DÍA 12

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— Karla Camila Cabello Estrabao ¿Cómo rompes una puerta tu sola? No me puedo explicar cómo una niña de siete años logra romper una puerta de dos metros. — Decía mi padre claramente enojado.

Estábamos en la dirección de la primaria en donde estudiaba. Esa mañana, la directora había llamado a mis padres porque yo había roto una de las enormes puertas de la biblioteca. Mi padre había acudido solo porque mi madre estaba ocupada llevando a Ally a su cita con el dentista. Yo estaba sentada en la silla de cuero frente a la mujer rubia. Ella le estaba informando a mi progenitor que los costos de la reparación de la puerta correrían por cuenta de mis padres.

Mi padre estaba de pie a mi lado. Sus brazos cruzados me mostraban que estaba a disgusto con mis acciones. Su ceño fruncido me indicaba que estaría en problemas al llegar a casa, pero tenía la esperanza que mi encanto de niñita de siete años lograra suavizar las cosas.

— Camila, es la tercera vez en lo que va del mes que me llaman de la dirección. — Dijo mi padre apenas salimos de la oficina de la directora. — ¿Cómo rompiste una puerta tu sola?

— Papá, yo solo me preguntaba porque no se abría en la otra dirección, por eso trate de mejorar la puerta. — Dije como si fuera lo más obvio. — Traté de repararla yo misma, pero al final se cayó y no funcionó más.

— Hace dos semanas perseguiste a tu profesora de artes con una rana del estanque y la semana pasada cubriste a uno de tus compañeros con pintura. Cielo, sé que no lo haces con malas intenciones. — Mi padre dejó de caminar para agacharse y quedar cara a cara conmigo. El hombre entonces no estaba molesto, pero su rostro denotaba preocupación. — Tu maestra me ha dicho que siempre tienes mucha energía... mucha más de la deberías.

Miré a mi padre sin entender. No dije nada. Solo lo miré con la esperanza de comprender lo que él quería decir.

— No es la primera vez que te metes en problemas por estar de inquieta. Entiendo que es normal que a tu edad quieras explorar y descubrir el mundo, pero tienes demasiada energía.

— ¿Es malo tener mucha energía? — Miré a mi padre con la esperanza que me explicara cual era el problema de aquello.

— No es malo. — El hombre hizo una pausa para tratar de buscar las palabras adecuadas. — Es bueno si la sabes usar.

— ¿Ally también tiene mucha energía? — Pregunté por mi hermana.

— No cielo.

Me quedé en silencio nuevamente tratando de entender las palabras de mi padre.

— Vamos a hacer algo para crear algo bueno con esa energía. — Dijo mi padre mientas se ponía nuevamente de pie y retomaba la caminata. — Tu maestra me ha dado un par de ideas en las que podrías divertirte mientras haces cosas buenas con toda tu energía.

En el momento no lo entendí, pero esa era la forma de mi padre decir que sufría de hiperactividad y que debía hacer algo para superar ese trastorno antes de que eso influyera más en mi vida. Aunque no lo entendía en ese momento, mi problema de hiperactividad estaba empezando a afectar mi desempeño escolar y mis padres y profesores estaban preocupados.

— ¿Algo divertido? — Lo miré ilusionada.

— Así es. — El hombre asintió. — ¿Qué opinas de esto? — Dijo mi padre mientras este sacaba un pedazo de papel doblado del bolsillo de su pantalón.

Tomé con mis pequeñas manos el papel y lo desdoblé. Al leer el título, mi corazón se aceleró. Había crecido viendo películas donde las personas peleaban con movimientos inhumanos. Amaba los ninjas, karatecas y samuráis. Y siempre trataba de igualar las escenas que veía en la televisión.

Perdidas | CamrenWhere stories live. Discover now