25 | Los adolescentes son impredecibles

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Una semana después de su tarde en el rancho familiar, Adrián fue a casa de Carmen. Días antes ella le dijo que era innecesario tener una comprometedora charla con Esteban, pero él insistió en que no quería mantener su relación en secreto. Necesitaba saber que la maternidad de Carmen no sería un obstáculo.

—No tienes que...

—Tengo que hacerlo. Estamos en esto junto —dijo Adrián, acariciándole la mejilla. Acto seguido le preguntó—: ¿Qué tan difícil puede ser?

—Los adolescentes son impredecibles.

—Puede ser divertido.

—Hablas muy seguro de ti mismo.

Adrián se echó a reír y la besó, mordiendo sus labios.

—Lo estoy. Supongo que él está practicando en el garaje.

—Así es. ¿Javier se quedará en el auto?

—Sí. Terminada la conversación le diré que lo espera.

Carmen miró el Toyota negro por encima de sus hombros. Por los cristales oscuros no visualizó al amigo de su hijo, pero elevó una mano en señal de saludo.

—¿Cómo se tomó la noticia?

—Me felicitó —respondió él, luego de llevar las manos a su nuca.

—¿Hablas en serio?

—Sí. Tenía justo la misma expresión que tú cuando lo escuché. Estaba tranquilo, no hizo preguntas. Solo me advirtió que debía darte tiempo y espacio.

—Es un jovencito muy sabio.

—Nunca deja de sorprenderme... Creo que es momento de irme al garaje. Si te veo por más tiempo terminaré hipnotizado y no podremos tener la casa para nosotros dos, tal como ya hemos planeado.

—Eso lo dices por ti mismo.

—¿En serio?

Le pasó un brazo por los hombros y la observó haciendo uso de su natural encanto bohemio. Ella casi dio un respingo, sabía a lo que se refería.

—Ni lo sueñes —musitó—, Esteban está a metros de distancia.

—Me desconciertas. Tan pronto te preocupas si estoy a punto de pedir aprobación.

Ella le apartó el brazo, sonriendo.

—Mucha suerte.

Adrián entró a la casa, cruzó la sala de estar y luego apoyó su espalda en el marco de la puerta que conectaba al garaje con la cocina. Se quedó observando los pasos de Esteban. El líder de Teen Light se movía con admirable facilidad mientras seguía un video de su instructor de baile favorito. Admitió que poseía mucho talento. Le alegró verlo tan entusiasmado y aplaudió cuando él finalizó la danza rítmica.

Esteban lo saludó en un choque de puños, con la otra mano agarró una pequeña toalla para limpiar las gotas de sudor en su rostro. Le ofreció uno de los refrescos que tenía en un refrigerador portátil. Cuando él aceptó, lanzó la botella hábilmente hacía sus manos.

—¿Qué tal todo?

—No me quejo. Solo espero que las vacaciones me basten para organizar bien mis horarios por las clases de la facultad y las prácticas con Teen Light.

—Si mal no recuerdo vas a estudiar licenciatura en derecho.

—Así es.

—Tu mamá debe estar muy orgullosa.

—Eso espero —precisó, encogiéndose de los hombros—, pronto iniciaremos las grabaciones para un video musical.

—¡Eso es increíble, campeón! Felicitaciones.

El más joven intentó descifrar la sonrisa del contrario. Entrecerró los ojos, como si eso le ayudara a comprender mejor las ideas que revoloteaban en su mente. Pocos segundos después de que Adrián preguntó cómo le fue en las pruebas académicas, escondió las manos a los bolcillos de su pantalón deportivo y dijo:

—Sé que estás aquí para que hablemos sobre mamá.

Adrián lo miró con los ojos bien abiertos, no se le ocurrió nada qué decir.

—Ayer Javier me contó que tú y mamá han salido un par de veces juntos. Te confieso que tenía mis dudas contigo. En realidad es extraño... Ya sabes, se siente raro que alguien quiera salir con tu madre. Nunca lo creí posible, menos que viniera de ti. —Esteban esbozó una delicada sonrisa—. De verdad espero que la hagas feliz. Hasta donde sé Javier me espera en tu auto, ¿cierto?

—Sí —respondió en un hilo de voz. Estaba totalmente fuera de sí.

—Genial. Entonces, nos vemos más tarde.

Esteban se despidió dejando una palmada en su hombro, luego se colocó su gorra, cubierta con logos de bandas de los años ochenta, y se marchó. Adrián siguió sus pasos con la mirada entre tanto lo seguía al frente de la casa. Esteban se despidió de Carmen besando su mejilla izquierda y antes de alejarse demasiado vociferó:

—¡El amor es maravilloso, pero no se pasen de contentos! ¡Yo también vivo aquí!

—Dios mío, ¿qué fue eso?

—Eso mismo quiero saber yo... Tenías razón.

—¿A qué te refieres?

—Los adolescentes son impredecibles. Sabía de lo nuestro. —Carmen se quedó sorprendida y volteó a mirarlo, indecisa—. Le roge a Javier que no dijera nada, pero ahora sé que fue en vano.

—Son increíbles —alegó sonriendo. Fue entonces cuando hizo algo que nunca había hecho: buscó su mano—. Gracias.

—Pensé que me odiarías por pedirte esto.

—Jamás —añadió, mientras permitía que su cuerpo fuera estrechado por los firmes brazos de Adrián.

Amigos IncondicionalesWhere stories live. Discover now