Capítulo 33

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Rayos y centellas ¿Cómo había hecho para llegar hasta aquí? Bueno, tenía claro que yo no había hecho nada, entonces la pregunta era ¿Cómo llegue aquí?

Me incorpore y puse los pies en el suelo. Sentía mi cuerpo entumido, como si después de la semana que tuve al fin había conseguido dormir más de ocho horas. Con un poco de trabajo me puse de pie y di un paso, por poco y me iba de frente azotando contra el piso. Di el segundo paso y esta vez fue inevitable, caí sobre el piso alfombrado, pero no me dolió.

Lance una maldición. ¿Por qué me sentía tan débil? Pero no necesite darle muchas vueltas al asunto pues conocía la respuesta. No había dormido ni comido bien en toda la semana. Además posiblemente estaba embarazada. Lancé un suspiro lleno de cansancio e impotencia y me dispuse a levantarme pero justo en ese momento la puerta se abrió.

―Oriana, por Dios ―Julian camino hasta mí y puso una mano en mi cintura y la otra por debajo de las rodillas para levantarme ―¿Qué crees que estás haciendo?

Yo lo mire confundida, simplemente no podía creer que de nuevo me encontrara entre sus brazos, en ese lugar tan seguro y lleno de calor.

Julian me recostó en la cama y me tapo con la sabana. Fue cuando note que no llevaba la misma ropa que en el mañana, ahora llevaba una bata para dormir. El se quedo de pie cruzando los brazos a la altura del pecho y miro hacia la ventana.

―Intentaba llegar a la puerta ―Respondí ―Pero por una extraña razón me siento débil, como si no tuviera ni un gramo de fuerza en las piernas.

Sin notarlo le estaba dando una explicación así que mejor guarde silencio.

―No vuelvas intentarlo. Efectivamente no tienes mucha fuerza en este momento, estas débil ―Advirtió Julian mientras me miraba.

―¿Cómo es que estoy aquí? Lo último que recuerdo fue que hoy en la mañana estaba en la oficina de Tom y de repente perdí el conocimiento, supongo que me he desmayado ―Me encogí de hombros ―¿Qué hago aquí?

―Bueno querida, para empezar eso no sucedió hoy por la mañana, fue ayer ―Julian sonrió con ternura.

―¿Ayer? ―Mis ojos se abrieron por completo debido a la sorpresa

―Así es. Y en segunda si, te desmayaste ―Dejo caer los brazos a sus costados.

―¿Y en tercera? ―Pregunte con curiosidad pues a fin de cuentas era la respuesta que más me interesaba.

Julian se sentó en la cama y alargo su mano a mi frente para acariciarla, inconscientemente yo sonreí.

―En tercera, bueno como sabes Tom es amigo mío y por tanto en cuanto te desmayaste me llamo. Considero que era mejor que yo, tu esposo cuidara de ti, y no tu hermano Noah ―Julian dijo las últimas palabras con fuerza ―Es una fortuna contar con la amistad de Tom, sin duda alguna. Una vez que llegue a la empresa y te vi recostada en el sofá pedí que me pusieran al tanto, dijeron que te habías desmayado y que minutos después abriste los ojos durante algunos segundos y, ¿a que no adivinas que dijiste?

―¿Qué dije? ―El tenía razón, no tenía ni la mínima idea de lo que había dicho.

―Julian ―El dibujo una inmensa sonrisa en su rostro ―Eso fue lo que dijiste.

Yo me sonroje y baje la cabeza. Segundos después volví a mirarlo.

―Gracias ―Asentí ―Por haber ido por mí aunque no debiste molestarte.

―Sabes que no eres ninguna molestia para mí, y si quieres que sea honesto, bueno en cuanto me llamaron sentí una preocupación horrible pero cuando te tuve entre mis brazos la preocupación se fue y dio paso a la alegría de volverte a ver.

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