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Pasaron cinco meses y los dos no se volvieron a ver. Quizá Luke tuvo miedo de sus sentimientos, cuales luego de ese beso parecían reírse de él. No paraban de repetirle que por primera vez, ellos lo controlaban. Y no viceversa. 

     Sky miraba a su tatuaje con odio. La vida no había hecho más que jugarle una mala pasada; ahora la estrella estaría allí para siempre, recordandole que no fue lo suficiente como para que el amor de su vida la ame. 

     La verdadera revolución emocional en ambos se generó cuando se encontraron, queriéndolo sin querer, en la galería de arte. El destino hizo de las suyas.

Otra vez. 

  —¿Tenías miedo, verdad? —soltó la muchacha, de repente— de ti mismo. 

—Te importé demasiado, Sky —dijo él, haciendo caso omiso de la pregunta. Sky sabía que tenía razón. No eran necesarias más explicaciones—  Te importó demasiado. 

    La pelirrosa lo miró fijamente. Intentó hablar, pero no pudo. 

No hay nada más triste que aquella voz rota que duele por no salir. Aquellas palabras que intentan liberarse de sus ataduras. Pero no pueden.

—Y tú no me importaste en absoluto. 

     Luke Hemmings, pronto te arrepentirás de haber dicho esas palabras. 

Muchísimo. 

     Una delicada lágrima cayó por la mejilla de Sky, pero no perdió la compostura. Era momento de decir adiós, llevando su dignidad intacta y el amor sobre sus hombros.

—¿Nunca te preguntaste porque mi apodo es Cero? —cuestiono ella, con todo su ser hecho un ovillo— Cero decepciones amorosas. Supongo que es hora de cambiarlo. 

Galería de Arte ✩ l.hWhere stories live. Discover now