Capítulo I

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—¡Levanta tu trasero del asiento y ayúdame pequeña guarra!

Joshua, el padrastro de Lily había llegado borracho a casa… de nuevo y, como era de esperarse, traía una rabia arrolladora consigo que solo tenía un objetivo, Lily.

—¿Qué quieres? —respondió la chica sin mirarlo.

—¿No te das cuenta que tengo las manos llenas de bolsas? ¡Ayúdame, grandísima imbécil!

Lily estaba tratando de hacer sus tareas y no quería levantarse, pero no le quedó de otra que obedecer, sabía que si no lo hacía, se ganaría una paliza, no sería la primera vez que eso pasaba y no quería tener que parar en el hospital como le había ocurrido el mes pasado.

—Gracias —dijo Joshua tomándola del brazo, haciendo que Lily se incomodara—. Si tan solo no estuviera casado con tu madre…

La mirada del hombre era lasciva, llena de perversidad, Lily apartó el brazo con rabia, tomó su laptop de la mesa de la sala y se encerró en su habitación.

Ella y su madre habían estado solas desde que su padre murió cuando ella tenía tres años y se las habían arreglado bien, no necesitaban nada más allá de lo que tenían, al menos eso era lo que pensaba la chica que no lograba entender aún como su mamá había decidido que necesitaba casarse con un tipo luego de tan solo dos meses de haberlo conocido tras haber pasado trece años solo con ella.

La madre de Lily, Laura, trabajaba como enfermera en una clínica de rehabilitación, allí fue donde conoció a Joshua, un tipo cinco años menor que ella con severos problemas de alcoholismo y drogadicción pero que, a pesar de ello, había logrado llegar a su corazón llenándola de halagos y promesas de que, si se quedaba a su lado, todo iba a mejorar. Obviamente, esas promesas eran vacías pensaba Lily.

Y Lily odiaba a Joshua.

 Lo odiaba tanto como odiaba su vida en Omaha, ella sentía que si se quedaba allí, no alcanzaría sus sueños; ella quería estudiar letras y convertirse en escritora, pero, de quedarse allí, tendría que conformarse con convertirse en la esposa de un perdedor como Joshua o volverse alcohólica como él, no tenía más opciones.

—Lily ¿Qué le hiciste a Joshua? Está muy enojado y quiere que te eche de la casa.

Su madre había llegado a la casa tarde esa noche y se asomó en la puerta de su habitación. El tono acusatorio de su mamá no era nuevo, pero el hecho de que fuera algo común no implicaba que dejara de doler, al contrario, solo causaba más dolor.

—Mamá —dijo ahogando un sollozo—. Solo por hoy, confía en mí, no le he hecho nada… Para variar, créeme un poco, hazlo aunque sea por lo que pasó el mes pasado.

Se odio a si misma luego de decir eso, el rostro de dolor de su madre le hizo recordar que decir eso fue cruel, pero igual, no se retractó, su orgullo le hizo darse cuenta que, el hecho de que su mamá le había dado la razón a Joshua el mes pasado, cuando la golpeó tanto que tuvo que parar en el hospital con varias costillas rotas, era aún más cruel que lo que ella alguna vez pudiera decirle.

—Uhm… Está bien Lily, te creo —dijo Laura bajando la mirada—. Igual, solo venía a decirte que traje comida china para cenar ¿vienes a comer?

—Uhm… No mami, más tarde… Tarea —dijo apuntando a su laptop y a la pila de cuadernos que estaban sobre su cama.

—Okey, te dejaré un poco en el microondas para cuando puedas ir a comer de todos modos.

—Uhm… Gracias mami.

El ambiente era tenso, Lily odiaba eso también, todo se tornaba extraño nada más mencionar el nombre de su padrastro, y es que era como si la sola presencia de ese tipo en sus vidas anularan por completo todos los años de complicidad que su relación madre - hija tenía antes de que él llegara a sus vidas para destrozarla.

Y eso no era lo que más le dolía de esa situación.

 Lo que más le dolía a Lily es que Laura le creyera a Joshua que lo que lo llevó a darle esa paliza fue que la descubrió con un chico en la habitación y otro montón de basura, cuando el verdadero motivo era que ella forcejeó con él cuando entro a su habitación en ropa interior y la manoseó mientras dormía.

Al recordar eso, Lily no pudo evitar llorar, ella sabía que su vida era un desastre, pero la certeza de saber que:

a) No podía irse de Omaha.

b) Si se quedaba en ese lugar, no lograría cambiar su destino, era algo que la abrumaba demasiado.

La chica lloró amargamente por varios minutos hasta que el sonido de una notificación de Facebook la hizo tranquilizarse.

Era una solicitud de amistad… de un chico llamado Brandon Collins.

Brandon Collins.

Brandon Collins era guapo.

Brandon Collins era popular.

Brandon Collins jugaba fútbol americano en la universidad de Los Ángeles.

A Brandon Collins le gustaba lo que Lily Albright había escrito en un blog de escritores.

«Querida Lily Albright, sé que no me conoces y te debe parecer un poco raro que te envié este mensaje y te haga una solicitud de amistad pero es que me encanta tu forma de escribir, es maravillosa, no me canso de leerte ni un instante, todo el tiempo estoy esperando que actualices tu blog, cada día lo primero y lo último que hago es conectarme para ver si has posteado algo, he impreso algunos de  tus escritos y se los he mostrado a mi madre que es profesora de letras, ella me dice que tienes mucho potencial, que le gustaría conocerte para poder darte algunos consejos. Te he buscado en cada una de las redes sociales y al fin creo haberte encontrado, por favor, acepta mi solicitud de amistad… eres simplemente fascinante».

Lily releyó el mensaje un millón de veces, quería capturar la esencia de todas y cada una de esas palabras ¿Le parecía interesante a un chico? Ese tipo de cosas no eran muy comunes en su vida… y no es que ella fuera fea —tenía el cabello castaño claro por los hombros, ojos miel y era delgada mas no atlética— y no era tampoco que se tratara de ella, se trataba de sus escritos, pero algo le decía que no se trataba solo de eso, si fuera solo por eso, Brandon no se hubiera dedicado a darle me gusta a todas sus fotos de perfil de aquella red social, pero aun así… era raro. Y también estaba lo de la mamá del chico ¡Una profesora de letras pensaba que ella tenía potencia! «Es demasiado bueno para ser verdad» le decía la vocecita de su cabeza pero ella decidió anular ese pensamiento… nada podía salir mal, además, tampoco era como si pudiera llegar a conocerlo algún día, él estaba demasiado lejos.

Acepto la solicitud de amistad y le envió una respuesta corta «Hola Brandon, Gracias». Esas tres palabras, esas dieciocho letras, esos veintiún caracteres, serían un antes y un después en su vida, para bien o para mal.

Vida en Línea (En edición) ©Where stories live. Discover now