Sin el pan y sin la torta

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Apenas cerré la tienda esa tarde fui a ver a Evelyn. Le comenté lo de la gala benéfica y le pedí que me ayudara a elegir el atuendo ideal. Ella se emocionó tanto que, antes de que saliéramos le suplicó a David que pudieran asistir ellos dos también. Él aceptó y para mí fue un alivio saber que irían a hacerme compañía.

Nos dirigimos a la tienda en la que ella compraba su ropa, ahora debíamos elegir algo para ambas.

Nos recibió Karina, una señora joven con mucho carisma, a quien Evelyn presentó como su vendedora favorita.

Karina se tomó muy en serio las palabras de Evelyn sobre que los vestidos debían ser perfectos. De hecho, las dos se enfocaron casi por completo en elegir uno para mí. A Evelyn no le tomó demasiado tiempo decidirse por el suyo. A ella le preocupaba más poder hacerse un buen peinado con el cabello tan corto que tenía.

Me probé como diez prendas diferentes antes de que las dos, Evelyn y Karina, exclamaran al unísono al verme salir con un vestido dorado, al cuerpo hasta la mitad del muslo y bastante escotado en la espalda. Me sentí muy incómoda al comienzo. Pero ellas dos insistieron tanto en que era perfecto, que obligadamente tuve que sentirme más segura.

Karina me ofreció un par de zapatos que le hacían juego, y salimos de la tienda con la satisfacción que sólo te puede dar una compra bien hecha.

Me despedí de Evelyn y quedamos en vernos en el evento, la noche siguiente.

Marco estuvo puntualmente a las siete y media de la tarde del viernes. Trisha había pasado la última hora arreglando mi cabello y maquillándome. Me puso un labial rouge porque dijo estar convencida de que podía verme mejor que todas esas mujeres de la alta sociedad. Yo no estaba interesada en lucir a la altura de nadie, me conformaba con no parecer un bufón en la corte de reyes.

Sin embargo, el resultado me convenció. Arreglarme no era algo que yo solía hacer demasiado. Pero cuando Trisha ponía sus garras en mi look, podía llegar a verme bien.

Marco enarcó las cejas al verme.

—Debo admitir que estoy sorprendido — exclamó, mientras me abría la puerta de la limusina.

Traté de ignorar su comentario, que no me dejaba en claro si estaba sorprendido en buena o mala manera. Entré, reconociendo la copa de champagne que tenía una diminuta "W" grabada en dorado.

—Ethan te prestó el coche —dije.

Él se ubicó a mi lado.

—No podemos llegar en cualquier auto a un evento de esa magnitud —aclaró.

—Entonces, ¿él sabe que yo iré? —pregunté, empezando a sentir una molestia en el estómago.

—Lo sabe — contestó éste—. Y ya se encuentra allí.

Tragué saliva. Estaba empezando a caer en la cuenta de que iba a verlo otra vez. Después de nuestro choque del otro día, no sabía bien cómo reaccionar frente a él.

Llegamos a un salón de eventos muy codiciado, del cual yo había oído hablar, pero que nunca había pisado antes.

La entrada estaba atestada de fotógrafos. Me recordaron a mi mejor amigo y pensé que me gustaría tenerlo junto a mí.

Enormes telas se cruzaban por encima de la puerta y flores blancas adornaban por doquier. Me estaba poniendo nerviosa ver tanto despilfarro de recursos incluso antes de ingresar. Resultaba contradictorio que un evento que se hacía para ayudar a los que más necesitaban, mostrara tan absurdo gasto de dinero.

Marco tomó mi brazo y esto me sirvió para caminar por encima de la alfombra bordó que daba paso al ingreso principal. Fue un alivio que lo hiciera, porque aún no me acostumbraba del todo al zapato que Karina había insistido tanto en que utilizara.

Casa NO en venta (completa✔)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora