CAPÍTULO XI

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                          ♣

      Makena caminó lo más silencioso que pudo hasta llegar a la habitación de Shanee. Se detuvo frente a la cama sosteniendo la manta fina que le había dado él joven muchacho hace algún rato.

      -Shanee. -Lo llamó con su delicada voz. -Shanee despierta. - Él chico ni siquiera se movía. Makena soltó un bufido e hizo una pequeña bola con la manta y se la arrojó con fuerza en el rostro gritando su nombre.

  
      -Que demo... - Exclamó Shanee exaltado y sentándose de golpe en la cama. -¿Qué sucede ahora Makena? -Le espeto con molestia fingida.

   -¡No quiero dormir en el sofá como tu mascota! - Exclamó.

    -Da igual. Tu haces lo mismo conmigo. -Espeto Shanee tapándose la cara con una almohada.

     -Quiero dormir aquí. -Uso el típico tono de mando de Makena.

     -¿Y que esperas? ¿Que me marche?

   Makena asintió varias veces.

     -¿Es que tu tampoco me quieres? -Musitó.

   Y ahí, iba de nuevo.

Los ojos de la chica se humedecieron.

   Shanee suspiró agobiado. Ella lo estaba manipulando. Él lo sabía mejor que nadie pero aun así se dejó manipular por ella. La llamó con una mano y la chica con las lágrimas deslizándose por las mejillas sonrojadas se acomodó en la cama junto a él. La cubrió con la cálida cobija y le acarició el cabello con suavidad.

    -Destesto verte de esta forma Kena. -Dijo con suavidad.

    Pero la chica sólo lloraba en su pecho sin parecer escuchar sus palabras. Y a él le dolía tenerla así. Porque la conocía tan bien y sabía que Makena era incapaz de amar a alguien más que a ella misma. Era tan caprichosa y mimada, pero una vez que descubría algo en  otra persona que ella no tenia y que la hiciera sentir completa. Se olvidaba incluso de si misma y entregaba todo su corazón.

     
    ...

 
     Shanee Collins no paraba de caminar por la habitación y de mirar a Makena que yacía en la cama con fiebre debido a un resfriado. Pero ¿A quien se le ocurría pasearse bajo la lluvia con semejante frío? Pues ¿A quien más? A ella. Si. Solo a ella se le ocurría tal acto. ¡Estaba loca! Eso era lo que pasaba.

     -Estoy bien. -Musitó la chica envuelta entre varias cobijas y con los ojos cerrados. -No te preocupes Collins me iré en cuanto me sienta mejor.

    Shanee se sacudió el cabello varias veces sin apartar la mirada de ella. Ahora si estaba furioso. En cuanto tuviera a Bradley Evans en sus manos lo haría añicos sin ninguna piedad.

     Era su culpa que la inocente Makena estuviera de esa forma.

         ...

     Luego que Makena pareció estar mejor, a Shanee no le quedó mas que llamar a Danna para que fuera a buscarla y la llevara a casa. Aunque Makena le Suplicó a Shanee que no lo hiciera, él lo hizo de todas formas porque no tenia opción. No podía quedarse con ella, debía ir al trabajo y no podía dejarla sola.

     Una vez que su madre fue a recogerla para llevarla de vuelta a casa. Shanee tuvo que inventar toda una historia para tapar el horrible desplante que Bradley le había hecho a su hija. Mientras Makena esperaba dentro de la camioneta de su madre mirando a Shanee con mirada de reproche. No se trataba de que ella estuviese molesta con Shanee por casi echarla de su casa, se trataba de que no quería estar en casa y terminar por contarle a su madre lo que estaba pasando desde hace algún tiempo.

    ¡Que humillación!

  Su madre no había tenido tales problemas en su juventud. Y ella era conocida por ser una de las chicas mas lindas de su vecindario. ¿Qué diría su madre? No. No podía simplemente decirle que su suerte era pésima para hallar el "Amor" y que ya había sufrido varios desplantes. Eso no estaba en los planes de Makena y menos en los de Danna. Su madre era una gran mujer por supuesto y adoraba a su hija como a nada en el mundo. Siempre le recordaba lo mucho que valía y lo especial que era.

     "No te permitas estar con cualquiera Kena. Hijita mía mereces más de lo que crees"

     Eso decía Danna mientras le preparaba el desayuno.

    "Tienen que amarte Makena. Y tu debes amar también. Porque el amor es una fuerza invisible"   

     Le dijo una vez que Makena se encontraba maquillandose frente al espejo y había escupido con cierto desden que ella no podía amar a nadie que no fuera su reflejo en el espejo.

   Y ahora... Estaba llorando a mares por alguien que no sabia si de verdad la quería. Nunca debió decir tal cosa. El universo siempre se encarga de usar nuestras palabras y actos en nuestra contra.

     Para muestra he ahí un pequeño botón.     

Cuando Seamos FelicesWhere stories live. Discover now