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Castigar a sus familiares por interrumpir su momento de gloria resultó más difícil de lo que pensó que sería, tratar con un embriagado Fon era bastante entretenido y eso le molestaba... Sobre todo por el hecho de que Alaude se aprovechaba totalmente de la vulnerable situación de su padre.

Odiaba a su medio hermano, en serio. En primera, ese hombre era la razón por la que su madre se había separado de su padre... Y era curioso porque, ósea, el rubio ese era hijo de su madre y un tío, en pocas palabras...

¡Dios mío que lío de familia tenía!

¡Su medio hermano era su medio primo y su medio padrastro!

¡Oh, Jesús!

Mukuro le miró sin entender el por qué de su expresión cuando se apareció en su balcón.

—¿Estaban en el acto?

—No, eso hubiera sido mejor que darme cuenta del lío de familia que tengo —suspiró intentando borrar todo aquel rollo de su mente—. No me creo lo que me ha costado notarlo.

—¿El qué?

—Que mi hermano es mi primo y mi padrastro —obvió ante la expresión desconcertada del otro—. Ha sido una experiencia traumática el darme cuenta de mi realidad.

—Ya, puedo imaginarlo.

—¿En serio?

—Bueno, lo estás viviendo y yo lo estoy presenciando —se encogió de hombros sin darle importancia—. De tu familia me creería cualquier cosa.

—Y aún así dudas sobre lo que siento por ti.

—Las palabras de amor no van contigo, no puedes culparme.

«Tiene un punto.»

Hibari terminó de ingresar a la habitación mirando mal a la cómoda piña, el dueño del lugar estaba pacíficamente recostado en su cama mirando al techo como si fuera lo más interesante en el universo.

Aquello era raro, la atmósfera lo era.

Kyōya suspiró suponiendo los pensamientos que debían de estar invadiendo la mente de la –sorprendentemente– muy insegura piña.

Le había salido peor que una chica, honestamente.

Con resignación se subió a la cama del chico y gateó hasta posicionarse sobre las caderas de Rokudo, obtuvo su atención totalmente.

—Deja de dudar, estúpido —bufó irritado—. Te he dicho que te amo y me ha petado un pulmón, ¿por qué no aprecias mi esfuerzo?

—Hibari, he estado obsesionado contigo por muchos años —suspiró volviendo la vista al techo—. Es difícil creer de un momento para otro en que de verdad me amas, es decir, soy un acosador y todo eso... ¿No estará mal tu instinto de supervivencia?

—Oye, si hablamos de fuerza te llevo la delantera —obvió acariciando su desnudo pecho—. Tengo buen instinto de supervivencia, el que no lo tiene eres tú. Mira que enamorarte de mí...

—Supongo que viéndolo así tienes razón —sonrió sin mirarle—. ¿Qué deberíamos hacer ahora? ¿Seguiremos lo que tu familia interrumpió?

—La pregunta está de más.

Antes de que el italiano pudiera emitir algún sonido o sonreír siquiera, el azabache se inclinó y unió sus labios en un beso feroz, ansioso al tiempo en que sus manos descendían del pecho de Rokudo al cinturón de su pantalón para deshacerse de él.

Quizás era apresurado, pero a quién le importa.

Mukuro gimió contra los labios de Hibari cuando las manos del chico desabotonarón su pantalón y se colaron entre su ropa interior para masajear su miembro.

Poco comúnWhere stories live. Discover now