50 Sombras Cap 32

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Me da la espalda haciendo un mohín y sigue batiendo los huevos con entusiasmo. Me pregunto si sabrá lo irrespetuoso que resulta eso para alguien como yo... pero es evidente que no se da cuenta, y por algún motivo incomprensible me hace reír. Me acerco a ella con sigilo y le tiro de una trenza.

—Me encantan, pero no van a servirte de nada.

No van a protegerte de mí. No ahora que te he poseído.

—¿Cómo quieres los huevos? —Su tono es inesperadamente descarado y tengo ganas de reírme a carcajadas, pero me contengo.

—Muy batidos —contesto intentando poner cara de póquer, aunque no lo consigo.

Ella también intenta disimular su risa y sigue con su tarea.

Tiene una sonrisa cautivadora.

Saco los manteles individuales, los coloco deprisa y me pregunto cuándo fue la última vez que hice eso por alguien.

Nunca.

Lo normal es que durante el fin de semana mi sumisa se encargue de todas las labores domésticas.

Pues hoy no, Bieber, porque esta chica no es tu sumisa... todavía.

Sirvo zumo de naranja para los dos y pongo en marcha la cafetera. Ella no bebe café, solo té.

—¿Quieres un té?

—Sí, por favor. Si tienes.

En el armario encuentro las bolsitas de Twinings que le pedí a Gail que comprara.

Mira por dónde, ¿quién habría dicho que al final las usaría?

Arruga la frente al verlas.

—El final estaba cantado, ¿no?

—¿Tú crees? No tengo tan claro que hayamos llegado todavía al final, señorita Steele —respondo con expresión severa. Y no hables de ti de esa manera.

Añado su falta de autoestima a la lista de conductas que habrá que modificar.

______ evita mi mirada, ocupada en servir el desayuno. Coloca dos platos sobre los manteles individuales y luego saca el sirope de arce de la nevera.

Cuando levanta la vista y me mira, estoy de pie esperando a que se siente.

—Señorita Steele —digo, y le señalo su asiento.

—Señor Bieber —contesta en un tono falsamente formal.

Al sentarse se encoge un poco.

—¿Estás muy dolorida?

Me sorprende un desagradable sentimiento de culpa. Quiero follármela otra vez, a ser posible después de desayunar, pero si está demasiado dolorida no podrá ser. Quizá debería usar su boca esta vez.

A ______ se le salen los colores.

—Bueno, a decir verdad, no tengo con qué compararlo —contesta de manera cortante—. ¿Querías ofrecerme tu compasión?

Su tono sarcástico me pilla desprevenido. Si fuera mía, se habría ganado al menos una buena zurra, puede que sobre la encimera de la cocina.

—No. Me preguntaba si deberíamos seguir con tu entrenamiento básico.

—Oh.

Se ha sobresaltado.

Sí, _____, también podemos practicar sexo durante el día. Y me encantaría llenarte esa boca de lengua viperina.

50 Sombras de Bieber (Narrada Por Justin)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu