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Me senté en el sitio que me señalaron, justo en primera fila, en la esquina del ring. Dani subió con rapidez a él, seguido de su entrenador y todo su equipo.

Miré a mi alrededor un segundo No había mucha gente, la verdad. El boxeo juvenil no era un deporte muy popular en el pueblo.

Y por eso no me fue difícil ver a Nerea, acercándose a donde estaba yo sentada. Aún no parecía haberme visto.

En ese momento, el árbitro estaba hablando con Dani y su contrincante. Este parecía ligeramente más grande que Dani, quizá fueran imaginaciones mías, pero él no parecía en absoluto asustado. Al contrario. De hecho, su expresión era muy intimidante.

Ambos chocaron los guantes, y el combate comenzó.

Y justo en ese momento Nerea me alcanzó.

Su expresión pasó de la incredulidad a la diversión. Tan cínica como siempre. Intenté no mirarla.

Se acercó a mí.

-Hombre, Álex, ¿y tú qué haces aquí? No me digas que Dani te ha invitado -exclamó, y yo aparté la vista un segundo del combate para mirarla.

-Pues ya lo ves.

¿Qué podía hacer? No iba a negar lo evidente.

-Madre mía, parece que va en serio contigo. Hasta ahora yo era la única chica a la que invitaba a los combates -me guiñó el ojo, sarcástica. ¿Pretendía que me ofendiese, que le montase una escena de celos a Dani después? Buena suerte.

Por un momento pensé en decirle que no iba en serio conmigo porque no éramos nada, pero Dani me había dicho que no dijera nada, de modo que me limité a encogerme de hombros. Tendría que fiarme de él, otra vez.

En ese momento, Dani encadenó una serie de golpes contra el hígado de su rival. Parecía que iba dominando, aunque era un poco pronto para saberlo, y tampoco es que yo entendiera mucho, la verdad.

-Bueno -habló de nuevo Nerea-, yo ya te he dicho lo que hay, cariño -me giré para mirarla, envarada-. A partir de ahora es tu problema. Pero luego no digas que no te advirtió nadie.

-Bueno, a ver si así por fin te olvidas de mí -no pude evitar responderle.

Ella me guiñó el ojo.

-Eso, nunca.

Y se sentó en el asiento detrás de mí, que estaba libre.

El primer asalto terminó, y Dani regresó a su esquina. Estaba ileso todavía, y esperaba que así siguiera. De hecho parecía bastante animado, aunque sin abandonar su expresión de concentración.

Solo quedaban tres asaltos más, según el marcador.  Y pretendía estar concentrada en ellos, había venido a ver a Dani boxear.

No obstante, eso no parecía entrar en los planes de Nerea.

-Es curioso -comentó de repente, a mis espaldas- que estés tú aquí hoy, cuando literalmente, ayer era yo la que se estaba acostando con él. Este chico es un veleta.

Qué.

-¿Qué quieres que te diga, Nerea? -me giré-. ¿Que me alegro mucho por ti, que espero que lo pasarais bien? 

La sonrisa no abandonaba su cara.

-Yo no tengo que pedirle explicaciones de nada -atajé-, no es mi novio, y si lo fuera no estaríamos teniendo esta conversación. Lo que haya hecho contigo, hablando mal y pronto, me la suda. Si estoy aquí es por algo.

-Si yo todo eso lo entiendo, pero cariño... ayer por la mañana conmigo, y por la noche contigo...

Bufé.

-Lo que tú quieras -zanjé.

No quería meter en más problemas a Dani, de modo que me volví hacia delante.

El combate transcurrió con gran rapidez, para mí, y Nerea y yo no volvimos a dirigirnos la palabra.

El final del cuarto asalto fue el peor, con diferencia. Ambos contendientes iban muy igualados, los dos ya con la cara magullada e incluso algunas heridas. Nada grave.

Pero claro, ninguno parecía a punto de quedarse KO. Iba a ser una final por puntos.

O eso era lo que me iba explicando uno de los ayudantes de Dani, que se sentó junto a mí durante el último asalto. Yo estaba muy perdida.

Cuando la campana sonó, el hombre se levantó de un salto y corrió hacia la esquina de Dani, tenso, y yo no pude evitar seguirlo. Al parecer, aunque el partido no tuviese gran importancia en cuanto a eliminatoria, Dani se estaba jugando entrar en la Federación Nacional de Boxeo. Y estaba muy cerca de conseguirlo, si mantenía su racha.

Dani se dirigió a su esquina, permaneciendo de pie. Su equipo al completo subió al ring, pero yo me mantuve abajo, sin saber muy bien qué hacer.

Uno de ellos comenzó a limpiar la sangre del rostro de Dani, mientras él mismo y los demás se mantenían expectantes.

-Y el ganador por puntos, por decisión del árbitro -sonó una voz por los altavoces tras varios segundos de tensión- es... ¡¡Daniel Oviedo!!

Todo el mundo comenzó a gritar, algunos celebrándolo y otros no tanto, mientras yo permanecía abajo. Y de repente, no sé cómo ni por qué, vi a Nerea en el ring, abrazada a Dani.

Supongo que mi cara debió ser un poema en ese momento.

Pero entonces Dani hizo algo que nunca habría esperado, y girándose hacia ella, la apartó con firmeza, haciendo una mueca de repulsa. Nerea lo miró con furia, tanta que me dio miedo, y entonces se acercó para decirle algo al oído.

Ambos se giraron hacia mí, y no fui capaz de descifrar sus expresiones. ¿Qué estaba pasando?

Entonces, de forma evidente hasta para mí, Dani alzó el brazo y señaló la puerta del local. Sus labios solo articularon la palabra "vete".

Nerea se encogió de hombros, y bajándose del ring de un salto, desapareció.

A los pocos segundos, Dani estaba junto a mí.

-¿Qué te ha dicho?

-Ya te contaré -gruñí-. Ahora no es momento de hablar de eso, sino de celebrar tu victoria.

No pudo evitarlo y sonrió de oreja a oreja. Sus brazos en seguida me atrajeron hacia él, y me abrazó con fuerza contra su torso desnudo. Estaba ardiendo. Le devolví el abrazo sin pensar, sintiendo un cosquilleo por todo el cuerpo, y él me estrechó con más fuerza todavía.

-Pues sí -murmuró en mi oído, y el cosquilleo se convirtió en escalofrío-, habrá que celebrarlo.

Ángel de la guarda (Daniel Oviedo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora