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Habían acordado en encontrarse no mucho después de aquella última llamada, y aunque el clima lluvioso y húmedo en Londres no los favorecía para nada, no se echaron atrás. Ambos, en diferentes partes de la ciudad, miraban por última vez al espejo; Sky dedicándose una sonrisa esperanzadora y Luke frunciendo el ceño, puesto que nunca hubiera imaginado tener una cita con una casi desconocida. "Quizás de esta forma podré derribar mis muros", pensó. Aunque realmente no lo creyó. 

No era tan fácil.

     El muchacho llegó primero, y cuando divisó a una mujer sonriente bajo un gran paraguas del mismo color que su cabello, se sintió perdido. Le hubiese gustado poder controlar a su corazón, pero éste no hacía más que burlarse.

 No, Luke Hemmings. Esta vez no puedes tomar las riendas de tus sentimientos. 

Cuando Sky está cerca, tus sentimientos son un mundo aparte. 

  —Tengo que mostrarte algo. —dijo ella.

     Sumido en sus propios lamentos, él no contestó, provocando en la pelirrosa la urgencia de transportarlo a rastras. La lluvia no cesaba y además de unas chistosas botas protectoras llevaba consigo, probablemente, lo más valioso que tenía.

     La cafetería más cercana le pareció una buena idea, y luego de instalarse allí, le dejó ver al rubio su gran maletín.

  —¿Robaste algún banco y quieres compartir la ganancia conmigo?—ironizó el muchacho, pero Sky no le respondió. La emoción de estar compartiendo algo tan íntimo con alguien nuevo la controlaba.

     Al abrir la valija Luke no pudo evitar demostrar sorpresa. 

Era el trabajo más detallado que había visto en sus veinte años de vida. 

     Estaba llena de fotografías. Eran pinturas; encabezadas por "La creación de Adán" De Miguel Angel, se desplegaban cantidades infinitas de lienzos históricos. De bajo de ellas, Sky había escrito una pequeña descripción de cada artista y como había llegado a ellos, dándole un toque personal que no dejaba de ser magnífico. Luke intentó adivinar cuánto tiempo podría haber tardado en armarlo, y se dio cuenta que no era cosa de días ni de meses.

 Años. 

     El amor que Sky había desparramado en su proyecto no pasó desapercibido bajo los ojos celestes de aquel chico, y sonrió. 

Había entendido, probablemente, la virtud más grande que la pelirrosa tenía.

Ella no hacía arte. No lo admiraba, tampoco.

Ella lo analizaba. 

 

Galería de Arte ✩ l.hWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu