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Ella me habló todo el camino sobre la ropa que se compró, a las personas que conoció y muchas otras cosas que no les di importancia.

-Pero te extrañé mucho, me hacías demasiada falta- Apoyó su cabeza en mi hombro.

-Si, claro- Pensé.

No paró de hablar en ningún momento. Abrí la ventanilla para poder respirar un poco. Seguí haciendo oídos sordos mientras parloteaba.

-Que bonito... Ajá... No me digas...- Solamente le respondía.

Y volvíamos con el parloteo sobre sus viajes mientras yo estuve en coma. Altos cuernos me debe haber metido ésta pendeja. Cometí un error muy grande al querer ser su pareja.

Bajamos del auto, la ayudé a llevar las cosas adentro de la casa. Me agradeció. Abrazandome hizo una mueca de tristeza.

-Juro que creí que no volverías- Le siguió con un suspiro -No pudiera haber seguido-

Me vino a la mente ella besándose con otro tipo. Me desligué de sus brazos. Le sonreí y nos despedimos. Apoyándose en el marco de la puerta me llamó. Yo di media vuelta y volví hacia ella con la esperanza de que me dijera la verdad.

-¿Te han dicho algo sobre tu cara?-

Rodeé los ojos y le conté muy rápido lo del doctor.

-Espero que salga todo bien- Puso su boca para besarnos.

-Eso espero- No la besé y me fui.

Rabia y empatía es poco ¿No?. Bueno lo que sentía era eso más desprecio, impotencia, enojo, vergüenza y miles de otros sentimientos a los que desconocía como llamarlos.
Estaba manejando el auto, no podía más con el aire condicionado, lo apagué y abrí la ventanilla. La imagen de Chloé besando a otra persona se reproducía en mi mente sin parar. Puse la radio para olvidarme, pero comenzó a sonar mi tema, "Crimen". Más impotencia sentí. Fuertemente apreté el volante. Aceleré un poco más, ya iba demasiado rápido. Justo vi que a lo lejos el semáforo cambió a rojo y me detuve.
Escuché "¿Qué otra cosa puedo hacer? Ahora se lo que es perder" y estallé en gritos.

-CHLOE Y LA RECONCHA DE TU PUTA MADRE, ¿PORQUE NO ME CAGUÉ MURIENDO?- Apoyé mi cabeza contra el volante. Grité desaforadamente.

-¡Dale amigo!- Me dijo el conductor del auto de atrás.

Me apuré a cruzar el semáforo en verde. Llegué a mi casa. Cogí las llaves de la puerta y bajé del auto. Escuché como chillaba la reja al abrirse y cerrarse. Entré a mi casa.
Sentí ese olor a viejo en el ambiente, que me dio escalofríos. Encontré un desodorante en mi habitación. Abrí las ventanas y lo heché por todas partes. Estornudé por el gas que me entró en la nariz. Seguí con la limpieza.
Tenía un ambiente a dejado, abandonado. Parecía como si hubieran pasado años desde que no estaba.
Encontré todo como lo había dejado esa tarde.

*Flash Back*

-¡Dale Gustavo que nos tenemos que ir!- Adrián Taverna y Fernando Samalea me estaban esperando afuera de la casa.

-¡Ya va! ¡Aguanten un poco! No se van a morir- Comencé a tironear la valija para intentar que pasara por la puerta.

-¡¡Dale!! ¡Mové el culo!- Taverna tocaba bocinazos.

-Mirá como lo muevo, mirá- Dejé la valija y ajustando la campera con mis manos para que se notara mi trasero, lo moví de un lado a otro.

Volví a tomar el gran bolso y seguí tirando hasta que llegué al auto. Ellos me abrieron el baúl.

-Dale Gustavo- Me seguían apurando.

-Estaría bueno que me ayuden a subir esta porqueria y no que se queden mirando apurandome-

-Ohhh ¡Que sos hartante hombre!- Fernando bajó a ayudarme.

-Es que yo solito no puedo- Hice puchero.

Él me miró con cara de odio. Me ayudó a levantar la pesada valija y cerramos el baúl. Subió al auto y yo volví a mi casa para cerrar la puerta. Troté hasta el auto, abrí la puerta y me senté.

-¡¡Arranque señor conductor!!- Aplaudí.

*Fin del Flash Back*

Un sabor amargo recorrió mi paladar. Me vino a la mente todas las pelotudeces que había hecho antes de caer en coma. El haber sido un estúpido egocéntrico me perseguía continuamente.
Viendo la tierra que había por todas partes y lo apagadas que estaban las habitaciones, comencé a limpiar. Busqué plumero, escoba y trapeador. No se que le habrá sucedido a la ama de llaves que tenía contratada.
Por los pocos estantes y repisas pasé el plumero sacando un montón de polvillo. Barrí el suelo haciendo que salieran hacia afuera los kilos y kilos de tierra. Luego con un balde de lavandina y perfumina, que tenía un olor espantoso, repasé con el trapeador mojado todo el suelo.
Al terminar, fui a mi habitación, saqué toda mi ropa guardada en el armario y la metí a lavar en el lavarropas (¿¿Creyeron que iba a decir que la lave a mano?? Noo, para nada, yo no sirvo para eso). El olor a viejo iba desapareciendo de a poco. Dejé las sabanas de mi cama en un rincón.  Cuando terminara de lavarse la ropa que había puesto pondría las sabanas. Me sentía como si me hubiera mudado a una casa nueva. Tenía que cambiar los aires, la mala onda del Gustavo antes del coma. Estaba comenzando de nuevo y eso implicaba muchos cambios.

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