Golpe de suerte | BokuAka

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El armador se enderezó, abrió los ojos para dirigirle una mirada directa que lo crispó y apartó la mano, exhibiendo el corto sendero rojo que nacía en una de sus fosas nasales y desembocaba en sus labios. De haber sido posible perder el color hasta en su cabello, Bokuto habría quedado en blanco de tanto que palideció ante esa imagen que tanto empeño había puesto en jamás crear ni atestiguar.

—¡Estás sangrando! —alargó la última vocal con más drama del adecuado. Al mismo tiempo, tomó la muñeca izquierda de Akaashi para devolver su mano donde estaba.

—No es tan grave, Bokuto-san —dijo con una voz que le habría sonado graciosa bajo cualquier otro contexto, pues apretaba la parte blanda de su nariz entre sus dedos.

—¡Hay que llevarte a la enfermería! ¡Yo lo hago! —Sin dar espacio a opiniones, Bokuto rodeó a Akaashi por los hombros y lo guio hacia la salida del gimnasio.

—No estoy tan mal. —Trató de zafarse, pero el agarre era muy fuerte.

—¡Si hay sangre, hay algo mal! —Llevó su mano libre al pecho, aferrándose a la tela de su camiseta—. Es mi culpa que estés así. Me haré cargo y te cuidaré, Akaashi.

—Entonces, ¿podría no hablar tan alto al lado de mi oreja? Me duele la cabeza.

El estrujón en su corazón se vio reflejado en sus dedos alrededor del hombro más delgado.

—¿Estás molesto conmigo? —murmuró con la vista en el suelo.

—No, entiendo que fue un accidente.

—¿Sí?

—Así es.

—Perdóname, no quería arruinar tu cara.

—¿Arruinar mi cara...? —repitió con una ceja arqueada.

—Te rompí la nariz, ¿no?

—Le digo que no es tan grave —suspiró.

Bokuto no estaba convencido. Había sangrado demasiado para el poco tiempo que llevaba herido cuando lo vio, ¿no significaba eso que el impacto había sido fortísimo? ¿Y si de verdad lo había fracturado y todo su trabajo se había ido por el caño? Sería el peor golpe que le había dado a alguien en su vida, ¡¿por qué le tocó a Akaashi experimentar su fuerza demoledora de huesos?! Si él mismo estropeaba parte de la belleza del chico, jamás se perdonaría. Seguiría considerándolo hermoso, solo que ya no sería tan perfecto.

Al llegar a la enfermería, lo ayudó a sentarse en la primera camilla a pesar de no ser necesario y le indicó que mantuviera la cabeza agachada sin importar que eso ya lo supiera. Mientras daba vueltas por el lugar pensando qué sería mejor usar para limpiar la sangre o qué otra cosa podría requerirse, preguntó:

—¿Te duele mucho?

—Ya se me está pasando.

—¿Y estás seguro de que no te rompí la nariz?

—Si no se me hincha de más, puede estar seguro de que no me fracturó nada.

¿Cómo era que, siendo el de la hemorragia, Akaashi fuese el más calmado incluso en ese momento? Aunque no debía sorprenderse por aquello; no era una novedad que el más joven mantuviese su compostura intacta ante cualquier circunstancia. Después de todo, su tranquilidad era uno de los aspectos que amaba de él. De cierto modo, que no se hubiese alterado le brindaba solo una pizca menos de preocupación. Si no se molestaba, no podía ser tan malo, pero eso no eliminaba su culpa ni el impulso de pedir disculpas al menos una vez por minuto.

Bokuto encontró un paquete de toallitas húmedas y supuso que sería más fácil quitarle la sangre con ellas que con una gasa. Extrajo una y se posicionó frente a Akaashi.

¡Uno más!Where stories live. Discover now