S E I S

55 6 7
                                    

Abrí los ojos y una luz rojiza me hizo cerrarlos con fuerza de nuevo por impulso. Aún sin ver nada, me froté la cara con ambas manos y con un suspiro estiré cada extremidad de mi cuerpo lo más que pude. Bostecé y cuando noté que mis pies tocaban algo sólido e inmóvil por encima de la sábana que los cubría, todas mis cuerdas vocales se quebraron. Tragué saliva e inmediatamente me hice una bola de mantas, abriendo los ojos de inmediato y con solo la cabeza al descubierto.  Cuando mi vista se adaptó a la luz del atardecer que poco a poco iba adoptando un color vino tirando a morado, no pude hacer otra cosa que no fuera contemplar la escena que se encontraba frente a mí. Su cabeza reposaba sobre la pared azulada contra la que mi cama estaba pegada y su cuerpo descansaba a mi lado, sobre mi cama. Tragué saliva y observé como su pecho subía y bajaba al ritmo de su respiración. La camisa blanca de su uniforme estaba arrugada y la corbata estaba más aflojada de lo normal, haciéndole ver como si fuera uno de esos chicos rebeldes que se saltaban las clases despreocupados. Su pelo negro se alborotaba ligeramente en cuanto el aire producido por su respiración que se colaba entre sus labios entreabiertos hacía contacto con él. Su piel tersa era tan pálida como lúcida, y su mandíbula marcada en forma de V me hacía plantearme si de verdad no era un ángel caído del cielo. 

Tras quedarme embobada admirando su figura durante cinco largos minutos, quise que la tierra me tragara en ese mismo instante. Tragué saliva, recordando todo lo que había dicho aquella mañana y escondí la parte de mi rostro que quedaba descubierto bajo las sábanas. ¿Acaso era estúpida? ¿Cómo se me había pasado por la mente decirle que Chanyeol había intentado besarme dos veces? Y lo que más me preocupaba... ¿en qué narices estaba pensando para decirle que cuando eso pasó lo único que podía pensar era en qué hubiera pensado alguien si hubiera visto la escena? Menos mal que no le había confesado que ese alguien era él, si no me encerraría de por vida en mi cuarto y no saldría en todo lo que me quedaba de adolescencia. Respiré hondo, tratando de calmarme y por culpa de la falta de oxígeno, retiré las sábanas con cuidado de no despertarle. Salí de aquel tumulto de mantas y me miré al espejo que había frente a mi escritorio. Ahogué un grito en desesperación en cuanto vi que el rimell había pasado a ser ahora una enorme mancha negra bajo mis párpados inferiores. Por si eso no fuera poco, el color azul violáceo de mis ojeras resaltaba aún más mi aspecto de mapache. Inmediatamente me dirigí al baño y me froté la cara con agua helada para deshacerme de cualquier resto de maquillaje deshecho que quedase en mí, y así de paso enfriar mis pensamientos un poco. Suspiré y tras frotarme bien la cara con una toalla, volví a mirarme al espejo. Me golpeé sin mucha fuerza las mejillas con las palmas de mis manos y, a hurtadillas para no hacer ruido; me dirigí a mi habitación a por algo de ropa limpia y maquillaje básico para por lo menos adecentarme un poco. Asomé la cabeza por el umbral de la puerta y tras asegurarme de que Lay seguía dormido como un bebé, me adentré en el cuarto. Abrí la puerta del armario y un chirrido bastante molesto proveniente de las bisagras de éste hizo saltar todas mis alarmas. Giré la cabeza hacia atrás y suspiré aliviada al ver que el moreno seguía igual. Cogí un jersey color crema amplio y largo oversize y unos vaqueros azul marino con rotos en las rodillas y en el muslo. Cogí mi neceser también y fui de nuevo al baño. Cerré la puerta con tranco —como siempre hacía incluso si no hubiese nadie en casa, ya lo había tomado por costumbre— y rápidamente me cambié. Dejé el uniforme perfectamente doblado sobre la tapa cerrada del váter y me volví a mirar al espejo. Coloqué la cinta que siempre usaba para sujetarme el pelo sobre mi cabeza y comencé la sesión de maquillaje. No tardé mucho porque tampoco quería algo muy notorio, con quitarme la cara de muerta que llevaba me valía. Un poco de corrector para tapar las ojeras e imperfecciones, bronceador para disimular un poco la forma algo redonda de mi rostro, colorete para dar color, rimell, labial natural y lista. Guardé todo rápidamente y miré mi reflejo por última vez antes de salir del baño. Me acerqué al espejo y posé mis yemas sobre la horrible— aunque casi imperceptible— cicatriz que descansaba bajo mi ojo derecho. Aunque fuera pequeña, no me gustaba. Seguramente solo yo sabía de su existencia, ni siquiera Chanyeol parecía haberse fijado. Suspiré y chasqueé la lengua al notar un pequeño pinchazo en mi frente. Tener migrañas era una de las cosas que no desearía ni a la persona que mas odiase en todo el planeta, de verdad que era la cosa más molesta del mundo. Tomé un Paracetamol que había en mi neceser para casos de emergencia y salí del baño en busca de mis gafas. Cuando me dolía la cabeza, tenía que ponérmelas sí o sí aunque no me gustase nada como me quedaran si no quería que aumentase esa molesta sensación. Fui de nuevo a mi habitación, dejé todo y recorrí los alrededores del cuarto con la mirada buscando las dichosas gafas. Mi vista se clavó sobre la balda de la estantería que reposaba justo encima de donde se encontraba Lay. 

  —Mierda— musité— . A ver como las alcanzo yo ahora sin que se despierte...— susurré para mí misma. 

Con cuidado, subí un pie al colchón lo más alejada posible de él y cuando comprobé que no había pasado nada más, subí el otro. Me levanté sobre la cama lo más despacio que pude para no perder el equilibrio y poco a poco, casi centímetro a centímetro, me fui acercando a la balda de madera sobre la que reposaban mis gafas de pasta dura azules. Cuando conseguí estar al lado, alcé un brazo y apoyé el otro sobre la pared para no caerme. Chasqueé la lengua al ver que apenas conseguía rozarlas desde ese ángulo.

   —Si tan solo pudiera dar un pasito más hacia la derecha... — bufé — pero si lo hago, lo va a notar — suspiré. Traté de mantener la calma y me decanté por dar un último y corto paso hacia la derecha casi arrastrando el pie, porque estaba claro que era la única forma de llegar a ellas — . Venga, solo un poco más... — levanté lo más que pude el brazo y puse de puntillas ambos pies. En ese preciso instante supe que había tomado la peor decisión. Sabiendo que soy tan torpe y que anteriormente me había hecho daño en el pie derecho bajando las escaleras, no era de extrañar que me fuera a fallar ese mismo maldito pie. Un pinchazo en el empeine hizo que mi rodilla se doblara instantáneamente, y todos mis temores se hicieron realidad. Todo el ruido que había evitado hacer no había servido de nada, porque acabé cayéndome encima de él. Pero eso no fue lo menos esperado, sino lo que vino a continuación. Antes de que mi cuerpo cayera sobre el suyo, sus manos ya se habían colocado sobre mis caderas par evitar que me hiciese daño. Como si todo hubiera sido obra del destino, caí en la postura perfecta para tener su rostro a escasos centímetros del mío. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal de cabo a rabo cuando sus rasgados ojos color café se clavaban en los míos, recorriendo con curiosidad cada poro de mi piel. No supe muy bien descifrar su mirada, pero tampoco lo que sentí en ese momento. La curiosidad que sentí sobre él desde un primer momento, ahora se había convertido en interés. No estaba, ni mucho menos; preparada para todo lo que iba a experimentar y sentir desde ese preciso instante en adelante. Pero ya sabéis lo que dicen, todo viene cuando menos te lo esperas.

 Pero ya sabéis lo que dicen, todo viene cuando menos te lo esperas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 19, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Apuesta. [Lay/Zhang Yixing; EXO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora