50Sombras de Bieber Cap 35

349 13 0
                                    


Cuando abro los ojos la veo resplandecer de orgullo.

Y tiene motivos para estar orgullosa. Ha sido una mamada de puta madre.

—¿No tienes arcadas?

La miro maravillado mientras recobro la respiración.

—Dios, ________... ha estado... muy bien, de verdad, muy bien. Aunque no  lo esperaba. ¿Sabes? No dejas de sorprenderme.

Hay que elogiar el trabajo bien hecho.

Un momento; lo ha hecho tan bien que tal vez sí tiene experiencia.

—¿Lo habías hecho antes? —pregunto, aunque no estoy seguro de querer saberlo.

—No —dice con evidente orgullo.

—Bien. —Espero que mi sensación de alivio no haya sido demasiado obvia—. Otra novedad, señorita Steele. Bueno, tienes un sobresaliente en técnicas orales. Ven, vamos a la cama. Te debo un orgasmo.

Salgo de la bañera algo aturdido y me tapo con una toalla alrededor de la cadera. Saco otra, la sostengo en alto, ayudo a ________ a salir de la bañera y la envuelvo en ella para dejarla atrapada. La estrecho contra mi cuerpo y le doy un beso, un beso de verdad. Exploro su interior con la lengua.

Saboreo mi semen en su boca. Le agarro la cabeza y la beso más profundamente.

La deseo.

A toda ella.

Su cuerpo y su alma.

Quiero que sea mía.

Miro esos ojos desconcertados y le imploro:

—Dime que sí.

—¿A qué? —susurra.

—A nuestro acuerdo. A ser mía. Por favor, ________.

Es lo más cerca que he estado de suplicar desde hace muchísimo tiempo. Vuelvo a besarla y en ese beso vierto toda mi pasión. Cuando la cojo de la mano, parece deslumbrada.

Deslúmbrala aún más, Bieber.

En mi dormitorio, la suelto.

—¿Confías en mí? —pregunto.

Asiente con la cabeza.

—Buena chica.

Buena, y preciosa, chica.

Voy al vestidor para elegir una de mis corbatas. Cuando vuelvo a estar frente a ella, le quito la toalla y la dejo caer al suelo.

—Junta las manos por delante.

Se lame los labios, y creo que, por un instante, se siente insegura, pero después me tiende los brazos. Le ato las muñecas deprisa con la corbata. Compruebo el nudo. Sí. Está fuerte.

Ya es hora de seguir con el entrenamiento, señorita Steele.

Sus labios se abren cuando inspira... Está excitada.

Le tiro con delicadeza de las dos trenzas.

—Pareces muy joven con estas trenzas. —Pero no van a detenerme.

Tiro mi toalla—. Oh, ________, ¿qué voy a hacer contigo?

La sujeto de los brazos, casi a la altura de los hombros, y la empujo suavemente hacia la cama sin soltarla, para que no se caiga. Cuando la tengo postrada, me tumbo a su lado, le agarro los puños y se los levanto por encima de la cabeza.

—Deja las manos así. No las muevas. ¿Entendido?

Traga saliva.

—Contéstame.

—No moveré las manos —dice con voz ronca.

—Buena chica.

No puedo evitar sonreír. La tengo tumbada a mi lado con las muñecas atadas, indefensa. Es mía.

Aún no se ha convertido en la mujer que deseo, pero nos vamos acercando.

Me inclino, la beso con delicadeza y le digo que voy a besarle todo el  cuerpo.

Ella suspira cuando mis labios se deslizan desde la base de su oreja hasta el hueco del cuello. Me veo recompensado por un gemido de placer.

De pronto baja los brazos y me rodea el cuello con ellos.

No. No. No. Eso no vale, señorita Steele.

Le lanzo una mirada furiosa y se los coloco de nuevo por encima de la cabeza.

—Si mueves las manos, tendremos que volver a empezar.

—Quiero tocarte —susurra.

—Lo sé. —Aun así no puedes—. Pero deja las manos quietas.

Tiene la boca entreabierta y su pecho se eleva con cada rápida inspiración. La he puesto a cien.

Estupendo.

Le levanto la barbilla y empiezo a descender por su cuerpo dejando un rastro de besos. Mi mano baja hasta sus pechos, mis labios ardientes la siguen. Con una mano sobre su vientre para inmovilizarla, rindo homenaje a sus dos pezones, los chupo y jugueteo un poco con ellos; están deliciosos cuando se endurecen en respuesta a mis caricias.

________ gimotea y empieza a mover las caderas.

—No te muevas —le advierto sin apenas separar la boca de su piel.

Voy dejando besos por toda su barriga, donde mi lengua explora el sabor y la profundidad de su ombligo.

—Ah... —gime, y se retuerce.

Tendré que enseñarle a estarse quieta...

Mis dientes rozan su piel.

—Mmm. Qué dulce es usted, señorita Steele.

Le doy pequeños mordiscos entre el ombligo y el vello púbico, luego me siento entre sus piernas. La agarro de ambos tobillos y se las separo mucho. Contemplarla así, desnuda, vulnerable, es fascinante. Le levanto el pie izquierdo, le doblo la rodilla y me llevo los dedos a los labios sin dejar de mirarla. Le beso cada uno de los dedos del pie, luego le muerdo las yemas.




SIGUEE LA MARATON>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>

50 Sombras de Bieber (Narrada Por Justin)Where stories live. Discover now