Capítulo 4: "Te amo, mamá"

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Dylan

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Dylan

Llegué a la casa azotando la puerta y tirando la mochila en cualquier lugar. Estaba agotado, mañana sería el partido por lo que el entrenador no nos dio ni un minuto de respiro; unos pasos agitados por el pasillo me indicaron que alguien venía.

Una pequeña persona de dos coletas rubias y sonrisa encantadora apareció estirando sus brazos hacia mí. Elevé a mi hermana y di un beso a su regordeta mejilla haciendo que riera y se removiera en mis brazos. Un minuto después mi padre se acercaba a nosotros, su rostro lucía preocupado, sus grandes ojos azules parecidos a los míos estaban apagados y aquellas grandes ojeras me indicaban su cansancio, aún así me dedicó una enorme sonrisa al vernos

—¿Qué tal tu día hijo? —preguntó palmeando mi espalda y dándole un beso en la mejilla a mi hermana.

—Bien, gracias. ¿Cómo sigue mamá? —En cuanto pregunté, la sonrisa de mi padre desapareció y señaló a mi hermana con la cabeza. La bajé de entre mis brazos y le susurré: —Ve a jugar, Camila, ahorita te alcanzo.

Ajena a cualquier cosa, salió corriendo a la sala con un peluche entre sus pequeñas manos.

—Hoy no es buen día para ella Dylan. Está muy cansada, los medicamentos la dejan muy mal.—dijo mi padre.

—Iré a verla —susurré comenzando a caminar.

—No te quedes mucho tiempo, necesita descansar. En cuanto terminé la comida debo ir al trabajo, te toca cuidar a Camila.

Torcí el gesto mientras asentía y anduve por el pasillo hasta llegar a la habitación, abrí su puerta despacio y caminé lentamente hasta su cama, estaba acostada de espaldas a mí, pero en cuanto la madera debajo de mis pies crujió volteó rápidamente en mi dirección. Aún tenía puesta su pijama, traía un pañuelo que le cubría la cabeza y el suero a un lado de la cama. Se veía mal, cansada, pero aún así intentó sentarse para abrazarme, no la hice esperar mucho y me aventé en sus brazos como un pequeño necesitado. Me acariciaba la espalda de arriba a abajo con sus delgadas manos, podía sentir el temblor en ellas y deseé transmitirle mi calor.

Hacía cuatro años que le habían diagnosticado cáncer de ovario, hasta hace poco se había logrado pagar la cirugía que necesitaba para extirparlo pero aún tomaba medicamentos que la dejaban cansada, sobretodo porque acababa de salir del hospital. Esperábamos en serio que nada le volviera a pasar.

—¿Cómo te fue mi niño? —preguntó dulcemente. Con pesar me separé de ella, acerqué una silla a su cama y después de arroparla me senté.

—Estuvo bien, nada fuera de lo común.

—¿Qué tal está Zac? ¿Ha madurado un poco? ¿Ya consiguió novia?

Reí ligeramente junto con ella, ambos sabíamos que eso no pasaría en un largo tiempo; desde pequeños él nunca cambiaba, siempre sonreía, jugaba y huía de cualquier tipo de relación. En cambio yo pasé de ser un niño extrovertido a un joven tímido y reservado desde que mamá enfermó.

  —¿Y tú? ¿Cuándo me traerás a conocer a tu novia?

—No tengo una novia.

—¿Y qué esperas?—sonreí divertido. Cada que podía me recordaba mi soltería.—No me hago más joven.

Dejé de sonreír en cuanto lo dijo, la simple idea de perderla algún día era muy doloroso de pensar. Lo dejé pasar con un gesto.

—No hay ninguna chica que me interese. —En cuanto mi boca pronunció esas palabras, mi mente recordó un nombre "Lucy", ¿por qué pensé en ella?

—Oh si la hay —comentó risueña para después toser un poco. Volteé a verla con mis ojos abiertos mientras carraspeaba mi garganta y me tronaba los dedos.

—¿Por qué lo piensas?

—Te llevé en mi panza nueve meses, te conozco hijo. — «Típico madre», pensé rodando los ojos.

—Cuando haya alguien, lo sabrás.

Torció el gesto sin convencerse pero la llegada de Camila me salvó, entró corriendo y saltó arriba de la cama de mi madre, haciendo que su cara se transformara completamente en una mueca de dolor.

—¡Camila! —La reprimí, esta hizo un puchero culpable acomodándose en el regazo de mamá.

—¿Te lastimé? Perdón mami, perdón —dijo la pequeña a punto de ponerse a sollozar, pero mi madre acariciándole el cabello la calmó.

—No pasó nada hija, ven aquí. —La acomodó a un costado abrazándola a pesar de que su ceño fruncido indicaba dolor pero mantenía una sonrisa serena en su rostro. Empezó a tararear meciendo ligeramente a la pequeña de seis años que no sabía porqué mamá siempre estaba cansada. Mi padre nunca encontró la manera de explicárselo y yo tampoco por lo que preferimos dejarla en la ignorancia, así no todos en la casa tenían porqué estar tristes.

Unos veinte minutos después sus ojos estaban cerrándose de nuevo.

—Lamento no poder ir a tu partido hijo —comentó haciendo un esfuerzo sobrehumano por mantenerse despierta.

—Tranquila..., no pasa nada. —Acaricié su mejilla antes de darle un beso en la frente, me sonrió y se dejó vencer por el sueño—. Vamos Cam, dale un beso a mamá y a cenar.

La susodicha con sumo cuidado plantó un beso en su mejilla y corrió hacia afuera de la habitación para reunirse con papá.

—Te amo, mamá—susurré antes de darle un beso prolongado en la frente antes de salir de la habitación y unirme con Camila y papá en la cocina.

****

¡Lo sé! Es extremadamente corto, pero en sí, este capítulo era solo para conocer un poco de la vida de Dylan.

Sé que desaparecí mucho tiempo. Lo siento, solo diré que la escuela y mis actividades fuera de ella me agotan el tiempo. Trataré de subir cada semana como prometí.

Espero les haya gustado el capítulo, en lo personal me dio mucha nostalgia.

Déjenme saberlo con una estrellita, un comentario, o por qué no los dos bonito fin de semana.

Gracias por leer.

Gracias por leer

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Besos y sueños ©Where stories live. Discover now