Esa clase de chico

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Al día siguiente Ethan me esperaba afuera de casa. Se había metido el sol y la tienda, por supuesto, ya estaba cerrada. Me disponía a salir a dar una caminata para despejarme del día agotador que había tenido, ya que Trisha y yo trabajamos durante horas en un pedido grande para la tarde, cuando lo vi parado en la acera.

—Estaba por tocar el timbre —dijo. 

Llevaba puesta la ropa de trabajo, aunque la camisa le sobresalía por afuera del pantalón.

—Y yo estaba por salir a caminar —contesté, algo cortante.

—Me gustan las caminatas, te acompaño —a continuación, hizo una seña a la limusina para que lo esperen y me siguió el paso.

Resoplé y empecé mi circuito.

—Vaya, ellos sí que van contigo a todos lados —apunté.

—No a todos lados, no van conmigo a las citas.

—¿No te siguen a las citas?

—Sólo lo suficiente.

—Y qué pasaría si una chica quisiera envenenarte porque... no sé, saliste con ella hace algunos años y nunca volviste a llamarla, y no la recuerdas. ¿Eres esa clase de chico?

—Los chicos no nos separamos en clases, todos somos diferentes.

—Todos son iguales —espeté.

—Pero sí, nunca lo pensé y podría pasarme.

Reí y él también lo hizo.

—Pero no es eso a lo que vine —caminó un poco más rápido y se colocó delante de mí, continuando el paso, pero ahora hacia atrás. —Se me ocurrió una idea genial y vengo a proponértela. ¿Qué te parece si me vendes el terreno y a cambio te concedo una cita? —se quedó de brazos extendidos como esperando que yo grite de alegría.

—¿Una cita? —pregunté con recelo.

—¡Así es! Estaba pensando en que no vas a aceptar solamente el dinero que te ofrecí, entonces ¿qué podría ser mejor que ofrecerte una vida de lujos a mi lado?

—¿Quieres que me case contigo? —pasé de la sorpresa a la incredulidad.

—¡Wo, wo, wo! ¡Más despacio! Te estoy ofreciendo la posibilidad de que salgamos en una cita, nos gustemos y, en un futuro muy muy muy lejano, nos casemos.

No pude contener la risa.

—Oh, vaya, no puedo creer lo afortunada que soy. Voy a cambiar mi casa, mi trabajo, mi vida entera, por la ínfima posibilidad de ser la esposa de un mujeriego —exclamé irónica.

—Un magnate de los negocios, diría yo. Y sí, a mí me parece bastante razonable.

—Ahora, suponiendo que salimos en esa cita, ¿qué pasará si no me gustas o no te gusto?

—Sería imposible que yo no te guste —contestó pasando su mano por el cuero cabelludo.

—Entonces digamos que sea yo la que no te guste —rodé los ojos.

Pensó por un segundo. —Mmm... eso sí podría ser, no eres para nada mi clase de chica.

—¡Ah! Los chicos no se diferencian en clases, pero las chicas sí, eso tiene bastante sentido...

Ambos nos mantuvimos callados por un momento, en el que Ethan volvió a su lugar original, caminando a mi lado.

—Suponiendo que las cosas no se den muy bien en la cita, siempre te quedará el dinero de la venta.

—En verdad agradezco de todo corazón la propuesta, su majestad —pronuncié cada palabra cargada de ironía—. Pero voy a tener que hacer el sacrificio de rechazarla.

Él se encogió de hombros.

—Tú te lo pierdes —contestó.

Me acompañó a hacer el recorrido de todos modos y no volvió a tocar el tema de la cita o de la venta. Sin duda no le comentaría a Trisha nada de eso, sólo sería avivar su idea de que pudiera pasar algo entre él y yo.

 Sin duda no le comentaría a Trisha nada de eso, sólo sería avivar su idea de que pudiera pasar algo entre él y yo

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