Capitulo 22: No de nuevo

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Apenas se hizo de día, Lucifer despertó con el cuello doliéndole un poco, pero no tanto como él pensaba que podía dolerle por haber dormido contra una pared.

Rápidamente abrió los ojos y arrastró un poco su pierna izquierda por el piso, como queriendo patear algo. Luego, se levantó de golpe y salió con bastante prisa del callejón. Su vista no estaba del todo despejada y él no estaba del todo despejado, por lo que tenía cierta dificultad para orientarse. Se frotó los ojos con cierta brusquedad y nuevamente, comenzó a caminar para al menos intentar llegar a algún lugar donde los demás no pudiesen encontrarlo hasta que él pudiera ver que había sido ese arranque que tuvo en la casa.

Mirando hacia todos lados, de la misma forma que hace un niño curioso por el mundo que lo rodea, fue hasta algo parecido a un mini mercado. Entró para ver si, con algo de suerte, encontraba algo que no hubiese expirado. En algunos estantes había mucho polvo y latas vacías. En otros, cajas de productos higiénicos. Caminó por todos la pasillos hasta que llegó a uno que tenía unas bolsas de papas fritas. Su entrecejo se frunció un poco. ¿Debía comerlas? Antes que nada, tomó un paquete y revisó la fecha de caducidad. Les faltaba un mes. Se preguntó si «El sujeto» las había aparecido ahí por si ellos iban. Dudaba bastante si comerlas o no, pero el hambre que estaba sintiendo casi superaba los limites, así que se encogió de hombros y se sentó en un viejo cajón para comer con tranquilidad, casi con pesadez. Decidió quedarse un poco más de tiempo en ese mini mercado abandonado y ver si podía encontrar algo más o esperar que sus hermanos y cuñado no lo encontraran. Llegó a decirse que debía escapar hasta poder encontrar un portal para irse a otro mundo o sitio o en donde fuera que terminara. Después se dijo que ese sujeto debía estar pasándola en grande. Tenía un «humano completo» al que le podía romper la cordura. Ángeles-humanos a los que podía separar más de lo que ya estaban y, si era mucho más inteligente, convertirlos en próximos enemigos, si es que metía a otras personas. Fuera como fuera, Lucifer hacía sus propias teorías, y esas eran algunas de ellas.

Se terminó la bolsa de papas y la dejó caer al suelo. No había perdido el hambre, pero sí se le había calmado un poco. Estuvo sentado un largo rato, con su respiración lenta y tranquila. Quería que las cosas se calmaran y... poder volver con los demás. No lo diría en voz alta, pero incuso sabiendo como lo veían muchos, nunca se acostumbró realmente a ser tan solitario como lo era. Debía admitir que extrañaba estar con sus hermanos y con su padre. Y de pronto, se sintió tonto por tratar de escapar de las cosas, sabiendo que jamás lo había hecho. Optó por levantarse y salir del mini mercado. Ya había sol, pero no era un día muy caluroso.

«Sigo en tu mente.»

—Ya déjame en paz—gruñó entre dientes.

«Déjame matarlos si aparecen. Ellos te odian, Gabriel no quiere saber nada ti.»

— ¿Lucifer?—escuchó una voz tranquila a su espalda y se volteó rápidamente.

—Gabriel—pronunció, con cierto temor—. ¿Cómo me encontraste?

—Me separé de los chicos, ellos se quedaron en un callejón—respondió, acercándose a su hermano—. Y, bueno, estás en medio de la calle.

—Gabriel, no te me acerques—advirtió el rubio, alejándose lentamente del menor.

— ¿Por qué?—preguntó suavemente—. Sé que tú no me harías daño.

—No... Ahg—soltó un gruñido de dolor y cerró los ojos con fuerza. Esa molesta voz le estaba diciendo lo mismo de antes.

— ¿Qué ocurre?—preguntó Gabriel, preocupado.

— ¡Aléjate!—rugió el mayor, no queriéndole hacer nada.

—No lo haré.

—Gabriel...

Nuevamente sus ojos volvieron a ser rojos y su expresión cambió por completamente. Miró con furia a su hermano y se comenzó a acercar a él.

—Que estupidez la tuya, venir sin los demás—comenzó a decir, con una voz parecida a la ultratumba—. ¿Qué esperabas? ¿Ver a tu querido hermano como si nada?

— ¿Quién diablos eres? ¿Y qué quieres de mi hermano o de nosotros?

—Para la primera pregunta, sólo diré que... me conoces más de lo que crees. Lo segundo, quiero divertirme—respondió—. Pero no te confundas, yo no hago mucho. Sí, me meto en su mente y hago lo que hago, pero eso sale de todo el rencor y odio que él tiene guardado.

—Hijo de perra—vociferó el más bajo.

—Ahora... te dejo con tu hermano—dijo, antes de que Lucifer avanzara con pasos peligros y una mirada aterradora hacia su hermano.

Gabriel no se movió de su lugar. Simplemente cerró los ojos y esperó. Escuchó que su hermano se acercaba cada vez más, pero ni eso lo hizo retroceder. Cuando pudo hasta sentir que Lucifer estaba a un solo paso de él, seguramente queriendo golpearlo, escuchó la voz de Dean y luego un golpe horrible. Abrió los ojos y vio que su hermano ahora estaba lejos de él, y su cuñado estaba delante de él con la Colt.

—Muy inteligente de tu parte, Gabriel—dijo, tan sarcástico como siempre.

—Cállate y encárgate—exclamó el otro.

— ¿Le acabas de pedir que mate a tu hermano, Gabriel?—dijo Lucifer, sin dejar de ser controlado—. Que desleal de tu parte.

—Créeme, yo no soy el desleal—dijo el menor, parándose al lado de Dean—. Tú no eres mi hermano, quiero hablar con él.

—Y nosotros también—dijo Balthazar, llegando con Castiel.

—Si insisten—dijo. Los ojos de Lucifer volvieron a ser azules.

—Maldición—murmuró. Su cabeza estaba a punto de estallar.

—Lucifer—lo llamó Gabriel, acercándose rápidamente.

—Gabriel, tienen que irse—avisó, tratando de alejarse del menor.

— ¿Qué? No. No te podemos dejar—exclamó Balthazar, seguro de sus palabras.

El mayor de todos se llevó una mano al estomago y de repente, tosió sangre. Eso solo hizo que todos se acercaran a él. Dean seguro diría luego que lo hizo por reflejo. Lucifer vio que estaban alrededor de él y eso lo puso más nervioso.

—Aléjense de mí—vociferó.

— ¿Por qué nos pides eso? No lo haremos—dijo Castiel.

—Los voy a herir de nuevo.

— ¿Y eso te importa?—espetó Dean.

No le pudo responder. Creía que, al hacerlo, sólo iban a desconfiar más de él. Miró una vez más a Gabriel, suplicándole así que se fueran lejos de él, pero su hermano negó con la cabeza. Una vez más, los ojos de Lucifer se pusieron rojos y sonrió de esa forma bastante aterradora.

—Se los advertí... Les di una oportunidad y ahora... vamos a divertimos—dijo, con ese tono tan cínico que odiaba Dean.

Definitivamente, la iban a pasar mal.

Aventuras con los ÁngelesМесто, где живут истории. Откройте их для себя