Capítulo II

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—¡Lily!, ¡Lily!

Laura acariciaba suavemente la espalda de su hija para despertarla, a Lily se le estaba haciendo tarde para tomar el autobús escolar.

—¡Lily!

La chica se despertó alterada, asustada. Cualquier caricia, por amable que fuera le recordaba invariablemente a las que le dio Joshua esa noche.

—Uhm... mami perdona, yo pensé que...

 —No te preocupes hija, no pasa nada —Laura en realidad le creía a Joshua que la actitud de Lily era sólo para llamar la atención—. Vale, levántate, se te hace tarde.

Lily observó la hora en el reloj despertador, restaban doce minutos antes de que el «transporte del infierno», como le llamaban ella y su amiga Amy al transporte escolar, pasará por la parada donde la recogía, así que Lily, literalmente, saltó de la cama y se metió en el baño, se dio una ducha rápida, cepilló sus dientes, se recogió el cabello en un moño desordenado, se colocó el pantalón de la pijama, la primera camisa limpia que consiguió en el suelo de la habitación y sus zapatillas de deporte, tomó sus útiles y su laptop y salió corriendo de su casa. Dos minutos después, ya estaba subiendo al autobús.

El autobús escolar había ganado su peculiar alias gracias a sus pasajeros, para Lily, éstos chicos habían sido enviados directamente del infierno para hacerle la vida miserable, especialmente después de la llegada de Joshua a su vida.

Los peores eran los del equipo de baloncesto, ellos, con su capitán Peter Wallace a la cabeza,  eran quienes se llevaban los honores en la asignatura «molestar a Lily Albright», ese grupo de chicos, que cualquier persona pensaría que debían tener cosas más interesantes que hacer que fastidiar a aquella chica, fueron los primeros en colocarle el apodo *punching bag cuando le vieron la primera marca de maltrato en su piel, así de enfermos eran, pensaba Lily.

Lily tragó con fuerza, suspiró y puso los ojos en blanco mientras caminaba a través del pasillo del autobús rumbo a su asiento.

—¡Lindos pantalones, punching bag!

Peter Wallace le había dado una palmada en el trasero a Lily mientras sus amigos y casi todos quienes usaban el autobús se burlaban.

Lily se dio vuelta para mirarlo y enfrentarle, sin imaginar que el chico tenía su teléfono celular en la mano y captó en una fotografía su rostro enrojecido por la vergüenza y el enojo.

Lily se limitó a dedicarle una mirada tan llena de furia que, si las miradas mataran, Peter y el resto de los chicos del equipo de baloncesto seguramente hubiesen estado siendo sepultados en ese instante, mordió su lengua y siguió su camino hasta el asiento que compartía con Amy Nesbitt, su mejor amiga y la única que se enfrentó a Peter.

—¿Estás bien? —preguntó la rubia.

—Sí, estoy bien, es solo que... —la castaña cerró un puño y golpeó su asiento, llena de frustración.

—No te preocupes, Lily —dijo Amy—, el problema con Peter es que cierta parte de su cuerpo es demasiado pequeña —dijo levantando un meñique—, y él cree que tus pantalones le quedarían mejores a él, ¿no es cierto, Peter?

El resto de los chicos comenzó a burlarse de Peter, incluso Lily quien mentalmente se repetía «*Touché, Peter, touché».

Al llegar al instituto, Lily y Amy se separaron y se fueron cada una a su aula. Amy era una sénior al igual que Peter y se había hecho amiga de Lily desde un día que la vio en el hospital luego de una de las tantas golpizas que Joshua le había propinado hacía casi un año, en realidad era una de las primeras, así que el padre de Amy quien fue el doctor que le curó las heridas a Lily le pidió a su hija que se hiciera amiga de su paciente, le preocupaba enormemente que la chica estuviera siendo víctima de violencia doméstica y ningún familiar ni ella misma querían denunciar al agresor.

Vida en Línea (En edición) ©Where stories live. Discover now