Ese mayordomo, nuevo día

789 47 4
                                    

Capítulo IV: Ese mayordomo, nuevo día.

o.o.o

El dolor que te agarra 

El miedo que te ata 

Vida de liberaciones en mí…

Understanding – Evanescence

o.o.o

     Si supiera que esto algún día pasaría, estuviera dispuesta a tan solo pasarlo por alto, y ¡listo! Problema resuelto, pero no fue así, simplemente era algo que me tomo con la guardia baja, sí, eso es todo.

    No pensé que después de lo ocurrido pudiera volver a ser la misma de aquella vez, no, ya ahora soy distinta, tan fría y calculadora, todavía guardo un poco de gracia, aunque ya no todo es como antes.

    Por mis oídos paseaban como eco gotas de agua, llegue hasta imaginarme como caían y se dispersaban en el suelo, junto a un pequeño charco. Las gotas descendentes, hicieron que me despertara poco a poco, abrí mis ojos lentamente, y una fuerte luz se paseo por ellos.

      ¿Qué diablos me paso?

     Varias interrogantes pasaron por mi mente, ¿en dónde estoy?, ¿qué me paso?, ¿cómo es que estoy viva?

     Finalice en abrir mis ojos, noté que estaba envuelta en unas sábanas color pastel, la habitación pintada de colores pasteles, por un momento llegue a pensar que era la mía. Percibí algo sólido, voltee a mirar, ese cabello castaño claro, piel bronceada…era de esperarse, era Rose, nadie más. La pobre se encontraba cabizbaja, como si estuviera llorando.

     Intenté acomodarme mejor en la cómoda cama, quería hacer el mejor silencio posible, moví uno de los brazos de Rose, haciendo que alzara su rostro.

     Primera vez que logro ver en el rostro de Rose sus ojos cristalinos, no había podido ver en ningún momento de mi vida a Rose así. Me observaba y contemplaba, supongo que pensó que estaba en un sueño, así que decidí romper el silencio, me estruje los ojos y pregunté.

              — ¿Dónde estoy, Rose? —casi dije eso en susurro. Me dolía mucho la garganta, así que intente tragar saliva, se me dificultó un poco, al final lo logre hacer.

—       Estás en nada más y nada menos que ¡TÚ HOGAR QUERIDA! —brincó e hizo las muecas de los presentadores fastidiosos que muestran un producto barato, junto con una esbozosa  sonrisa.

     Escuché esto, de un brinco salí de la cama, mientras tocaba cada parte de la habitación, la propia lunática me parecía en ese instante.

—        P-pero ¿cómo? Si mi habitación era de blanco y negro.  Mi afiche, ¡¿dónde diablos esta mi afiche de Londres?! —grité haciendo que Rose se acercara a mí intentando calmarme-

—       Tranquila, tu afiche sigue donde estaba. — me sonrió señalando con el dedo el escritorio-

—     Por lo menos eso esta… —no tenía muchos ánimos de hablar, me coloqué cabizbaja; después de lo ocurrido solo quería tomarme unos momentos de relajación, quizás viendo una película o saliendo a comer helado.

—      ¿Te encuentras bien Natasha? —Rose parecía estar más aturdida de lo que me paso y me colocó una de sus manos en mi hombro. —Todo está bien, estás viva y eso es lo que importa. —erguí mi cabeza y asentí. — Y bien… dime… ¿Quién es ese guapísimo hombre que te trajo? Si tú no lo quieres, pues, ¡aquí estoy yo! —su voz se agudizó y la emoción que transmitía me revolvió el estómago.

Subsistir con Sebastian MichaelisWhere stories live. Discover now