ÉRANSE DOS AMIGAS

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Esta historia comienza en un pueblo lejano de Alemania. Es la historia de las dos mejores amigas Marlene y Louise. Estaban muy unidas desde que eran pequeñas, se conocieron en ese mismo pueblo, durante un período de fiestas locales; según fueron creciendo se hicieron inseparables y prometieron estar siempre juntas en todo momento.

Un día, Marlene le ofreció a Louise quedarse a dormir en su casa como solían hacer frecuentemente. Obviamente ésta aceptó la propuesta, emocionada.

- ¡Ay es que quiero contarte tantas cosas que me han pasado!

- Que interesante, a ver si va a ser que por fin pescaste un buen pez, ya sabes de lo que hablo.

Louise la mira con picardía y la otra se sonroja al darse cuenta de lo que insinuaba.

- ¡Eh! Ya sabes que yo no... ¡Boh, serás tonta!

Empezó a darle la risa y se la contagió a Louise. Luego fueron de camino a casa de Marlene haciéndose bromas y dándose codazos y empujones mientras se partían de risa.

En el trayecto siempre tenían que atravesar un estrecho camino que pasaba por un pequeño bosque. Ya estaban acostumbradas a pasar por ahí. Resulta que la casa de Marlene estaba un poco más alejada del pueblo que la de Louise.

- Uf... ¿falta mucho Marlene? Estoy cansada...

- Venga mujer, ¡no seas quejica! que no es la primera vez que pasamos por aquí.

- Ya pero es que...

- Ya estamos llegando, tranquila ¿vale?

- ...

Tras haber atravesado el camino del bosque, sólo tuvieron que dar unos pequeños pasos más para llegar a la casa de Marlene. Entraron y saludaron a la madre.

- ¡Buenas, chicas! ¿Os apetece algo de merienda?

- ¿Louise quieres merendar ya?

- Como quieras.

- Venga sí o no.

- Vale, bueno sí, sí.

- Muy bien, entonces os prepararé unas galletas de chocolate. - dijo la madre con una dulce sonrisa.

- Mmm, chocolate...

- Eh, para el carro, que todavía ni empezó a hacerlas y ya estás babeando. - dijo Marlene, descaradamente y con su risa característica de siempre.

- ¡Déjame en paz! - respondió Louise, a carcajadas también.

Cuando estaban las dos juntas, aunque fuera una tontería descomunal sin gracia, se reían igual. Se divertían la una con la otra y muchas veces les entraba la risa floja. Eran muchachas bastante alegres.

El sol se puso y ya era noche cerrada. Las niñas estaban en la habitación de Marlene charlando, cosa que estuvieron haciendo toda la tarde con las galletas como aperitivo. Las dos se quedaron calladas un momento cuando Marlene hizo una propuesta repentina.

- Oye... ¿no tienes curiosidad por saber lo que hay por aquí cerca del monte? Hay uno al pie de una montaña cerca de aquí que es muy interesante.

- ¿Qué tiene un monte de interesante? Sólo hay plantas y animales.

- Ay, ay, ay, qué ingenua eres amiga mía. Resulta que por aquí, se dice que en ese monte hay unos chalés de una urbanización abandonada y, lo mejor: que se han visto fantasmas o entes.

- ¿Me vas a decir que te crees ese tipo de cosas?

- No, pero... ¿no te parece raro que se construyera una urbanización allí justo al pie de la montaña? ¡Es un peligro!

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