#18

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Los gemidos y jadeos reinaban en la habitación, el pelirrojo acariciaba sin pudor el pecho de su amante al ritmo en que frotaba superficialmente su entrada con la erección del rubio, Giotto se removía bajo él, sumido en la inquietud y la impaciencia.

Cozart amaba verlo así, le calentaba más que cualquier otra cosa.

Ansioso por ver más de aquellas honestas reacciones dirigió una de sus manos al miembro bajo su cuerpo y tomó la cabeza del mismo emtre sus dedos sin apartar sus ojos de los orbes dorados del chico, un estremecimiento le recorrió y volvió a frotarse allí mientras sus manos descendían con caricias suaves.

Ieyasu gimió intentando soltarse de sus ataduras, Cozart lo sabía, el rubio quería tocarle y le encantaría que lo hiciera, pero no hoy, no ahora.

Dudó un poco mientras sus caricias en la virilidad ajena aumentaban, los gemidos del rubio eran una melodía que amaba y quería tortutarle por eso.

Sawada Giotto era un idiota condenadamente sexy, con uno de los mejores paquetes que podría imaginar y la más adorable de las personalidades. Le amaba.

Un gruñido gutural le sacó de su estupor y antes de darse cuenta el rubio logró quitarse sus ataduras y le tomó de las caderas tirando de él hacia abajo, Cozart gimió y agradeció el incluir en su tortura el prepararse a sí mismo frente a Giotto.

Aún así dolió.

Apoyó sus manos en el pecho ajeno, agradeciendo que ambos se tomaran un respiro para acostumbrarse a las sensaciones y se estremeció deseoso de empezar, con lentitud intentó moverse provocando que nuevamente Giotto le penetrase con violencia, amaba eso,  gimió otra vez.

Una de las manos de Giotto se dirigió hacia el miembro del pelirrojo y tanteó la sensible piel mientras el chico empezaba un vaivén violento sobre él, Ieyasu pellizcó la sensible cabeza del pene y sonrió ante el quejido del Simon así como también de la manera en que el interior del chico se contrajo alrededor de su propia virilidad.

Alguien era un masoquista en potencia~.

Las caricias siguieron, las penetraciones también y Cozart se arqueaba sobre Giotto con el placer latente en su expresión, no fue sino hasta que Ieyasu tiró de él hacia sus labios que el pelirrojo no...

Tenía un problema.

Un serio problema en su pantalón y faltaban cerca de dos minutos para que la clase acabara, Cozart se sonrojó furiosamente y miró con desespero a su compañero de mesa, Diego arqueó una ceja incrédulo.

—Ayuda...

—¿Qué quieres que haga? —murmuró procurando no llamar la atención—. Además, es tu maldito karma, pervertido.

Ya... Lo sabía, el pelirrojo se había pasado toda la hora de economía imaginando obscenidades mientras observaba al rubio de sus más sucias fantasías cabecear.

«Al menos esta es de las pocas clases que no tengo que ver a esa alondra sospechosa»

Cozart no terminaba de tragarse el cuento del incesto, a sus ojos el platinado quería con su futuro esposo (porque ese era el desenlace de gran parte de las historias en su cabeza y, en la de hoy, era la noche de compromiso), bufó y bajó la mirada hacia su entrepierna.

Pensar en Alaude le bajaba tantas cosas~, sin embargo el que Giotto estuviera en ese momento de pie hablando con el docente y le dejara ver aquel maravilloso trasero suyo no le ayuddaba demasiado y empezaba a desesperarse.

Diego se apiadó de su mejor amigo y derramó algo de agua fría (que había conseguido momentos antes para tomarse una pastilla) sobre él, el Simon se levantó de golpe justo cuando sonó la campana y miró sorprendido la zona afectada.

Poco comúnWhere stories live. Discover now