#1

684 62 6
                                    

Kyōya tenía el mejor amigo más creepy del mundo.

Mukuro y él se conocieron cuando sólo eran niños, el pelipiña se acababa de mudar –en aquel entonces–, a la casa junto a la suya y desde entonces se volvieron simplemente inseparables... Más o menos.

Ahora, con diecisiete años no podría decir si su amistad estaba en auge o menguaba, Hibari estaba un poco dudoso sobre eso. Más aún al notar lo cercano que se volvía su piña maldita del herbívoro de Tsuna.

—Oye, Hibari —escuchó decir a Ryohei y dejó de divagar—. ¿Has visto a Mukuro? Fran estaba buscándolo, algo sobre matemáticas y rubios delirantes.

—Ya, puedo imaginarlo —rodó los ojos y frunció el ceño—. La piña debe de estar con el atún.

—¿Atún?

—Se refiere a Tsuna —informó Takeshi—. Hibari parece estar resentido con él por robarle tiempo con su mejor am... ¡No me patees!

—Pues no hables de más.

—¡Es que estás más celoso que cuando empecé a salir con Gokudera! —se quejó—. ¡Piensa en cómo me siento ante eso, Hibari! ¡Yo llegué primero que él y no te duelo tanto!

—Eres muy equis, niño —bufó—. Eres como el padre ausente, pero en versión amigo.

—¿Estás drogado?

—Puede.

—Bueno, niñas, no discutan tanto —suspiró Ryohei en tono filosófico—. Me voy a buscar a la sexy piña y al adorable atún.

—No son ni sexys ni adorables —gruñó el azabache de ojos claros—. Y si encuentras a Mukuro haz el favor de avisarle que su mejor amigo lo necesita de vez en cuando.

El albino sólo rió asintiendo y salió del salón para buscar a Rokudo, Hibari por su parte suspiró recostándose en la mesa.

Takeshi le miró con diversión y curiosidad.

—Esto va más allá de la amistad, ¿no? —cuestionó curioso—. ¿Sigues sin aceptarlo? No puedes ni ver a Tsuna.

—Odio a los herbívoros.

—Para ti todos lo son, Hibari —golpeó con suavidad su cabeza y le sonrió con cariño—. ¿No es Mukuro también un herbívoro? Aún así tú...

—Me das asco, por eso odio también a los omnívoros —suspiró—. No lo amo, no todos somos homos...

—Ya, cariño, lo que digas —rodó los ojos y le pegó más fuerte—. Haz lo que te diga tu corazón, no voy a seguir metiéndome en tu vida así que no me busques cuando tu corazón se rompa.

—¿Y ahora de qué...?

—¡Ave-kun!

Hibari jadeó cuando sintió un peso sobre su espalda y miró mal al sonriente italiano que se abrazaba a él, Rokudo lucía estúpidamente feliz.

—¿Me extrañabas, cariño? —canturreó alegremente—. Sé que sí, no me respondas.

—¿Podrías quitarte? —bufó—. Y no te extrañé, es sólo que Sawada debería buscarse a su propia mascota.

—¡Venga, Ave-kun! ¡Sé más sincero! —se quejó soltándole y acomodándose sobre la mesa del escritorio—. Sé que me amas más que a tu vida, no hay necesidad de...

—Tórtolos, yo me voy —interrumpió Yamamoto ganándose una mala mirada—. No se maten mientras no estoy, pero en lo que su amor germina o lo que sea que haga, me voy a ver a mi Gokudera.

Poco comúnWhere stories live. Discover now