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Arrastraba mis pies por la orilla de la playa. Descalzo, me arrastro ambulantemente por la arena. Mi cabeza era todo un caos (en todo el sentido de la palabra). Sentía como mi garganta dolía, como las escazas lágrimas secas estaban impregnadas en mis mejillas. Mi corazón solamente me estaba revelando esas debilidades que creí haber olvidado. La presión en mi estómago se intensificaba al paso que seguía dando mis piernas en la arena húmeda, a causa del agua que llegaba a ella. Siempre he sabido, que mis identidades no eran las esperadas. Mastiqué ese pensamiento, pero no lo tragaba, solo lo masticaba, temiendo que no lo pudiera digerir. Aún es temprano, ya había dejado de llorar, el sol ya estaba en el punto más alto de la costa, resplandecía como él mismo sabía hacer. Anteriormente pretendía seguir siendo fuerte, pero no pude más, el único lugar donde puedo desahogarme, es rodeado del mar.

¿Por qué vivo una vida de mentira? ¿Por qué tengo que aparentar ser fuerte cuando realmente quiero llorar y gritar fuertemente que no estoy bien? ¿Por qué no puedo ser realmente feliz? ¿Este es mi propósito?

Solo mi hija me trae esa paz, aunque sea solo cuando estoy a su lado. ¡Quiero sentir esa paz en cada maldito segundo de mi vida! ¡No depender de alguien! ¿Es tan difícil? Simplemente observo mi entorno, no hay nadie monitoreando alrededor, no hay paparazzi, no hay cámaras, no hay guardaespaldas, no hay Jules, no hay un padre, no hay acoso, no hay miradas, no hay nada más que las olas estrellándose con la arena. La corriente marina, el sonido de algunos autos y mi presencia en este admirable lugar. Cierro mis ojos por diez segundos, contándolos internamente.

Uno. Respira.

Dos. No los abras.

Tres. Sonríe.

Cuatro. No te rindas.

Cinco. Hope.

Seis. Fuerza.

Siete. Tristeza.

Ocho. Rechazo.

Nueve. Vive.

Diez. Es hora.

Los abro nuevamente topándome con lo mismo. ¿Creí en conseguirme a mi motor de seguir? Esto es la maldita realidad. Marchó despacio, la arena me puya la planta de mis pies. Me arrastro por ella hasta tocar el agua, continúo caminando. El agua cubre más de la mitad de mi cuerpo. No me interesa llevar una polera blanca y un pantalón de mezclilla hasta las rodillas y sumergirme en el agua. No me interesa en este momento nada.

¿Tan desconsolado, estoy?

Me sumerjo más adentro; antes tomo el aire necesario. Cuando entro por completo cierro los ojos y me dejo llevar por el agua en mi cuerpo. Duro unos minutos así, no pienso en nada. Solo permanezco allí. Cuando siento la necesidad de volver a respirar salgo a la superficie. Noto que estoy bastante alejado de la orilla, no le doy importancia y me vuelvo a sumergir, no sin antes volver a tomar aire.

Nado en sentido a la orilla. Observo el caribe marino. Todo es hermoso, pacifico, sedentario, impasible.

Algo que no tengo dentro de mí.

◄♦►

—¿Estabas llorando? —es lo primero que escucho por parte de Tayron cuando entro a la habitación del hotel donde nos estamos hospedando aquí, en Miami.

—No preguntaré cómo lo sabes, porque sé que me conoces a la perfección.

—¡Qué bueno, que lo sepas! Porque me responderás de inmediato.

El curioso embarazo de Joseph ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora