BUCLE IMPERFECTO.

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Esa es la razón de mi vida de ermitaño, por eso elegí tres años de paz y armonía en un bosque a las afueras de Vancouver, Canadá y es que en un mundo donde la mayoría de la gente se contenta por sentir el calor del ser amado, yo había renunciado a todo con tal de que ella viviera, pero ahora Joseph venía a poner patas arriba todo mi pequeño mundo.

Lo que si era un hecho es que Joseph (si es que en realidad se llama así) tenía mucha, demasiada información y venía a mi propio hogar a inquietarme aún más de lo que ya estaba por todo lo que viví en su momento, sobre todo ¿Con qué derecho lo hacía? Esa idea comenzaba a molestarme.

Tarde bastante en olvidar a Kym Stwart, en realidad apenas lo estaba consiguiendo, poco a poco durante estos tres largos años me hacía a la idea de que yo moriría sin volver a verla una vez más, sin que siquiera ella me hubiese conocido, sin que por lo menos me obsequiara una sola mirada. Si, lo sé, quizás te puedo engañar a ti, pero no puedo engañar a mi corazón, deseaba con todas mis fuerzas volver a ver su precioso rostro de nerd sexy, y si el destino estaba de buenas y me lo permitía, volver a estar entre sus cálidos brazos, pero claro, solo eran sueños, sueños de un pobre desahuciado y sentenciado por su destino a vivir una vida sin ella.

- Basta Jonh, no titubes, debes de ser fuerte, ten valor. – Me decía constantemente cuando la flaqueza se apoderaba de mí ser.

Yo había decidido cambiar la melodía de mi vida, pero volver a ver a Kym era una canción que ardía en deseos revivir de nuevo, con aquel chico sentado frente a mí en mi cabaña la idea se multiplicaba por dos.

De pronto Joseph y yo permanecimos callados por varios minutos. Afuera quizás estuviéramos a – 5°, el ambiente estaba totalmente en silencio en el interior, excepto por la agitada respiración del muchacho y el crujir de un delicioso y acogedor fuego con ligero olor a pino quemado ardía en mi pequeña pero efectiva chimenea. Al mismo tiempo un rico café con canela ya se preparaba en la estufa. Esta vez desde hace mucho tiempo eran dos tazas sobre la mesa. Observaba la moneda que Kym dejó caer accidentalmente aquel bendito ultimo día de hace tres años. Estaba allí, enmarcada en mi muro, protegida solo por una pequeña mica de plástico transparente, como tributo a un amor que nunca fue pero que pudo haber sido.

Actualmente era mi único vínculo con Kym, quizás la moneda solo era de 10 centavos, pero para mí tenía el valor sentimental de 100 millones de dólares.

No sabía que pensar. Una parte de mi quería ayudar al muchacho, pero otra parte no quería que se rompiera esa calma en la que he vivido estos casi espirituales tres años. Tuve que ser duro con él, tenía que regresarlo a la dura realidad aunque él estuviera diciendo la verdad.

- No sé quien seas chico, en verdad me gustaría ayudarte pero no puedo. Te lo pondré de esta manera, no preguntare como llegaste aquí ni sobre esa extraña luz, solamente ¡regresa a casa por donde viniste! Yo no soy tu padre, eso es imposible, quizás lo mejor será que te vayas a casa, no quiero tener problemas con nadie, ya no por favor.

El Maestro Del Tiempo 2.Where stories live. Discover now