28. Día de playa.

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Apenas bajamos del auto, un calor abrasador me envolvió entre sus brazos.

Desde el punto donde nos encontrábamos, podía ver al mar siendo víctima de un leve oleaje, la arena lucía tan jodidamente caliente, como de seguro se encontraba en estos momentos.

—Bien. –comenzó a hablar James, que se había autonombrado el portavoz del grupo. –Creo que lo mejor sería que primero buscásemos un lugar donde poner nuestras cosas, y luego hacer lo que queramos.

Todos hicimos gestos afirmativos, y nos encaminamos hacia unas sillas bajas con el espaldar inclinado hacia atrás, que estaban ligeramente cubiertas por una sombrilla.

Afortunadamente, el lugar no estaba atestado de personas, sí, habían varios grupos de adolescentes, familias, niños bañándose en la orilla, entre otras cosas, pero no estaba como si fuese víspera de verano, y este fuese la única playa disponible.

Una vez llegamos a las sillas, colocamos nuestras cosas en unas, y nos quedamos únicamente con los bañadores en el cuerpo. Todos a excepción de Stephanie y Matt, –que extendieron unas toallas en el piso, y se acostaron de espaldas en ellas–, ocupamos las restantes.

Yo tomé una revista por mi parte, mientras los chicos hablaban entre ellos. Habíamos venido: Zack, James, Matt, Lucas, Daniel, Stephanie y yo.

Estaba entretenida viendo las estupideces que contenía la revista, cuando de repente, un silbido me sacó de mi trabajo.

—Mira ese par de piernas. –escuché decir a Daniel. Rodé los ojos, con la vista en la revista, pero los oídos atentos a lo que el grupo de idiotas decía.

—Joder, son perfectas. –esta vez, James era el que había hablado.

—Tienes razón. –mis manos se hicieron puños alrededor de la revista al escuchar la voz de Zack.

Respira, respira, respira. Me repetía mentalmente, sin despegar la vista de la revista, y con las manos, y dientes apretados.

—Completamente de acuerdo. –finalizó Lucas.

Percibí un movimiento a mi costado, y bajé la revista unos segundos, sólo para ver cómo Stephanie se ponía en pie.

Ésta se posicionó justo en frente de Lucas, tapando su campo de visión, y con los brazos cruzados. Una mueca de enojo en su rostro.

—Esa chica, de seguro, es una completa zorra, ¿y tú te pones a verle las piernas frente a tu novia? ¿Es que acaso no tienes un poco de respeto hacia mí? –le preguntó, dejando sus celos salir a flote, y en tono tan afilado como una daga.

Lucas pareció un poco alarmado.

—¡Stephanie! –exclamó, como si se acabase de acordar de la presencia de la chica. –No fue nada, amor, sabes que sólo tengo ojos para ti.

Dirigí una pequeña mirada hacia la dichosa "chica-piernas-perfectas". Cabello rubio teñido con extensiones, y un cuerpo que sólo lo podría describir una palabra: silicona.

Chicos: no pueden ver un par de tetas y un buen culo de silicona porque se vuelven locos.

Vi un poco más allá de la chica, y una idea llegó a mí como un relámpago.  Sonreí con malicia.

—¡No intentes cambiar las cosas! –exclamó Stephanie, haciéndome volver su atención hacia ella. –Escúchame bien, Lucas, yo no...

—Los chicos tienen razón. –dije, haciendo que todos mirasen consternados en mi dirección. –Tiene un gran par de piernas.

Stephanie me miraba indignada, pero al ver por unos segundos mis ojos, su rostro pareció ir entendiendo que sólo era parte de uno de mis locos planes. Me miró con interrogación en sus ojos, y yo hice una ligera seña para que mirase en dirección a donde había encontrado mi plan. Ella lo hizo, y su rostro se contorsionó en entendimiento, con una sonrisa traviesa en sus labios.

Insoportable [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora