Un juego que no quiero jugar

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Me dispuse a empezar mi papeleo del día, pero Ethan dejó la puerta entreabierta en su salida de mi oficina, y pude escuchar que le habló a alguien más una vez que estuvo afuera.

—¿Qué estás haciendo tú aquí? —le preguntó de mala gana, sin saludarlo siquiera.

—No vine a verte a ti, nenita —contestó la voz de un chico—. Mi mamá me pidió ayuda para armar tu estúpido refugio —en ese ínterin yo ya había salido de la oficina para ver qué pasaba.

Me encontré de cara con un chico unos centímetros más alto que yo, de cabello castaño ondulado y rostro afable, que estaba vestido con una remera de una banda de rock, jeans gastados y unos tenis rojos.

Ethan le había hablado al paso y ya se encontraba cerca de la escalera cuando el chico me saludó.

—Hola, me llamo Oliver Sorja —se presentó—. Eres nueva, ¿verdad?

Él me pasó la mano y la estreché.

—Sí —asentí—. Soy Jackie. ¿Eres miembro de la Fundación Amelia?

Entonces vi a Ethan detenerse de golpe y volver sobre sus pasos a prisa.

—Tu madre salió un momento —le dijo y, apuntando con el dedo señaló la escalera—. Espérala abajo. Jackie está ocupada ahora —sonó como una orden.

Oliver aún sujetaba mi mano, de hecho, se estaba convirtiendo en un saludo bastante extenso. Llevó los ojos a Ethan y sonrió de una manera casi perversa.

—Espera un momento —dijo, percatándose de pronto—. ¿Tú eres la directora del Hogar? —Me preguntó y lanzó una risotada —¡Claro! Eres su ex —se respondió a sí mismo, volviendo a reír.

Yo no entendía qué estaba pasando. Mis ojos se fijaron en los del chico, que tenían un brillo intrigante, y luego en Ethan, quien estaba visiblemente irritado e incómodo.

—Ya déjala Oliver —le exigió.

Intenté soltar su mano, pero él no la aflojó. No ejercía mucha presión, pero yo tampoco quise forcejear.

—Jackie, mi mamá me habló mucho de ti —me dijo con una sonrisa—. ¿Te invito a salir esta noche?

Sentí que me podía sonrojar. No era normal que un chico me invite así como si nada. Menos aún uno que no tenía idea de quién era.

—No —interrumpió Ethan obstinado, antes de que yo pueda responder—. No dejaré que le pongas una mano encima.

Oliver levantó nuestras manos unidas.

—De hecho Ethan, ya lo estoy haciendo —sonrió triunfal—. Y, ¿por qué te pones así? ¿No que ya no es tu novia?

No pude evitar percatarme de que Oliver lo llamó "Ethan" a secas, y no "Sr. Presidente", "señor Ethan" o alguna de las otras formas respetuosas que usaban los miembros de la fundación al referirse a él.

—Nunca fue mi novia. Agnes se confundió, porque nos vio juntos en la gala benéfica... —intentó explicar Ethan, con algo de nervios encima.

Oliver rio con gracia.

—¡Ni siquiera fue tu novia y no quieres que la lleve a cenar! Aquí hay gato encerrado —soltó mi mano, sólo para llevar la suya a su barbilla y observarlo.

—Demonios —se quejó Ethan, mirando su reloj—. Tengo que irme ya, es tardísimo. Pero estoy hablando en serio Oliver, ni se te ocurra molestarla —dicho esto se acercó a mí—. Ya sé que te gustan los tontos —me dijo por lo bajo—, pero hazme el favor de no fijarte en éste.

Casa NO en venta (completa✔)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora