-Te pasaste, son increíbles –señalé mis regalos.
-¿Me lo pones? –me preguntó pasándome el collar.
Giró levantándose el pelo. Los collares son tan complicados de ponerse... no sé cómo las chicas lo hacen en segundos.
-¿No has visto la tarjetita? ¿O sí?
-¿Qué tarjeta? –levantó la vista del collar evidentemente gratamente sorprendida
Sonreí. Ella la sacó y se sentó a leerla. Conforme iba leyendo iba sonriendo, poniendo los ojos en blanco con una sonrisa burlona, riendo... Finalmente levantó la vista. Tenía los ojos ligeramente llorosos.
-Es... -se le quebró la voz.
Se paró y me abrazó.
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-¿Es en serio? ¿No me vas a dejar escuchar tu música nunca?
Ella siguió bailando y soltó una carcajada.
-No te va a gustar –contestó dando una vuelta.
-¿Cómo sabes que no?
-Lo sé simplemente –sonrió, me dio un rápido beso, dio otro giro y continuó bailando.
-¿Es salsa o algo así? –intenté deducir.
Ella no me hizo caso. Se me ocurrieron varias canciones pero ninguna parecía encajar. Entonces se me vino a la mente una canción que... podría funcionar... Yo la conocía por mi mamá... Sería raro que ella la conociese... Y aún así, encajaba. Saqué mi iPod y lo puse en mi amplificador. Hacía años que no escuchaba esa canción. La encontré tras unos instantes y subí el volumen. Miranda, que no había notado lo que estaba haciendo volteó sorprendida. Estupefacta y sin poder creerlo al parecer se arrancó casi sin darse cuenta los audífonos y me mostró su iPod. Era exactamente esa canción.
-¿Cómo... -alcanzó a decir.
Me encogí de hombros. Se quedó mirándome como no sabiendo qué hacer. Bailando torpemente me acerqué (nunca fui un gran bailarín y no sabía bailar esa música). La tomé de las manos y ella rió. Medio en broma di un par de pasos consiguiendo más de esas risas que me fascinaban. La hice dar una vuelta y poco a poco (con su ayuda) comencé a cogerle el ritmo.
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-Ay Dios, ay Dios, ay Dios -exclamó golpeándose nerviosa la cabeza con el libreto.
-Hey, tranquila -la detuve.
-¡Es el viernes!
-Y el sábado y el próximo viernes y el próximo sábado.
-Eso no ayuda -me lanzó una mirada molesta.
-Te la sabes de memoria, inclusive los diálogos de los demás.
-¡No es cierto! -protestó.
-Casi -sonreí.
Ella hizo lo mismo pero poniendo los ojos en blanco.
-Nos irá bien -insistí sintiendo un escalofrío que me hizo reconocer que yo también estaba nervioso.
-El profesor de historia me dejó un tareón y mañana obviamente dejarán una de matemáticas, el miércoles no voy a poder ensayar, el jueves y de ahí ya...
-Te ayudo mañana con matemáticas -me ofrecí -además mañana tenemos ensayo opcional en clase y el viernes antes de la obra hay ensayo general.
-Cierto -dijo aún nerviosa.
-¿Y por qué no vas a poder ensayar el miércoles?
Me miró como: "¿No es obvio?" O como: "que tonto eres"... Más probablemente una mezcla de ambos.
-Puede... Y solo puede -se me acercó lentamente -que sea por el cumpleaños de alguien, aunque eso es solo una remota posibilidad.
-Oh -dije atónito.
Me había olvidado de mi cumpleaños.
-Pero no voy a hacer nada en especial -añadí un poco confundido.
-Que te hayas acostumbrado a verme y a que te dirija la palabra no significa que no sea especial -comentó sarcástica -es un privilegio que deberías agradecer -continuó.
-Loca -mascullé sonriendo.
-¿Cómo me has dicho? -exclamó conteniendo una sonrisa -¿Cómo me has llamado?
Me golpeó en el brazo. La abracé y la pegué contra mí sonriendo. Ella intentó zafarse entre risas hasta que la besé.
-Eres un idiota -susurró con una sonrisa antes de devolverme el beso.
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La Ventana de Cemento
RomanceCuando Chris se mudó definitivamente no esperaba lo que encontró en su cuarto y mucho menos imaginó todo lo que pasaría después. Conocer a su vecina significó realmente un cambio en su vida. Claro que luego empezó a notar que en la casa de su vecina...
Capítulo 10
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