Capítulo 20

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Caminaron alrededor de dos horas cuando llegaron a un lugar donde hacia arriba y hacia abajo de las colinas había piedras. Justo tras un lugar donde crecían inmensos árboles, muy distantes entre sí. Heatcliff se volvió de repente y caminó derecho hacia una roca gigantesca. Sólo en el momento en que estuvieron muy cerca de ella, Noa descubrió que él la conducía a la entrada de una cueva. En cuanto se encontraron en el interior, todo se tornó oscuro, Heatcliff rodeo su cintura con un brazo y la llevó en la oscuridad, comenzó a caminar insegura, pisando pequeños charcos, oyendo gotas caer y aleteos salir de todas partes. Se calmó al percatarse que, si no había caído, ni chocado, era porque él sabía dónde estaba y lo que hacía así que sólo se dejó guiar. Unos pasos después, giraron a la derecha y Noa pudo avistar una luz frente a ellos que crecía conforme se acercaban. Al pasar por el arco, hojas acariciaron su rostro y se vio inundada por la luz. Quedó ciega por un momento y cuando sus ojos por fin se acostumbraron y pudieron ver, quedó fascinada.

Noa pensaba que no había estado nunca en un lugar más familiar, aunque jamás había estado allí, se sentía como en casa. Llegaron a un verde espacio abierto desde el cual uno podía ver el bosque que se extendía hacia abajo en todas direcciones, hasta donde se perdía la vista... Noa volteó a la derecha, hacia el norte, muy lejos y vio algo que resplandecía y se movía. Era el mar. Noa jamás había visto el mar. Incluso estando tan lejos, le parecía hermoso y apacible.

Muy cerca del sendero que ellos seguían, un pájaro gorjeó desde la rama de un árbol. Algo más lejos, otro le respondió con sus trinos. Adelante, pequeñas tiendas de acampar y fogatas. Miles de seres y criaturas caminando por doquier, yendo y viniendo. Cargando objetos y luchando entre ellos. Exactamente en el centro del campo, en una de las colinas más altas, estaba una tienda diferente, más grande, con banderas rojas que estaban grabadas con extrañas líneas y un signo extraño ondeando en sus extremos. Cuando ella las miraba, le producían una rara sensación. Desde donde estaba no podía ver que era lo que mostraba. Era inmensa, dividida en cuatro secciones. Se veía muy antigua. Heatcliff tan solo la observaba en silencio y le hacía señas a alguien.

- Noa, ya está todo preparado, quiero presentarte a alguien- Dijo Heatcliff mientras la guiaba hacia un ser no tan lejos de ellos. Aquel extraño se les acercó y en cuanto vio a Noa, abrió mucho los ojos e hizo una reverencia.

- Su alteza. –Dijo mientras colocaba una espada frente a él y se inclinaba. Era mucho más alto que ella, tenía el torso cubierto por una armadura, pero eso no fue lo que le llamó la atención a Noa. Fue, si no, que era un oso. Un enorme y robusto oso blanco.

- Él es Milo.

- Bienvenida, mi reina, estoy para servirle a usted y a Nóvgorod. –Comentó mientras se levantaba.- Soy el que está al mando de las tropas aquí.

La chica de la capa escarlataOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz