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  —Oh, parece que vives aquí. 

—Lo hago. Más o menos. —dijo el, hasta ahora, desconocido. Tenía una sonrisa muy bonita y a Sky le recordó a su infancia. Quizás porque la manera en la que sus ojos brillaban era digna del infinito en su estado más puro. 

     El muchacho tomó asiento al lado de ella, dándole una calada a su cigarrillo. La pelirosa no pudo evitar arrugar su nariz en señal de desagrado.

  —¿Te molesta? —volvió a hablar el chico— que fume aquí, me refiero.

— Sí. —ahí estaba su sinceridad de nuevo.

—No pensaba apagarlo, de todas formas. 

     La pelirosa sonrió tímidamente. Conocer a alguien que no llevaba ninguna mascara puesta es, probablemente, de los milagros menos esperados en la vida de un honesto. Estar tan acostumbrados a ser tratados como crueles solo por no agregarle un filtro bonito a la verdad los hace pensar que son los únicos capaces de tener los pies sobre la tierra. 

No. No sos la única, Sky.

Hay otro huracán lleno de espontaneidad. 

Y es él.

Siempre había estado ahí, solo que nunca habías sido capaz de verlo. 

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