Ese mayordomo, oculto

644 36 13
                                    

                                                      Capítulo XI: Ese mayordomo, oculto

O.o.o.

“No hay secreto que el tiempo no revele”

Jean Baptiste Racine

O.o.o.o

¡RING!

—     Por favor, paren de escribir… — solté el lápiz y dirigí mi vista al profesor de Religión.

El sonido de la campana anunciaba la hora de salida.

Dulce sonido para mis oídos. ¡Al fin podré irme a mi apartamento y descansar un poco!

El profesor de Religión, era un señor ya canoso, de ojos negros, de mediana estatura; unos cuarenta y cinco años aproximadamente, vestido de sacerdote; su nombre es Simon.

—     Pasen los exámenes de atrás, hacia adelante — me escurrí en el asiento de mi pupitre y suspiré.

El profesor Simon se movió, viendo el mismo sitio donde él yacía, pero, esta vez, mi mirada se quedó en el pizarrón acrílico.

Alguien me siseó y me toco el hombro dos veces.

—     Pshh… — decían y me tocaba el hombro una vez más— Nat… — susurraba, volteándome flojamente— Ten… — era Roman que me entregaba los exámenes de mi fila.

—     Gracias… — susurre y se los pase al próximo a mí.

—     ¿Están todos los exámenes en el primero de cada fila? — preguntó el profesor de espaldas mientras borraba el pizarrón que decía “SÓLO LÁPIZ, BORRADOR Y SACAPUNTAS”.

El aula se lleno de un SÍ en coro, y yo persistía en silencio.

—     Natasha… Soy el Coordinador nuevo, metrosexual, que no piensa más que en su cabello, sus gafas y en como asesinar a las caninas en celo… — los compañeros de clase salían por la puerta y Roman me susurraba al oído imitando una voz galán; no pude evitar sonreír divertida— con mi súper mirada que irradia veneno.

—     ¿Caninas en celo? — reí leve, parándome de mi asiento, insertando los útiles en mi morral— ¿No puedes ser menos…?

—     ¿Irresistible? — interrumpió pasando detrás de mí— Claro que sí nena, te espero en mi oficina para hipnotizarte y si quieres, te doy unas clases gratis en tu casa…— susurró y yo continuaba en lo mismo— Oh… Ya me tengo que ir.  ¡Hasta mañana Nat! — la voz se oía distante, diciéndome que se alejaba y vi su sombra desaparecer por la puerta.

—     Hasta mañana Roman… — susurré.

Roman es mi mejor amigo. De cabellos marrones, ojos miel, un tanto más alto que yo, de cuerpo formado. Divertido en variables aspectos; comúnmente solía estar con nosotras o con Evans, pero este año le tocaba ser el delegado de curso y por eso tuvo que apartarse de nosotros durante este año.

—     My lady… — voltee violentamente al escuchar eso…

Ya basta Natasha… Deja de estar viendo a Sebastian en cualquier parte. ¿Vas a dejar que te vuelva loca?

—     ¿Puede hacer el favor de cerrar las puertas cuando salga? — para mi suerte el profesor Simon. Asentí y volví a dirigir mi mirada al morral— Hasta la próxima…  Y que Dios la bendiga — se alejó a la puerta saliendo del aula.

Sentí una gran punzada en el cuello al decirme eso, que moví bruscamente la cabeza hacia el lado izquierdo donde no se incorporaba la marca, dejando caer uno de los libros que faltaban por guardar. Guiñé en muestra de molestia, dolor, tocándome el cuello, en la marca del contrato que se iluminó, y me agaché. Me di cuenta que el libro que faltaba era nada más y nada menos, que la Biblia.

Subsistir con Sebastian MichaelisWhere stories live. Discover now