Golpe de suerte | BokuAka

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—Hey, necesito que apartes un poco aquí para limpiarte. —Señaló la mano que apretaba su nariz.

—Eso puede esperar.

—¡Será más difícil si se seca más! Vamos, solo tienes que mover esto para arriba y... —Empujó su muñeca hacia arriba con los dedos—. ¡Listo!

Se agachó solo un poco más y comenzó a pasar la toallita por el espacio entre la nariz y la boca de Akaashi con toques cortos, cuidadosos. Bokuto se concentró tanto en la labor que no se percató de los ojos más abiertos que de costumbre que observaban su mirada entrecerrada y labios fruncidos casi sin pestañear; tampoco se enteró de la temperatura creciente en las mejillas ajenas, a escasos centímetros de donde trabajaba. La toallita bloqueaba el aire que exhalaba, razón por la que mucho menos supo de la irregularidad que había adquirido su respiración.

—Ah, también tienes en el labio. —Pensó en pedir permiso o en darle la toallita para que él mismo removiese la sangre de ahí, pero su mano actuó antes de siquiera coordinar sus ideas con sus músculos.

La boca ya abierta formó un espacio más redondo al instante y dejó escapar un casi inaudible sonido de sorpresa. Entonces, Bokuto se congeló frente al rápido análisis de la situación actual. No había demasiada separación entre sus rostros, una delgada capa que tal vez ni medía un milímetro de grosor era lo que evitaba el contacto directo de sus dedos con los labios de Akaashi y, cuando sus ojos lograron enfocarse hacia arriba, se toparon con párpados abiertos a lo que parecía ser su máxima capacidad.

—¡Ah! —La fuerza del descubrimiento lo llevó a desequilibrarse y a caer de trasero en el suelo—. ¡Eso fue muy atrevido, lo siento! —exclamó. Sentía que su cara se coloraba.

—Está bien, Bokuto-san. —Aun si su voz ya salía distorsionada, en ese momento sonó más rara todavía—. Puede hacerlo.

—¿E-En serio? —Akaashi asintió—. De acuerdo.

Ahora que era consciente de las reacciones de ambos, le costó algo más recuperar su posición anterior y retomar la limpieza. Echó un par de vistazos a su mirada sin saber muy bien si lo que buscaba era una aprobación o cualquier señal de retroceso; no hallar nada de lo segundo lo impulsó a proceder. Esa vez, sus ojos estuvieron bien abiertos y su boca era una línea recta nerviosa, sin incluir la adición de la rojez que el calor ocasionó en su rostro.

No solo eliminaba los rastros de sangre, también humedecía sus labios y los volvía más rosados, más apetecibles. Tragó grueso, debía controlar sus pensamientos. Al no haber sido una mancha muy grande, terminó bastante rápido.

—Listo —avisó y se irguió.

—Gracias.

—No es nada. —Se encogió de hombros con una diminuta sonrisa—. De verdad lo siento.

—No es su culpa, Bokuto-san. —Akaashi liberó su nariz de sus dedos—. No debí acercarme tanto sabiendo que iba a celebrar.

—¡Está muy roja! —gritó, sus manos a cada costado de su cabeza.

—¿Qué?

—¡Tu nariz! Ay, no, ¡¿y si eso es prueba de que sí la rompí?!

—Es normal que...

—¡Lo siento mucho! —Se lanzó a abrazarlo de inmediato—. ¡No quería torcer tu nariz!

—No lo hizo. —Akaashi tardó en responder el abrazo. Mientras los brazos del capitán envolvían sus hombros con una presión considerable, él solo apoyó sus manos contra su espalda con más suavidad.

—No quería hacerte daño —susurró—. Eso sí no lo puedes negar.

—No lo hizo queriendo.

—No me odies si tu nariz queda fea después de esto.

Akaashi suspiró, luego acarició su espalda muy despacio. Tuvo que callar a la voz en su cabeza que le decía que eso se sentía de maravilla, convencerla de que no era adecuado en ese momento.

—¿Cómo lo odiaría si usted me gusta?

Bokuto deshizo el abrazo en un segundo, echándose para atrás lo que la longitud de sus brazos le permitió, pues aún sostenía sus hombros con las manos. Observó al menor con ojos redondos y latidos en sus oídos. La hemorragia había parado y, en lugar de molestia, identificó una pequeña sonrisa y mejillas ruborizadas.

—¿Escuché bien?

—No dudo que tenga un buen oído, Bokuto-san.

Deslizó sus manos de los hombros a la mandíbula de Akaashi. No lo veía directo a los ojos porque calculaba qué tanto debía ladear la cabeza para no chocar narices en el momento que inclinó el cuerpo para besar sus labios. No fue más que una unión de unos cuantos segundos, pues no se atrevió a moverse para otra cosa más que no fuese alejarse a donde estaba antes.

—Tú también me gustas, Akaashi —confesó, acariciando lo que alcanzaba de su cara con los pulgares.

Si lo que hacía falta para que le declarase sus sentimientos era un golpe potente, Bokuto no habría sido capaz de dárselo a propósito; por lo que estaba extrañamente agradecido de que su descuido no tuviera más parte negativa que un simple susto.

¡Uno más!Où les histoires vivent. Découvrez maintenant