—Isabella Richards.

—Un placer Isabella, gracias por tu atención.

Sawyer abre la puerta para dejarme entrar a la oficina, ni siquiera he tocado. Picky de inmediato va al suelo muy emocionado en dirección a su dueño, el peludo va justo a sus pies sin parar de dar ladridos chillones demandando su atención.

— ¡Eh, chucho! —Lo levanta del suelo, se le ve emocionado.

—Alguien quería mostrarle a papá que ha mejorado. Estamos aquí por él.

—Sólo por él. —Asiento. Abandona su cómodo lugar para acercarse poco a poco, cierro la puerta tras de mí—. ¿Muy segura de ello?

—Muy segura, totalmente.

Deja a nuestro buen amigo en el suelo y él se queda echado sobre la alfombra, como si el hombre este le hubiese realizado un encanto para que no moleste. Me cruzo de brazos apoyando la espalda en la puerta.

—Ya que Mahoma no va a la montaña, la montaña sigue a Mahoma, ¿O cómo es? —Se mofa con una sonrisa juguetona en los labios. Me encojo de hombros mostrándome indiferente a lo que sea que esté planeando—, señorita Grey, que placer tenerle en esta su humilde oficina.

—Humilde... —realizo un gesto vago alrededor de la oficina. —Si, claaaaro.

—Que irrespetuosa ha venido usted hoy, señorita.

Se queda a menos de dos pasos lejos de mi. Se ha dejado la americana en el respaldo de su silla, trajo una camisa celeste que le va fenomenal al color de sus ojos, me hace un guiño descarado y ruedo los ojos. Cuando pienso que va a romper la distancia entre ambos para besarme, no lo hace. Pasa de largo y se acomoda a mi lado tomando mi misma pose. Lo miro de reojo, tiene plantada una sonrisa burlesca.

Un minuto.
Dos minutos.
Tres minutos.
Cuatro minutos.
Cinco minutos en los cuales ninguno dice nada, simple miramos al frente, donde los abiertos y enormes cristales dejan ver la fabulosa vista de Seattle que se obtiene, el panorama es bastante bueno, los edificios más importantes de la ciudad se distinguen sin ningún problema.

Me ha tomado unos segundos analizar y entender que el chico alemán se tiene algún tipo de juego y yo he caído en él. Lo miro con el ceño fruncido, ni siquiera se inmuta ante ello.

— ¿Qué pretendes, Zimmerman?—Lo confronto dando medida vuelta alejándome de la madera.

— ¿Qué pretendes, Zimmerman?—Imita mi acción, a la vez que hace una voz muy aguda.

¡Estúpido!

Eleva las cejas divertido, debería mandarlo a la mierda con todo y pasaporte, pero en su lugar solo consigue hacerme sonreír. Me pongo tonta cuando está cerca, para que mentir, no puedo resistirme. Llevo mis manos a su cuello y me elevo en puntitas para depositar un beso rápido en sus labios, niega, me atrapa entre sus brazos para que no me aleje y esta vez es él quien me besa.

— ¿Quieres ir a comer? —Pregunto al separarnos, despeina un poco su cabello, noto su frustración. —Si no puedes no hay problema, será en otro momento.

—Quiero almorzar contigo, pero aún no termino mi trabajo. ¿Te parece si ordenamos algo y comemos aquí? Ya sé que odias este ambiente, los negocios y todo eso, lo has dejado claro muchas veces... ¿Te quedas?

Palpo un par de veces mi barbilla con el dedo índice fingiendo pensar. Muevo mi cabeza de un lado a otro en forma de negación, haciéndole creer que voy a irme

—Sólo si yo elijo qué pediremos, ¿Trato? —Extiendo mi mano en su dirección. Se encoge de hombros divertido.

—Trato hecho. —Se ríe. —Serías una muy buena negociadora, Phoebe.

LA HIJA DE GREY (ONE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora