Capitulo 3. 3/3

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Samanta se repitió aquello una y otra vez, sobre todo porque hasta aquel momento, lo único nuevo que había aprendido de él era que contaba chistes tontos, y aquello no era una buena base para una relación duradera.

Cuando terminaron de llevar los archivadores al despacho de Freddie, se hizo entre ellos un incómodo silencio mientras los colocaban.

-No conozco la historia de cómo conseguiste este trabajo -dijo Sam en un esfuerzo por romper aquel triste silencio.

-Mi tío Josh vino a mi casa y me dijo que me necesitaba.

-¡Vaya!

-No te dejes impresionar. No me necesitaba, pero me llevó un año atar cabos y darme cuenta. En realidad, yo estaba pasando el fin de semana aquí en Atlanta con mi madre...

-¿Dónde vivías?

-En Nueva York. Trabajaba allí para una empresa importante, pero estaba loco por volver. Echaba de menos a mi familia. Por lo visto mi madre se lo dijo a Hilton y este se inventó la historia de que me necesitaba. Y yo piqué.

-Está bien que quisiese que trabajases para él -dijo.

-No me necesitaba, pero quería que trabajase para él. Si por un momento hubiese pensado que me estaba ofreciendo el trabajo por lástima, me habría marchado. Pero me di cuenta de que merezco lo que gano, y él también lo sabía. ¿Y tú?

-¿Qué pasa conmigo?

-¿Por qué no te marchaste a Florida con tu madre en un primer momento?

-Ella se volvió a casar y yo necesitaba un poco de libertad.

-Ya -comentó él enarcando una ceja.

-No había nada malo en ello. Ni siquiera he tenido una relación seria.

Freddie comenzó a pensar en aquello. Durante aquellos cuatro años, ella nunca  había hablado acerca de ningún novio, y él nunca le había preguntado. Quizá porque no era asunto suyo.

Y tampoco era asunto suyo ahora.

La observó mientras terminaba de colocar el último archivo. Iluminada por los rayos de sol que entraban por la ventana,  volvió a fijarse en lo guapa que era.

Incluso sin maquillaje era capaz de volver cabezas. Además, tenía un buen cuerpo. En más de una ocasión aquella mañana se la había quedado mirando mientras se agachaba, o se estiraba o se inclinaba, y pensó que si Samanta lo hubiese pillado mirándola de aquella manera, se habría sentido ofendida.

-¡Es la una y media!

-El trabajo administrativo parece fácil, pero lleva mucho tiempo.

-Desde luego. Vámonos a comer. ¿Dónde te gustaría ir?

-Me da igual -dijo ella sin darle importancia, pero él  negó con la cabeza.

-Este fin de semana voy a tratarte como a una reina porque agradezco lo que estás haciendo y porque también me doy cuenta de que no he sabido valorarte.

-Gracias.

A Freddie  se le cortó la respiración al ver aquellas lágrimas y oír su agradecimiento susurrado, y algo dentro de él se removió. Tragó saliva y se dio la vuelta porque si continuaba mirando aquella cara angelical y aquellos bonitos ojos llenos de lágrimas, acabaría besándola, y teniendo en cuenta que estaba durmiendo en su casa, besarla abriría demasiadas puertas incómodas.

Mientras volvían del restaurante en el coche, Samanta empezó a comprender el extraño comportamiento de Freddie . Se había fijado en cómo la miraba, se había dado cuenta de que había estado a punto de besarla. Aquella mañana le había dicho que la apreciaba y durante la comida había estado muy atento.

Parecía que finalmente se daba cuenta de que se sentía atraído por ella.

-Tengo una invitación a una fiesta en casa de Hilton Martín -le informó él.

-Pues deberías apuntarlo en tu agenda y crearte un recordatorio para que no se te olvide -le dijo Samanta dándole instrucciones.

-Es esta noche.

-Entonces solo tienes que alquilar un esmoquin.

-Tengo uno.

-Pues ya estás listo para ir.

-Aún no -dijo  levantando la vista.

La miró durante unos instantes y después dijo las palabras que ella llevaba cuatro años esperando oír:

-¿Quieres venir conmigo?

Viviendo con mi jefeWhere stories live. Discover now