Neve (Saga SEAL 1)

Capítulo 18

En cuanto me quedé sola en las instalaciones de la CIA me acomodaron en una habitación y me entregaron ropa nueva, prometiéndome que todo aquello sería algo temporal, solo hasta que tuviesen los papeles en regla y me pudiesen enviar a mi nuevo hogar con mi nueva identidad. Fueron tan amables conmigo que me sentí cómoda en seguida y mis nervios por no tener cerca a Hank y los suyos se disiparon un poco.

Durante los siguientes tres días me permitieron moverme libremente por las instalaciones, con la única condición de no salir fuera. Por mi seguridad, dijeron. Y yo los creí. ¿Por qué no iba a hacerlo? Además, Hank dijo que me ayudarían y yo confío en él.

Esos días me incluían en sus conversaciones, me acompañaban en las comidas y la mayoría me llamaba por mi nombre, aunque yo no fui capaz de aprenderme el de todos. Se sentía bien estar allí mientras esperaba mi traslado. Aunque me seguía preocupando perder mi nombre en aras de mi libertad, me sentía lo suficientemente segura como para saber apreciar la oportunidad que me estaban brindando. 

Pero el cuarto día algo cambió. Fue muy sutil, tanto que tal vez alguien que nunca ha tenido que huir podría pasarlo por alto, pero que yo sí lo noté en seguida. Algunas conversaciones terminaban durante unos segundos cuando yo entraba en la sala, ciertas personas desviaban su mirada cuando intentaba hacer contacto visual con ellos, otros me miraban fijamente cuando creían que no los veía. No quise alarmarme y traté de convencerme de que eran solo imaginaciones mías, de que me estaba volviendo paranoica de tantos años desconfiando de todo el mundo. Y aunque mi instinto me decía que debía largarme cuanto antes de allí, que ese cambio no era aleatorio, fingí que no me daba por enterada y seguí sonriendo a todos. Realmente quería creer que me iban a ayudar.

Fue entonces, cuando mi estrés estaba en su punto más alto, que Burke, uno de los hombres con los que había hablado Hank antes de irse, me informó de que sería trasladada muy pronto a un piso franco donde me explicarían todo el proceso del programa de Protección de Testigos. Y que unos días después de eso estaría ya disfrutando de mi nueva vida. El alivio que sentí fue inmediato, aunque duró tan solo un suspiro. Justo hasta que un par de horas después lo escuché, sin pretenderlo, hablando con alguien a quien yo no conocía.

-No quiero problemas, Burke. Si crees que sospecha, la sedamos para trasladarla y asunto resuelto. Por los informes que hemos obtenido sobre ella, no querrías verla enfadada. Y no voy a arriesgarme a que intente escapar o a que pida ayuda a alguien más.

-No te preocupes, ya me he encargado de que nada de eso no suceda. He informado a todos los agentes de que está implicada con Solomon así que la mantienen vigilada para que no pueda escapar hasta que la traslademos. Y ella cree que la llevaremos a un piso franco, no opondrá resistencia. Los cristales del coche estarán tintados así que no verá a dónde va hasta que ya estemos allí y me aseguraré de que alguna de las agentes que la acompañen la mantenga entretenida todo el camino.

-Hemos invertido mucho tiempo y personal para dar con ella. Y hemos estado desviando dinero de otros proyectos para poder acondicionar las instalaciones sin que nadie sepa de su existencia. No la vayas a cagar ahora, Burke. Esto es demasiado importante.

-Conseguí engañar a los seal, podré con una simple mujer.

-Una mujer que puede partirte en dos con su mente si le apetece, no lo olvides.

Después de aquello no quise seguir escuchando porque estaba claro que sabían de mí mucho más de lo que les habían hecho creer a Hank y a sus hombres. Y que probablemente tenían los mismos planes que Solomon para mí. Apenas conseguí llegar a mi habitación sin que las lágrimas delatasen mi estado y una vez en ella, dejé que saliesen hasta quedarme seca. No podía permitirme caer en la desesperación más tarde, cuando intentase escapar de allí. Porque escaparía. La vida me había dado suficientes palos como para quedarme esperando por más.