas con las que es fácil e interesante conversar. No me dio un típico discurso de padre ni me preguntó por mis "intenciones con su hija" ni nada por el estilo. Era increíblemente extraño lo mucho que disfrutaba conversar con él.

-¿Papá? ¿¡Chris!? ¿Qué haces aquí? –Miri exclamó acercándose sonriente y me besó.

Su papá carraspeó y al vernos rojos soltó una carcajada.

-Linda, ve y dile a tu mamá que esto ya está casi listo. ¿Tus primos ya llegaron?

-Ahorita voy, pa –sonrió –y sí, ya llegaron, están con la tía en la sala.

-Creo que Chris y yo debemos lavarnos las manos antes de saludar ¿vamos?

Asentí y lo seguí dentro de la casa.


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Le acaricié el pelo mirándola ensimismado. Me encantaba lo suave que era su cabello y cómo podía juguetear un poco con él. Ella, apoyada en mis piernas continuó dibujando. Sus primitos reían y jugaban a nuestro alrededor correteando alegremente por el cuarto.

-Listo Tommy, aquí está tu león –Miranda le alcanzó el dibujo al chiquitín.

-A ver... -rogó su hermano al instante.

-¡Mamá! ¡Mira lo que Miranda dibujó! ¡Mira mi león! –ambos chiquitos salieron corriendo dando gritos entusiasmados.

Miranda y yo reímos. Aprovechando que se había ido la besé. Ella sonrió y me devolvió el beso. En eso estábamos cuando oímos:

-Wacala qué asco.

-¿Qué pasa Tommy? Ay ¡Mami! ¡Chris y Miranda se estaban besando!

-¡Es asqueroso!

Ella y yo nos separamos de golpe. Nos miramos y explotamos en risas. Desde la sala nos llegaron las carcajadas de su papá a la que rápidamente se unieron su madre y tía.

-Ay Dios, que vergüenza –ella escondió su rostro en mi hombro riendo.

-No tendremos problemas ¿no?

Miri negó con la cabeza.

-Ya nos vieron ¿no? –pregunté –da igual si nos ven de nuevo...

Ella sonrió y me besó.


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"Se ha probado que el perfil del o de la asesina es el mismo que el del / la del pueblo que jamás fue encontrado/a. Ahora debe tener más de cuarenta años, es probablemente una persona solitaria, sin familia  o muchos amigos. Al dejar los cuerpos parece sentir culpa dicen los expertos pues los trata con cuidado."

Esas palabras procedentes del televisor sonaban como muy lejanas. ¿Qué hará mamá viendo tele a estas horas? Giré en mi cama y me dormí nuevamente.



La Ventana de CementoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora