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-Dani, en serio, creo que ya es hora de que salgamos de aquí -me quejé, intentando levantarme de la cama. La mano de Dani tiró de la mía, sin darme tiempo a salir de entre las sábanas, y volví a caer entre ellas.

-Pero, ¿qué prisa tienes? Tenemos todo el fin de semana por delante, para hacer lo que queramos -me abrazó contra su cuerpo cálido.

-Que tengo hambre, ya te lo he dicho. Y nos está esperando la comida abajo... -le recordé, pero me tumbé de nuevo sobre su pecho desnudo. Lo besé con suavidad, y él insistió en profundizar el beso.

-Hace un par de horas no tenías la misma prisa por comer -comentó él, cuando nos separamos.

-Hace un par de horas había cosas más interesantes que hacer.

Dani se echó a reír, y aprovechando su descuido me levanté de la cama, al fin.

Él se estiró, cruzando los brazos detrás de su cabeza, y me observó atentamente.

-No me explico cómo puedo dejar que te alejes de mí estando desnuda -comentó, alzando una ceja.

-¡Cállate! -chillé, sintiendo cómo el rubor subía por mi cara-. ¿Me dejas tu sudadera? -sin darle tiempo a responderme, me la pasé por la cabeza.

Cuando terminé de vestirme, me giré para mirarlo.

-¿No te vistes o qué?

-Está bien -resopló, con comicidad, y se levantó de la cama.

Probablemente la imagen de Daniel Oviedo de pie en mitad de mi cuarto, en bóxers y con el pecho y la espalda llenos de marcas de mis labios y uñas, era la imagen más excitante que iba a ver nunca en mi vida.

Y como él decía, todavía teníamos todo el fin de semana por delante.

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-Oye, Dani -murmuré, contemplando con gran interés mi fajita. Él me miró, dándome a entender que me estaba escuchando.

Estábamos sentados uno frente al otro en la isla de mi cocina, dando buena cuenta de la cena.

-Es que... como este sábado es Halloween, mis amigos han dicho de ir a una fiesta de una discoteca del centro. Pero el caso es que como yo estoy este finde contigo... habían pensado que a lo mejor te apetecería venirte.

-Eh, es buena idea -se encogió de hombros.

-Si no quieres no pasa nada... no tengo mucho problema en quedarme encerrada contigo todo el puente, literalmente -le sonreí. Pero él parecía seguro de sus palabras.

-Yo tampoco tengo mucho problema en eso -esbozó una media sonrisa-. Pero creo que va siendo hora de que salga con tus amigos, ¿no?

-Está bien -asentí, dando saltitos de alegría por dentro. En realidad tenía muchísimas ganas de que estuviéramos todos juntos. Y sabía que Dani no era muy dado a socializar.

Me levanté del taburete y me acerqué a él. Me senté de lado sobre él, ocultando mi cara en su cuello. Me sentía muy feliz.

-No creo que un taburete sea el mejor sitio para hacer esto -comentó él, y yo me limité a mordisquear la blanca piel de su cuello. Dio un respingo y yo me eché a reír.

-¿Todavía te quedan ganas? -susurró, con una risa.

-Como ya he comido... -me encogí de hombros, y volví a morderlo, ahora con un poco más de fuerza. Él suspiró.

-¿Y si nos vamos al sofá? -le propuse, y él asintió enseguida.

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-¿Sabes una cosa? -indagué, tapándome mejor con la manta y apretándome contra él.

-Dime, cariño.

-Sonará estúpido lo que te voy a decir, pero... me da mucha pena que hayas compartido esto con Nerea también. Quiero decir... no pretendo sonar a novia loca ni nada de eso, pero me parece que es algo tan íntimo, que une tanto... y que lo hayas vivido precisamente con ella...

Dani sonrió y dejó un beso en mi sien, que se prolongó varios segundos.

-Es que con ella no era así. Con nadie fue así.

Me incorporé para mirarlo inquisitiva.

-De verdad -me aseguró-. Era sólo eso, sexo. Para mí esto también ha sido algo completamente nuevo -se encogió de hombros-. Y supongo que es lo que suelen decir todos los tíos, pero en este caso es la verdad.

Medité unos segundos mi respuesta. ¿Acababa de insinuar que estaba enamorado de mí?

-Me alegro de que sea así -confesé, y su mirada se suavizó.

-Yo también, y no sabes cuánto -sus labios enseguida encontraron los míos. Unos segundos después, se separó de mí-. Espera un momento. ¿Cómo era eso que has dicho, algo de una novia loca? -inquirió, separándose de mí para mirarme mejor.

-Era una forma de hablar -me apresuré a aclarar, azorada-. No pretendía decir nada más...

-¿Y eso por qué? ¿Acaso no eres mi novia? -me interrumpió él.

-¿Lo soy? -alcé las cejas.

-¿Quieres ser mi novia?

La respuesta estaba clara.

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Cuando abrí los ojos a la mañana siguiente, los pensamientos se agolparon en mi cabeza, saturándome al instante.

Vaya. Había perdido la virginidad. Con Dani. Con Daniel Oviedo, mi compañero de mesa. El chico más impopular del instituto. El que estaba metido en algo peligroso. Y parecía sentir algo por mí. Y yo por él. Y ahora era mi novio. Dios mío.

Cavilé en la oscuridad, antes de abrir los ojos siquiera. Podía escuchar la respiración regular de Dani junto a mí, sentir su pecho pegado a mi espalda y su brazo sobre mi cintura. Era como si no pudiéramos separarnos ni un centímetro más.

Realmente, estaba empezando a desarrollar sentimientos muy fuertes por él. Físicamente me encantaba, y me gustaba desde casi el primer momento. Pero no era solo eso, había muchísimo más. Me estaba enamorando de él.

Seguía siendo dolorosamente consciente de que aún apenas lo conocía. No sabía nada de su familia, de sus padres, ni siquiera sabía dónde vivía. Y mucho menos sabía qué eran esos problemas en los que andaba metido. Y todo eso me daba miedo, no podía evitarlo.

Dani se revolvió a mi espalda, dándome a entender que estaba a punto de despertarse. Y en ese momento por mi mente cruzó un ultimátum: este fin de semana era nuestro. Pero en cuanto acabara, si Daniel Oviedo quería que fuera su novia, tendría que dejarse conocer un poco mejor.

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⏰ Última actualización: Dec 06, 2017 ⏰

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Ángel de la guarda (Daniel Oviedo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora