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Nena, que tal estás? Me ha dicho tu hermana que estas resfriada

Releí el mensaje de Dani varias veces, con una sonrisita. Tosí varias veces con fuerza antes de coger el móvil para contestarle.

Como el culo, tengo una encima... siempre me pasa en esta época del año 🤧

Era automático, era llegar el frío y catarrazo para mí. Ni un año conseguía librarme.

Jajajaja pobrecita... te apetece que vaya a cuidarte?

No se te ocurra, Daniel. Tienes que ir a clase que bastantes faltas llevas ya.

Anda, si un día más, un día menos... no se nota😜 luego pongo en el justificante que estaba cuidando de mi chica y a otra cosa

No pude evitar reírme. En realidad, Dani y yo no habíamos hablado nada al respecto todavía, pero las cosas entre nosotros iban muy bien, y parecía que cada vez más en serio. Así que a estas alturas, al menos, podía decir que era "su chica", como él decía.

Que no. Que yo puedo cuidarme 

Ya estoy yendo, sh.

Dani!!!

Sh he dicho, llego en quince minutos

De verdad que eres lo que no hay...

Ignorando mi dolor de cabeza, subí a mi cuarto a ponerme una sudadera gris y unos leggins negros, hacerme una trenza de espiga y lavarme la cara por enésima vez esa mañana. Al menos, quería estar un poco presentable. Y la ropa limpia me hacía sentir más despejada cuando estaba enferma.

Bajé de nuevo al salón, donde tenía colocado todo mi arsenal de rollos de papel higiénico, botellitas de suero para los ojos, pastillas, caramelos y demás. Lo único bueno de estar enferma era quedarse en el sofá con la manta viendo toda la mañana dibujos animados.

Tal y como había prometido, a los quince minutos el timbre sonó con fuerza. Me levanté a abrir, arrastrando los pies.

-Bueno, ¿cómo estás? -sonrió Dani nada más verme. Subió las escaleras de la entrada y se acercó a mí para darme un piquito a modo de saludo, pero yo me aparté con rapidez.

-Ay, lo siento -me reí, colgándome de su cuello al ver su expresión de indignación, con una ceja alzada-. Pero no es el mejor momento para besarme, créeme.

Dani se acabó riendo y me levantó unos centímetros del suelo, avanzando hasta cerrar la puerta. Finalmente me soltó en el suelo y yo lo cogí de la mano para llevarlo hasta el salón.

-Pues ya te lo he dicho, estoy en la mierda -respondí a su pregunta mientras me dejaba caer en el sofá-. Al menos de momento creo que no tengo fiebre...

-Tienes una carita... -comentó él con guasa, poniendo sus labios sobre mi frente para comprobar mi temperatura-. Parece que no tienes fiebre, no. Pero no te hace falta. ¿Por qué lloras? -me preguntó, divertido, al ver cómo se me saltaban las lágrimas y comenzaban a correr por mis mejillas.

-Ay, que no estoy llorando, tonto -me quejé, cogiendo un trozo de papel para limpiarme-. Es que cuando me resfrío me lloran mucho los ojos, me pasa de siempre. Es muy molesto -refunfuñé, y él se volvió a reír-. Bueno, ¿has venido a cuidarme o a reírte de mí?

Ángel de la guarda (Daniel Oviedo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora