CAPITULO III

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                                   ♣

     Makena estaba hecha un pequeño ovillo en el asiento delantero del auto. Presionaba con fuerza sus rodillas contra su pecho y solo miraba las calles vacías y el cielo comenzando a esclarecer.

    -Puedes dejarme por allá. -Señalo con el dedo índice.

    -Kena... -Sonrió Collins dejando escapar un suspiro. -Se perfectamente donde vives.

  

      Llegaron a la casa de Makena, la joven saco las llaves que llevaba dentro del pequeño bolso de mano forjado en piel de serpiente y con decoraciones color Oro.

   A Kena se le dificultaba un poco subir las escaleras hasta su habitación. Pero para ella aquellas punzadas que se clavaban en su pie derecho no se comparaba en lo más mínimo con el dolor que le había causado Bradley Evans al dejarla sola de tan humillante manera, haciéndola ver como una Tonta.

    Y en parte lo era.

     Y eso le dolía aún más. ¿Qué iba a decirles a sus amigas? No quería contar lo que le había ocurrido. Y no porque no confiara en ellas, ese par eran unas locas de atar pero, jamás habían acusado, culpado e incluso juzgado sobre algún tema de Chicos a Makena. Y ella apreciaba eso, en serio lo hacía. Pero estaba Harta. Eso era lo que le causaba tanto dolor, sentía vergüenza de que todos supieran lo pésimo que le iba en las relaciones. Estaba tan feliz con él, tan emocionada con él, que le resultaba despreciable tener que decir que la había cambiado... De nuevo. Por otra chica y que ella no se sentía suficiente para el, o suficiente para alguien que no fuese un idiota. Es decir, Él también era un idiota, pero era un idiota "Decente" no como los chicos extraños y desalineados que solían buscarla e insistirle un poco de atención sin cesar.

     Era humillante... Y dolía. Mucho.

    Se sentó sobre la cama mientras Shanee traía una caja de tamaño mediano forrado con tela brillante color melón. El chico se colocó frente a ella. Y se dispuso a revisar su pie con sumo cuidado.

      Shanee era mayor que ella y estaba acostumbrado a cuidarla como la cosa más natural de este planeta.

    -No es necesario que hagas esto... Estoy bien. -Musitó al cabo de frotarse un par de veces los hombros.

   Collins ni siquiera le hizo caso. Limpio la herida hasta ver que solo se trataba de un corte superficial, era algo largo. Pero sanaría sin necesidad de suturar la piel. Era un alivió, comenzaba a preocuparle tener que salir pitando con Makena hasta el hospital o por lo mas rápido... A una clínica.

   Una vez que terminó la limpieza y aplicó un poco de pubedine, cubrió la herida con algo de gasa y algodón. Justo después se dirigió a la puerta para marcharse.

    -Oye Collins.-Lo detuvo la tenue voz de Makena. -Abajo está el cómodo sofá que tanto te gusta... Por si no quieres manejar hasta tu casa.

    -Mi casa esta a dos calles de aquí Kena... Estaré bien. - Hizo un guiño y desapareció tras la puerta.

 
       ...

  Shanee se removió con pesadez de un lado hacía el otro en el sofá, estaba cubierto por una cálida manta de seda. Se incorporó con lentitud tras escuchar una risa.

    Era Makena.

  Se encontraba sentada en el marco de la ventana con un pijama rosa y una humeante taza de café en sus manos.

   -¿Cuanto tiempo llevas ahí? - Preguntó algo exaltado y lanzando hacia ella un cojín. El cual la chica esquivo de forma rápida poniéndose de pie.

    - Sabía que no Irías a ningún lado, amas con tu vida ese sofá -Y era cierto. A Shanee le encantaba ese cómodo sofá aterciopelado y acolchado de color madera que yacía en la pequeña sala de la casa de Makena.- Así que vine hasta aquí, vi que estabas dormido y te arrope para que no pasaras frío. -Le pestañeo repetidas veces como si le coqueteara. Solo ahí Collins se dio cuenta de lo triste y demacrado que se veían sus ojos. Recordó entonces la razón por la que se había quedado ahí.

    -¿Estas bien? - Preguntó.

   La chica sólo se encogió de hombros. Como si no supiera si en realidad estaba bien o no. Tal vez le fuese explicado un poco como se sentía si Danna la madre de Kena no fuera irrumpido en la sala y se fuera lanzado sobre el pobre Shanee que no la había visto venir.

     -Shanie. ¡Cariño! Estoy tan feliz de verte. -Le dio un gran beso sonoro en ambas mejillas. -Permite que te bese de nuevo. -Y lo hizo. Danna era una mujer de 40 años, pero se mantenía conservada y aún podía verse hermosa sin mucho Esfuerzo.

    Siempre había sido cálida y cariñosa con Shanee. Y no sólo por ser la mejor amiga de Marie, la madre de Shanee. Danna en verdad sentía un enorme afecto hacia ese muchacho. Lo había visto crecer y era como un hijo para ella, cuando ella aún no tenía hijos.

    -¿Por que no me dijiste que te quedarías en casa? ¿Estuviste de fiesta con Kena? - Hizo un ademán con las cejas y sonrió. Ahora sabia porque Kena era así.

    -Fue de imprevisto. Ya sabe que me gusta ser tratado como un invitado especial. -Tomo la mano de la señora Danna y le dio un beso como si fuera todo un Don Juan.

    -Eres adorable Shanie. -Respondió ella aún emocionada por su inesperada visita. -¿Y que tal la pasaron anoche? -Esta vez se dirigió a su hija que no paraba de tomar café con cierto nerviosismo.

   -Estuvo bastante bueno. ¿Verdad Kena? -Se apresuro a hablar Collins antes que Kena dijera algo que la metiera en problemas.

   Makena asintió varias veces a modo de respuesta. No podía articular palabra alguna. Solo de recordar lo mal que la había pasado le provocaban ganas de arrojarse en la alfombra y rodar en todos los sentidos en ese mismo instante.

    -Yo... Voy a preparar algo de comer.

    -Yo quiero unas tostadas. -Exclamo Shanee.

    Makena lo fulminó con la mirada y tomo camino hacia la cocina.

    - Kena... Cariño. ¿Que te ha sucedido en el pie? - Preguntó la madre con cierto asombro al ver la venda.

    Si. La venda. Las gasas. El corte. Lo había olvidado.

   - Yo... Es decir, eran incómodos los zapatos.

  Su madre no parecía convencida. Continuaba mirando su pie algo preocupada.

    -Esta bien mamá. Solo es una ampolla. No es nada grave. - Aseguró ella mirando de reojo a Shanee que se tapaba el rostro con la mano e intentaba no reírse. No se reía de ella exactamente sino de lo asustada que se veía su rostro. No podía pasar por alto eso.

     Siempre había oportunidad para reír con ella o reírse de ella.

   
     Unos minutos mas tardes estaba Collins en la cocina donde Makena untaba las tostadas con crema de maní y mermelada de melocotón. No paraba de hacer burla sobre lo asustada que se veía cuando su madre hacia preguntas sin parar.

     -¡No es gracioso Collins! - Gritó y luego le arrojo una tostada que se quedó pegada en su camisa debido a la mermelada. Collins abrió la boca como acto sorpresa y se quitó la camisa dejando al desnudo su pecho bien marcado y bronceado. lanzó la camisa sobre el rostro de Makena enrojecido de tanto reír.

   -Será mejor que no le quede mancha. -Se quejó.

    Danna entro a la cocina tras escuchar el alboroto que ocasionaban esos dos arrojándose mermelada uno al otro.

    -¡Hey! Ustedes dos. Vayan a la sala. Yo me encargo de esto. -Dijo la madre de Makena entre risas al verlos.

   ...

  Sentados en el sofá que Collins amaba esperaban el desayuno.

    -No quiero que estés triste Kena.

     Silencio...

    -Promete que hoy estarás bien. ¿De acuerdo? -Le estrecho la mano como si se tratase de un trató.

     -De acuerdo. -Entrelazo su mano con la de Collins y le sonrió.

Cuando Seamos FelicesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora