02 | Inesperado reencuentro

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La semana de clases transcurrió tal cual un abrir y cerrar de ojos para Ruth. Ella siguió la misma rutina de todos los días: ir a la preparatoria, volver a casa, hacer las tareas, salir de compras con Altagracia y ver una película, o continuar con el próximo capítulo del drama coreano —serie de televisión dramática proveniente de Corea del Sur—, que no se perdía por nada del mundo. Sus días libres fueron oportunidades para perderse en los mundos de los libros de la biblioteca municipal. Realizar esas salidas la mantuvieron a la expectativa, aunque lo sucedido días atrás no se repitió. Considerar que eso fue lo mejor le pareció indispensable ya que Javier se lo recomendó.

La rivalidad que existía entre los dos jóvenes iba más allá de lo cercanos que eran a su amiga en común; estaba encaminada a lo que era correcto y lo que no lo era para ellos. El corazón de Félix no era igual de puro que el de Javier, pero sí más valiente. Lo único que ambos tenían en común era la condición de una plena adolescencia, esa no les quitaba una ligera madurez para discernir entre lo bueno, lo malo, y por consiguiente, entre las cosas que debían y las que tenían que hacer. La esencia de sus personalidades estaba definida por las discordancias entre ellos, no por la juventud.

El tan esperado fin de semana trajo consigo un cielo despejado y un tranquilo sábado a mediados de marzo en la urbanización donde Ruth residía. Tal serenidad no le duró mucho. Debía prepararse para ir a la fiesta que Naomi organizó en su casa. Pretendió llegar temprano a la celebración, adelantada por dos meses de la fiesta de graduación. Lograr ese objetivo se le complicó en demasía. Minutos atrás, por medio a mensajes de textos, Javier acordó ir por ella con Iván y Esteban. El tiempo se le fue de las manos muy rápido.

—¡En un minuto voy, mamá! —vociferó a toda prisa luego de que Altagracia reclamara su tardanza.

La recámara de la hija de Altagracia era un completo desorden con sus pantalones y zapatos fuera del armario, el maquillaje regado en su buró, sus peines ya caminaban... Los minutos de espera y búsqueda fueron muy molestos. No tuvo de otra más que resignarse recogiendo su larga cabellera marrón en una cola de caballo. Estar lista a la hora pautada siempre era una misión imposible. Desde niña creía que de los relojes estaban en su contra, casi siempre se daba por vencida una hora más tarde, no se consideraba como una persona de admirables ánimos.

Ruth salió de su habitación ignorando por completo el desastre que dejó en ella, sabía que Altagracia no le reclamaría, pero prefirió cualquier opinión de su madre por encima de las quejas de parte de sus amigos. Ella se indignó al instante porque, ¿qué sabían ellos de lo estresante que era no encontrar la vestimenta adecuada en un armario repleto de ropa? Al caso, jamás lo entenderían porque siempre se vestían con lo primero que encontraban. Y que Dios la perdonara por juzgarlos de esa manera, los atuendos de sus amigos ameritaban una visita al modista. ¿Quién en sano juicio le ponía un llavero de la Esfera del Dragón de Cuatro Estrellas a un pantalón de marca? ¿Elegía una camisa a cuadros para ir a una fiesta? ¿O una gorra cubierta con logos de bandas de los años ochenta? Dejaban muy en claro que ellos no pasaban muchas horas eligiendo su ropa. Aunque, luego de reclamarles que parecían vagamundos, Ruth admitió en silencio que estaban perfectos porque se veían auténticos.

Pese a los reclamos que ella recibió; Javier, Esteban e Iván llegaron a la conclusión de que la esperaba de un espacio adecuado en el camino fue el triple de eterna. El tránsito en la ciudad era un habitual inframundo, pero no había a quién echarle la culpa. Los jóvenes decidieron darle nula importancia a la vergüenza que Naomi les hizo pasar en su triunfante llegada, solo héroes sobrevivían a una hora de horrible congestión vehicular, o al menos eso pensaron cuando ella gritó sus nombres a todo pulmón.

Naomi miró a Ruth de pies a cabeza, con Javier, Esteban e Iván detrás, parecía la cantante principal de una banda de Indie Pop a punto de debutar. Un pantalón negro cintura alta, tenis azul cielo, una blusa blanca de tirantes anchos y un ligero maquillaje; hicieron que luciera como otra persona. La sonrisa recibida, igual de coqueta que el vestido color rosa de Naomi, le hizo entender que su ropa obtuvo la aprobación de una chica que sabía vestir con estilo.

Amigos IncondicionalesWhere stories live. Discover now